Tribuna

La necesidad de verdad: el papa Benedicto XVI y Hans Küng

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El papa emérito Benedicto XVI acaba de fallecer y no dejan de llegarnos referencias de un modo y otro de su ser teólogo brillante en deseo de conocer a Jesucristo y llegar a la Verdad. Ese valor teológico hizo, aparte de elaborar teología madura, el que le encargaran, antes del papado, de velar por la verdad teológica en el rol de defensor de la doctrina de la fe. Dicha misión le supuso estar enfrente dialécticamente de muchos pensadores teólogos católicos.



Algunos brillantes y de altura como él, aunque parece ser que siempre lo hacía desde argumentos y reflexiones elaboradas, con trato respetuoso. A este respecto, mientras son las celebraciones de despedida cristiana de su cadáver, recibo una reflexión de un sacerdote mayor, ya jubilado, que considero ilustrado y sincero, además de amigo. Me parece oportuna su mirada sobre el hecho de la muerte del papa emérito, al contrastar la figura de Ratzinger, teólogo y papa, con Hans Kung, teólogo y pensador universal.

Dos caminos diferentes

Los dos fueron compañeros en su quehacer de docentes de teología en Alemania, los dos se dedicaron a la reflexión con la metodología de este saber en la búsqueda de la verdad última, y los dos ya están en la otra orilla. Han terminado su peregrinación por este mundo. Pero en sus planteamientos y acercamiento a la verdad tenían caminos y métodos diferentes y marcaron senderos distintos en el deseo de un mundo mejor y de la construcción del reino. Me dice este compañero al respecto de estos dos teólogos cristianos y católicos que tenían el mismo objetivo perseguido usando el instrumento de la reflexión teológica los dos. ¿Quién tenía razón? Algunos me responderán con fórmula estereotipada. Me la sé. Se matará la pregunta sin respuesta. Como tantas veces.

Lo cierto es que, con los dos difuntos ya, la Iglesia se debate, con más violencia si cabe, en un nuevo mar de Galilea, soportando los indómitos ataques de las violencias del mar, del único mar, embravecido. Somos propensos a los excesos expresivos; regalamos poderes a los mortales, de los que los mortales carecen. Tal vez los periodistas no estén tan al tanto como los que cultivan el conocimiento teológico. Y también estos se exceden. En aquel entonces ni Pedro, ni Juan, ni Santiago… solo el Maestro salvó aquella frágil lancha, arrancándola de la violencia del indómito mar. Sencillamente un hombre, un hombre de carne y hueso, que caminó con honradez y su verdad, a quien el Padre de todos, como a todos, lo habrá recibido con amor.  De este modo mi compañero llama a la prudencia en los juicios sobre la existencia y el quehacer de nuestro papa emérito, qué somos ante la inmensidad de este mar de la historia en pregunta constante y en necesidad de respuestas que fundamenten.

Fundamento de la realidad

Al reflexionar sobre ellos y sus pensamientos, sus contrastes y tensiones dialógicas, recuerdo que entre sus pensamientos hay un elemento común, que han mantenido siempre en los diálogos tanto en el interior de la teología, como en el encuentro con otros pensamientos religiosos, filosóficos, humanistas, ecológicos, éticos de la cultura moderna. Se trata de la necesidad de un fundamento de la realidad, si queremos de la traducción del axioma de Dostoievski “Si Dios no existe todo está permitido”, la tensión entre “el todo o la nada”, pero no como amenaza sino como radicalidad permanente de referencia necesaria para la cuestión primera del sentido y del fundamento.

Estos dos pensadores, teólogos y humanistas cristianos, han coincidido en lo que supone un fundamento que va más allá de puro acuerdo, sometido a la veleidad de una racionalidad individual, pragmática, en incluso democrática. La posibilidad de la Verdad como fundamento, es raíz clara de todos los pensamientos creyentes y de las convicciones de todas las grandes religiones a lo largo de la historia. Pero también lo ha sido en el reconocimiento de las filosofías de lo humano que entendieron la realidad como proyecto con dirección de sentido, y se abrieron a la naturaleza como creación aceptando que hay fundamento de realidad más allá de nuestra voluntad o ideología. No hay duda que nuestro mundo está necesitado de verdad y fundamento, urge adentrarnos en el camino de una cultura de la verdad descubierta en el misterio de la realidad más allá de nuestros simples pareceres y acuerdos. La clave de contraste y de referencia para nuestro pensar y nuestras alianzas no pueden estar sometidas a poderes de determinación en las propias criaturas sin más, ni siquiera en la rigidez de una naturaleza no histórica, ni humana. Si lo defendemos así hemos perdido ya la batalla del sentido, de lo humano y del proyecto de una naturaleza con sentido y finalidad. No habría lugar para la ética de lo universal. Quedaremos enterrados en la finitud y en la ceguera de una injusticia, que ni siquiera podrá ser llamada así porque no hay referencia alguna de verdadera justicia con fundamento. Seguimos entre el azar y el sentido, entre el amor y la nada, en la tensión de la verdad y lo falso revestido de saberes sin fundar.

Curiosamente, tanto Ratzinger como Hans Kung, desde perspectivas muy distintas y a veces distantes, no obviaron la racionalidad de la necesidad de un fundamento de la realidad y de la posibilidad de una ética universal con referencia de sentido y trascendencia. Muchos pensadores más allá de lo cristiano aceptaron el diálogo con ellos y aun no teniendo respuestas para esta alternativa fundante, reconocieron el valor real de la pregunta que está inscrita en la génesis de lo real y que no puede ser callada u olvidada. La cuestión ecológica integral como el mayor problema y enigma de la historia en el momento actual vuelve a traernos el dilema a la mesa de lo sagrado de la realidad: sentido o fracaso, fundamento o veleidad, bien o mal, realidad o falacia, proyecto o azar. Ojalá avancemos en el descubrimiento del fundamento y de los valores de una ética universal y valedera para todos. No comenzamos de cero hay una historia pensante y orientada, no creamos que ahora comenzamos todo de nuevo. Caminemos en los caminos y atisbos de la verdad de toda una humanidad en búsqueda.