Tribuna

Trabajo decente ¡por Dios!

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La pandemia puso de manifiesto las debilidades estructurales del Estado de bienestar en España, con un mercado caracterizado por la alta variabilidad del empleo frente al ciclo económico, un elevado nivel de desempleo que se mantiene incluso en los períodos de crecimiento, y una arraigada precariedad laboral que supone que tener un trabajo hoy no es suficiente para salir de la pobreza. La temporalidad, la intermitencia, los bajos salarios y la precariedad de los contratos, que tienen mayor impacto en los sectores más vulnerables (mujeres, personas jóvenes, personas de origen migrante y personas en situación de exclusión social), constituyen un mercado laboral contrario al trabajo decente.



Desde 2021, la economía se está activando y se está reduciendo la tasa de desempleo, y esto, junto a las reformas llevadas a cabo para poner fin a la temporalidad de las contrataciones, el aumento del Salario Mínimo Interprofesional, la aprobación de la prestación por desempleo para las trabajadoras de hogar y la posibilidad de acceder a una renta mínima para que las personas puedan vivir con unas condiciones mínimas de dignidad, suponen una esperanza para que las personas puedan acceder a un trabajo decente y unas condiciones de vida dignas. Pero esto no es suficiente, ya que convive con un sistema que continúa priorizando el beneficio económico, y en el que siguen siendo frecuentes las vulneraciones de los derechos laborales.

Un caso paradigmático de estas vulneraciones se produce en el sector de la hostelería. Hemos asistido a un verano caracterizado por la reactivación del ocio y el turismo y con ello una gran demanda de personal para trabajar en el sector servicios, demanda que no ha podido ser cubierta. Numerosas voces se han levantado para echar, una vez más, la culpa a las personas trabajadoras, esta vez por no querer trabajar, aludiendo a cuestiones como que el IMV, prestaciones y subsidios por desempleo suponen una desincentivación, sin tener en cuenta que estos son derechos de las personas y, sobre todo, que las personas deben poder ser capaces de ejercer su derecho a decidir no trabajar en condiciones precarias en un sector que ha sido especialmente afectado por la pandemia y que, debido a las deficiencias de sus condiciones laborales, ha visto reducida la protección social a la que tienen derecho.

Paradójico es que siempre hayamos dado por supuesto, y así de alguna manera legitimado, que en la hostelería se hacen muchas más horas que las que realmente refleja el contrato, con parte del salario cobrado en b y con horas extras impagadas. No nos extrañaba que en tiempos de bonanza económica las personas que principalmente trabajaban en este sector fuesen de origen extranjero, o personas en situación de exclusión, que solo podían tener acceso al mercado laboral a través de los sectores más precarios. Y este sector, tradicionalmente lo ha sido, debido a unas condiciones laborales alejadas del trabajo decente.

Vulneración de derechos

Comparando la base de cotización media de la hostelería con la media de los trabajadores del país, el resultado es que los sueldos son un 40% más bajos. Y, si dentro de este sector ponemos el foco en el servicio de comidas y bebidas y observamos la diferencia entre hombres y mujeres, comprobamos que los salarios de los camareros y camareras son un 43% más bajos y los de las camareras un 50% (2020 Focus. Vulneración de derechos: Trabajo Decente. Fundación FOESSA).

En un estudio realizado por Cáritas en 2018, sobre las vulneraciones de derechos laborales en los sectores de agricultura, empleo de hogar y hostelería, los datos dejaban clara la normalización y arraigo de las vulneraciones laborales en estos tres sectores, manifestando las personas que trabajaban en hostelería que, a un 32% no les fueron retribuidas las horas extra, casi dos de cada 10 tuvieron a lo largo del año de referencia algún trabajo sin contrato, y el 48,7% trabajó menos de seis meses en el año.

Pero sí nos extraña que ahora, en un momento de reactivación del empleo, las personas elijan otros sectores más estables y con mejores condiciones laborales para trabajar. Como se está escuchando estos días por parte de un gran número de personas que han trabajado y trabajan en este sector: “No es que las personas en España no quieran trabajar, lo que no quieren es trabajar como esclavas”.

Repartidor de Glovo

El sector servicios es uno de los motores de nuestra economía, generando un elevado número de empleos, pero están muy expuestos a la estacionalidad y a las coyunturas socio-económicas, y cuentan, como hemos visto, con unas condiciones laborales (bajos salarios y horarios que no permiten la conciliación) que les precarizan aún más. Por ello, para la modernización de nuestra economía, será clave un cambio estructural profundo para repensar y reorganizar los tiempos y condiciones laborales de este sector, profesionalizándolo y dotando a estos trabajos de condiciones laborales justas y adecuadas a la labor que desempeñan.

Así, desde la Iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente, siempre apoyando a las personas trabajadoras, sobre todo a aquellas que se encuentran en situación de mayor exclusión, reforzamos cada 7 de octubre, en que se celebra y se reivindica la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, nuestro compromiso junto al papa Francisco, para que el derecho a un trabajo “especialmente trabajo decente y no de cualquier modo”, como garantía para la inclusión, el desarrollo y la dignidad, se convierta en una realidad para todas las personas.


*Tamar Arranz Descalzo. Representante de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente y técnica de Economía Solidaria de Cáritas

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