Tribuna

Lección educativa de la Madre Félix

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“Todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu Santo, han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana arriba descrita, sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en el espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir según el hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico”.



Con estas palabras, el Concilio Vaticano II, por medio de la declaración ‘Gravissimum educationis’, resalta el valor fundamental de la educación. Una educación que llene su vida del espíritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo.

Precisamente por estas cuestiones, la educación fue una de las flores más cuidadas dentro del jardín de la Madre Félix. Por ello, comparto algunas reflexiones sobre tan vital tema, no solo para la sociedad, sino para la Iglesia y la humanidad en general, ya que, en el aula, frente a nosotros, tenemos a la sociedad vida, a la Iglesia peregrina, al corazón mismo de la humanidad.

Jesús es camino

Afirmó Ramón Llul que quien educa, alimenta (el cuerpo y el alma), dando el pan de la cultura en que el educando vive. Jesús, con su palabra y acción, brinda a todos los hombres no solo el pan de la cultura humana, sino que nos otorga el pan de vida: la vida misma que da sentido a la vida. Convencida de ello, la Madre Félix apostó por ser apóstol asumiendo a Cristo como camino para entrar en el corazón humano. Una educación para el corazón era lo que parecía buscar la Madre cuando la necesidad de establecer un proyecto educativo centrado en Cristo: una educación cristocéntrica. Una educación que estuviera impregnada de la dulzura de Jesucristo, convertida en salud del corazón, de la libertad y de todo.

La Madre Félix, en línea directa con las ideas pedagógicas de san Agustín y san Ignacio de Loyola, que Jesús es origen y la cima de la educación, alfa y omega de la existencia, pues por su imitación, la vida humana se aproxima a la perfección divina. Cristo, escribió la Madre Félix, es pináculo de todo lo que es; Luz, Belleza, Verdad, Bondad, Amor; es Dios verdadero y Verdad de Dios. Jesús es camino que muestra la plenitud del hombre, es decir, un proyecto educativo que promueva la dignidad humana como la consideración del valor infinito de la persona, por el mero hecho de ser persona, más allá de su origen, raza, edad o condición particular.

Amistad con Jesús

Acercarnos fraternalmente a Jesús implica acercarnos profundamente al conocimiento, no solo de la realidad histórica que nos envuelve, sino también al hombre que somos y que vamos siendo. Un proyecto educativo que incentive la amistad con Jesús nos abre a la posibilidad real de conocer la intimidad de nuestro corazón, pero a su vez, los muchos caminos en los que Cristo nos sale al encuentro: la Iglesia, el sacerdote, la Eucaristía, el santo, el pecador, el hombre corriente o el que sufre, y más allá, pues su conocimiento nos permite una degustación más profunda con la realidad.

La Madre Félix entendió esto muy bien, por ello resalta en sus Ejercicios Espirituales de 1979 que “el amor de Cristo es de AMISTAD. ¡Qué dulce es ser amigo de Cristo! El amor de Cristo se me comunica y si lo admito y le abro mi corazón, me avasalla y me hace feliz, y en principio me transforma, me convierte: ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí. Él me ama y yo le amo”. Y en ese amor, descubrirnos en el corazón del misterio existencial como hombres por hacernos, un hacernos constantemente. Quien aprende algo, aprende siempre a hacerse. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela