Tribuna

Mujeres pioneras: Koketso Mary Zomba

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Nací católica, de tres generaciones de mujeres católicas. En cierto modo, el catolicismo me fue impuesto, se me inculcó como la forma correcta de hacer las cosas. A medida que cumplo años, mi fe también crece porque la elijo cada día. Porque es el lugar en el que Dios me habla.



Como joven de un país democrático, donde los derechos y libertades de los ciudadanos, especialmente los de las mujeres, no solo están consagrados en la Constitución, sino que se respetan a diario en la sociedad, muchas veces encuentro mis valores personales en conflicto con los de la Iglesia católica, que me enseñaron y con los que crecí. Esta circunstancia me ha provocado una sensación de incertidumbre sobre mi moral y sobre qué postura adaptar ante ciertos temas. Creo que muchos jóvenes podrían reconocerse en lo que digo.

Ser una joven mujer católica

En este mundo globalizado en el que todo el mundo tiene una opinión sobre todo y la expone, nosotros (los jóvenes católicos) nos sentimos interpelados por otros jóvenes no católicos y, a su vez, cuestionamos nuestra propia fe al no tener a quién acudir para recibir las respuestas que necesitamos, dado que la Iglesia católica está estructurada de una manera particular y no siempre proporciona respuestas directas. La incertidumbre sobre algunos temas me llevó a sentir un gran vacío, que no sabía cómo llenar. Yo era una líder juvenil y seguí sirviendo a la Iglesia y al ministerio de jóvenes, pero experimentaba un vacío porque todavía no había conectado con Dios de la manera que necesitaba.

Como jóvenes nos sentimos abrumados y sobrepasados por lo que sucede en nuestra vida y a nuestro alrededor, ya sea por la escuela, el trabajo, la vida social, los problemas socioeconómicos o los esfuerzos por mantener nuestra salud mental. Terminamos descuidando nuestra formación espiritual, y es aquí donde noté que estaba sucumbiendo. Por la necesidad desesperada de llenar ese vacío, asistí a un retiro de un fin de semana y gracias a la guía espiritual de un sacerdote pude encontrar una forma válida de conectarme con Dios.

Esa experiencia me granjeó un sentimiento de satisfacción y plenitud. Me recordó que todo lo que necesitaba para llenar ese vacío siempre había estado ahí. Vengo de una pequeña comunidad parroquial, por lo que siempre he sentido el amor y la calidez de todos, que son como miembros de una gran familia. Allí siento un fuerte sentido de pertenencia. Me enorgullezco de ello y elijo ser parte de esa comunidad que cree en Jesús. Este mismo sentido de pertenencia me permite, como individuo, elegir cada día ser católica.

Ser joven mujer africana

Me gusta ser mujer, soy una africana orgullosa y he elegido ser católica. Son estos tres aspectos los que dan forma a mi identidad, y todos tienen su parte positiva y su parte negativa. Como africanos, crecemos sabiendo que somos criados por una comunidad, que cada anciano en su comunidad representa a sus propios padres.

Este sentido de comunidad también se encuentra en nuestras iglesias católicas en África y confirma que realmente estamos en el lugar correcto. Como joven africana me gusta que en la iglesia católica haya espacios donde las mujeres puedan caminar juntas para acercarse a Dios. Es emocionante ver como los distintos grupos femeninos, aunque no perfectos, dan testimonio de su amor a Dios y a la Iglesia como una unidad. Yo sé que nunca camino sola.

Como jóvenes africanas, nos enfrentamos al desafío de apoyar y preservar nuestras culturas y tradiciones, a la vez que tratamos de ser católicas devotas. La influencia occidental de la Iglesia católica ha provocado malentendidos respecto a la creencia en los antepasados, mientras que, por otro lado, se nos enseña a honrar a los santos.

Aunque hay muchas oportunidades para las mujeres jóvenes hoy en día, las mujeres siempre deben conformarse con un papel secundario. Sucede tanto en la Iglesia como en el contexto femenino africano. Las mujeres están bajo una gran presión para tener éxito, pero no tanto como sus semejantes masculinos. Podemos ser diáconos y religiosas, pero no sacerdotes.

La Iglesia y la escucha a los jóvenes

Creo que la Iglesia ha realizado un intento loable de escuchar las opiniones de los jóvenes, pero en un aspecto concreto lo ha hecho solo hasta un determinado punto. La exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, que sirve como carta del Santo Padre a los jóvenes, nos ha ayudado a gestionar la vida dentro de nuestra religión. Ver a un joven hablar en la Asamblea General fue como alcanzar un hito. Mostró que la Iglesia escucha y está dispuesta a escuchar las opiniones de los jóvenes.

Sin embargo, estamos desigualmente representados. África sigue siendo una minoría: los problemas o desafíos africanos siempre se han visto como cuestiones menores. Este hecho puso de manifiesto la necesidad de establecer un Foro Global de la Juventud y, de manera análoga, un Foro Africano de la Juventud que se centre en cuestiones relacionadas específicamente con la juventud de África.

Los jóvenes se alejan de la Iglesia

En el contexto africano, la formación es importante. Esto lleva a muchos jóvenes a primar su formación y, por eso, los fines de semana también emplean tiempo en su educación (durante esta pandemia se ha convertido en la norma para los estudiantes de primer año). Al no estar profundamente arraigados en nuestra fe, hacemos nuestras las opiniones e ideales de los demás (los de nuestros padres). Así, es más fácil abandonarlos, y muchos lo hacen cuando se van de casa, porque no son nuestros ideales, los hemos adoptado.

Desafortunadamente, por efecto de las redes sociales, los jóvenes tienen una gran necesidad de gratificación o soluciones instantáneas. A la mayoría nos dijeron que los eventos de la vida sucederán en un orden específico y que, si haces las cosas bien, todo seguirá ese orden. A veces, sin embargo, las cosas no suceden así; por ejemplo, no encuentras trabajo después de terminar tus estudios. La Iglesia católica no parece ofrecer soluciones o indicaciones sobre cómo enfrentarse a este tipo de problemas. Frustrados, muchos jóvenes terminan abandonándola y se acercan a otras iglesias que prometen dar acceso a todas esas cosas que uno desea al instante.

Cómo cambiar esta tendencia

Nunca podrá haber una solución única para todos, pero fomentar encuentros personales con Cristo, brindando espacios, orientación y apoyo desde una edad temprana podría ser un buen comienzo. Debemos sentir siempre que la Iglesia católica es el lugar donde, en primer lugar, encontraremos a Cristo… antes que encontrarnos con las oraciones reguladas, las normas y los procedimientos.

Tras sus pasos

Es una mujer joven laica católica. Tiene 29 años y nació en Pretoria. Secretaria general del Comité Interdiocesano de Jóvenes de la Conferencia Episcopal de Sudáfrica y miembro de la juventud del distrito pastoral Tshepo en Hammanskraal, fue elegida para representar a la región de África Austral (Sudáfrica, Botswana y Suazilandia) en las reuniones preparatorias en Roma para el Sínodo de los obispos sobre el tema Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional que se celebró en octubre de 2018. Le pedimos una reflexión sobre su identidad católica y sobre la Iglesia.

*Artículo original publicado en el número de febrero de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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