Tribuna

Refugiados: hospitalidad y profetismo

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De razón afirmaban Jacques Derrida y Anne Dufourmantelle que “un acto de hospitalidad no puede ser sino poético”. En ese sentido, hospitalidad, poética y otro entrañan una vinculación que nos excede y nos precede. La hospitalidad es ofrecimiento, nos cuestiona, es total apertura y responsabilidad ante el rostro del otro; la poética abre puertas a la imaginación, nos lanza al encuentro y puede ser clave hermenéutica para desentrañar la esperanza que nos habita; el otro es el misterio, la alteridad y es, en cierta medida, vía de acceso al Otro (en mayúsculas). Hospitalidad, poética y otro convergen en el misterio del encuentro.



La vida religiosa en medio de la diversidad de carismas que la caracteriza asume estas tres categorías (hospitalidad, poética y otro) siendo capaz de tejer vida a partir de ellas, reconociendo la inspiración y la fuerza del Espíritu, y asumiendo que lo trascendente da sentido, articula, construye, dinamiza, alienta. Verdad es que este artículo no pretende hacer una reflexión filosófica ni teológica de la cuestión mencionada; sin embargo, creemos necesario enmarcar lo que aquí se escriba desde las categorías antes señaladas, dotándolas de cierto contenido que sostenga lo que se quiere indicar.

En diferentes escenarios sociales, políticos y eclesiales se nos ha dicho y se nos sigue diciendo que el fenómeno migratorio y el refugio suponen un reto, un gran desafío. No negamos la veracidad de dichas palabras, de hecho, desde CONFER Migraciones insistimos constantemente en ello porque así lo creemos y lo constatamos en la realidad.

Al mismo tiempo, somos conscientes de que los retos y los desafíos exigen altura de miras y capacidad de acción, una acción que se corresponda con la realidad y que dialogue con ella, una acción con capacidad de trabajo en red desde la coordinación y la responsabilidad, finalmente una acción que, en el caso de las migraciones y el refugio, articule adecuadamente las tres categorías mencionadas al inicio de esta reflexión: hospitalidad como ofrecimiento y apertura; poética como encuentro y esperanza; el otro como misterio y reflejo del rostro de Dios. En esto último, la Vida Consagrada debe actuar proféticamente.

ADN de la vida consagrada

Esa conciencia/vocación profética, que es al mismo tiempo ADN de la vida consagrada, es la que impulsa a reconocer a Dios en la realidad, sobre todo en la realidad doliente de los más pequeños, de los despreciados, de los invisibles. Y en parte, gracias a esta vocación profética y misionera de la VC es que hemos visto cómo las congregaciones /comunidades/grupos/institutos y entidades religiosas se han volcado radicalmente con el momento histórico en el que estamos, nos referimos a la emergencia en Ucrania provocada por la guerra.

Se estima que aproximadamente unas 3,5 millones de personas se han visto obligadas a huir de Ucrania, buscan refugio en los países vecinos, en su mayoría son mujeres con niños, personas ancianas, enfermos y menores no acompañados. A España han llegado, de momento, aproximadamente 25.000 personas refugiadas ucranianas, y se prevén más llegadas.

Esta preocupante situación ha provocado un tsunami de ayudas, colaboraciones, donaciones y ofrecimientos de acogida, gestos que no dejan de alegrarnos y sorprendernos, porque seguimos constatando nuestra capacidad de hospitalidad, ya no solo como VC sino también como sociedad.

Sin embargo, se nos encienden las alarmas cuando vemos situaciones de descoordinación al interior de nuestras instituciones (civiles o eclesiales); cuando constatamos el riesgo de tráfico de personas y explotación o cuando vemos que se invisibilizan otras realidades de guerra y sufrimiento, o bien, situaciones de conflicto en otras fronteras. Todo esto es una llamada a mantenernos atentos y despiertos para leer adecuadamente esta realidad histórica necesitada de profetismo, hospitalidad y cuidados.

Canales activados

Desde el estallido de la guerra en Ucrania la CONFER ha estado atenta a la situación y ha activado los canales con los que cuenta para manifestar su apoyo a los refugiados y su rechazo a cualquier tipo de manifestación violenta que ponga en riesgo la vida de las personas. Asimismo, se ha manifestado públicamente a través de diversos comunicados diálogo con las congregaciones, donaciones y se ha sumado a esa intuición y necesidad de coordinación Intraeclesial, permaneciendo en constante comunicación con la Subcomisión de Movilidad Humana y Migraciones de la Conferencia Episcopal, Cáritas Española y entidades de Iglesia que trabajan en el ámbito de las migraciones.

En virtud de esta intuición y necesidad, desde el área de migraciones de la CONFER se ha iniciado un trabajo de centralización y canalización de ofrecimientos de la VC para poder derivar correctamente y a las entidades correspondientes esas iniciativas de acogida, hospitalidad y solidaridad hacia las personas/familias refugiadas ucranianas que se materializan en ofrecimientos de espacios físicos y, en algunos casos, en el acompañamiento integral (asesoría jurídica, administrativa, apoyo psicológico, acceso al empleo y formación, etc.) de cara a la inclusión e integración en la sociedad de las personas recién llegadas.

Oferta material y/o espiritual

Sabemos también que ya son varios los acuerdos que se han firmado entre congregaciones religiosas y entidades especializadas en el ámbito del refugio para acoger y brindar espacios seguros para las personas.

Mantenemos desde la CONFER una apuesta muy clara por el cuidado y acogida de las personas más vulnerables sin importar su lugar de origen, su religión o idioma. Apertura, encuentro y profetismo es lo que queremos vivir y transmitir siendo capaces de ir contracorriente a una especie de pseudo cultura que se manifiesta insensible, individualista, y que descarta al más débil.

Al mismo tiempo, queremos seguir insistiendo en la necesidad de un trabajo en red coordinado y ordenado que nos permita poner al servicio de los más necesitados aquello que podemos ofrecer material y/o espiritualmente.

Vidas que valen

Hospitalidad, poética y otro se convierten entonces en categorías que van cobrando sentido y que nos ayudan a dilucidar aquello que quizás no terminamos de ver o entender: cada vida cuenta y todos necesitamos ser cuidados, cuánto más si nos encontramos en situaciones de vulnerabilidad, de peligro, como el caso de nuestros hermanos y hermanas ucranianas, pero también de tantos hombres y mujeres que en este momento, mientras leemos esta reflexión, se encuentran en lugares donde la guerra está activa y sigue cobrándose vidas, vidas que valen.

Nuestra realidad histórica nos desafía y nos recuerda que tenemos una gran responsabilidad. Sigamos siendo casa abierta que acoge al otro, que es manifestación del rostro de Dios y que nos invita a salir de nosotros mismos para entrar en espacios de encuentro, de esperanza, de acogida, permaneciendo en el amor fraterno. Y “no os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles” (Hb 13, 2).

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