Tribuna

La oportunidad histórica de la Doctrina Social de la Iglesia

Compartir

Uno de los hallazgos más importantes de la ciencia ha sido el descubrimiento del código genético como ese vínculo esencial de comunicación de identidad y vida. En este momento de la humanidad, signado por una disolvencia de las identidades y la necesidad imperiosa de encuentro entre diversidades, necesitamos encontrar motivaciones profundas para una elección no solo fundamental, sino creadora de impulsos de vida capaz de responder a la cultura de la muerte y la indiferencia.



¿Puede ser el cristianismo esa motivación existencial para encontrar, en las circunstancias y en las personas, la bondad constitutiva de la realidad, desplegándose a pesar de la bruma que los intereses individualistas y materialistas ocultan?

Esa es la esencia del Magisterio Social de la Iglesia, un anuncio del camino recorrido, compartido, por quienes han hecho de la Encarnación del Verbo el motor para construir relaciones de diálogo, solidaridad e integración en favor de la paz y la convivencia digna de todo ser humano.

El Magisterio Eclesial es la síntesis maravillosa del camino de la comunidad cristiana que, nutrida de las Escrituras y guiada por el Espiritu Santo, vive comprendiendo nuevos modos de servicio, de compromiso con la justicia y la fraternidad, y los vuelve testimonio y anuncio.

Comunidades de vida y compromiso

Las tradiciones academicistas privilegian los análisis conceptuales; la Doctrina Social de la Iglesia, en cambio, lee en la vida de los pueblos el eco de la Palabra y la vuelve acción, en pastores y laicos, pero siempre en comunidades de vida y compromiso. Esa vida es el corazón de la Doctrina que tiene la riqueza de valores inmutables y la humildad de comprender cada vez la realidad iluminada por el Kerygma: “Un oído en el Evangelio y otro en el Pueblo”, decía Mons. Enrique Angelelli, mártir en su servicio a los pobres.

Conocerla es encontrar en la vida y pensamiento de toda la Iglesia, en su historia, en sentidos nuevos para despertar de la ideologización de los intereses de los poderosos.

Su método es Ver desde la cercanía amorosa y comprometida, para Discernir, encontrando caminos de esperanza y denuncia sincera del mal que amenaza con imponerse como verdad; buscando caminos nuevos de Actuar, solidario y comunitario, para sumar a las fuerzas de bondad, la gracia del Reino en el presente.

María en el Magnificat resume la fe de Israel en un anhelo de justicia que transforma la historia y manifiesta la cercanía de Dios. También en América Latina y el Caribe nos debemos un Magnificat que eleve la mirada de esa América de fe, que dignifica a los humildes con la acción de cada uno; que no se detiene a medir la fuerza de los poderosos, sino que vuelve fuerte el brazo de trabajadores y de familias para recrear el planeta, con el trabajo digno, y techo y tierra para que la vida vuelva a tener futuro.

Escribir el patrimonio

Cada documento magisterial es un espejo de la vida social de una época que dialoga con Jesús de Nazaret en el seno de una comunidad. Estamos escribiendo ese patrimonio cada día. Las palabras del Papa y de nuestros pastores recogen y potencian la fuerza de tantos corazones que también hoy creen que las bienaventuranzas son profecía y presente del Reino que habita entre nosotros.

Estudiar la Doctrina Social de la Iglesia es descubrir el mapa genético de nuestra fe y actuar con ella como pueblo de testigos del amor comprometido que redime la historia.

Lea más: