Tribuna

Salud versus Vejez 

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La sociedad occidental, consumista y pragmática no suele valorar a la vejez. Como una especie de premio a su cantidad de años y falta de salud, las familias contratan una casa para los ancianos, desde la cual pasarán al más allá, en donde aseguran buena atención. Todos tranquilos porque el abuelo estará bien atendido y el resto desentendido.

Este estilo muestra sólo una parte de la valoración de la vejez: la salud física, la sabiduría, la historia vivida, la generosa entrega a esa familia que formó, el sentido del esfuerzo, como no se ven o no molestan, no se consideran y tristemente a veces tampoco se descubren, quedan veladas por nuestro egoísmo y nuestro metro cuadrado de confort.

Los ancianos tienen mucha salud aunque estén enfermos y vejez no es sinónimo de enfermedad. Ellos tienen la belleza que perdura, la belleza interior que se construye a través de valores. La presencia de valores aporta juventud. Es joven el que sueña, el que tiene alegría, honestidad, optimismo, el que empatiza y ayuda a otros. Si nos faltan los valores estaremos enfermos de anorexia de humanidad. Enfermedad que no respeta edades, lo mismo que el analfabetismo afectivo. Ésta suele ser más peligrosa, la padecen quienes creen tenerlo todo y no son capaces de usar el corazón, sólo usan el razonamiento para calcularlo todo. No saben expresar un te quiero, un te valoro, un gracias.

Las cualidades de la edad

Cada edad tiene su belleza y cada edad puede tener su vejez. La antítesis de la belleza es la fealdad y fealdad no es sinónimo de vejez, como la belleza no es sinónimo de juventud.

Cada etapa de la vida debe transitarse como la vida lo merece, buscando que se patentice la belleza del corazón que, sólo aparece maquillándolo con buenas acciones. teniendo el valor de ser uno mismo, sin temor a lo que vendrá, sin temor a las arrugas que son el trofeo de la experiencia vivida. Si morimos sin arrugas es porque no hemos vivido.

Cuidemos nuestra salud, pero especialmente cuidemos ser fieles a la edad que transitamos. Somos la consecuencia de las decisiones que tomamos. No suelen construir una sociedad los eternos adolescentes que no se hacen cargo de su vida, tampoco los adolescentes que se creen mayores para tomar decisiones y arruinan el resto de sus días. Tampoco sintonizan los adultos que con estilos de vida (ropa, viajes, opiniones, cirugías) quieren aparecer como adolescentes, y los mayores que pierden la esperanza, y se quejan de todo lo que no se parezca a lo que ellos vivieron.

Es apasionante vivir la vida. No es larga ni corta, es única; dura un montón de instantes que deben ser vividos como el último. Creo que de esta receta depende la buena salud y la buena vejez.