Tribuna

La fe da pasos en femenino

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En la sociedad posmoderna y globalizada podemos hablar de una especificidad femenina de la peregrinación e identificar diferentes formas de llevarla a cabo por las mujeres. Disipemos un prejuicio: la mujer siempre ha viajado por fe. No solo matronas romanas y aristócratas medievales caminaban hacia Tierra Santa. Algunos cronistas hablan de su gran afluencia durante las peregrinaciones jubilares. Casadas, viudas, embarazadas o con hijos pequeños, iban solas a Roma.



Aunque es difícil cuantificarlo, se estima que su número era alrededor de un tercio del de los hombres, pero hay quienes creen que el porcentaje rondaba el 50 por ciento. La iconografía de la época las representa con bastón, sombrero, con niños al lado o con la familia. De la época medieval tenemos constancia, gracias al Libro de limosnas del municipio de Pistoia, de que, entre 1350 y 1450 un grupo de seis mujeres partió en peregrinación desde Sicilia, pasando por Roma, para llegar a Santiago de Compostela.

Las investigaciones de los sociólogos de la religión muestran que el fenómeno de las peregrinaciones crece en todo el mundo y en todas las religiones y la presencia de la mujer es siempre muy significativa. Una gran participación de mujeres se encuentra en la romería a la Virgen del Rocío, en Andalucía, España, que se celebra en el mes de junio, casi siempre el domingo siguiente al Corpus, y que se prolonga durante días.

Las mujeres lucen hermosos vestidos típicos, adornados con hermosas joyas. También destacó que la peregrinación era un hecho intergeneracional y que tiene tres componentes que la definen: el viaje, una promesa para pedir/conceder una gracia y alcanzar la meta. “Hacer una promesa” resulta más propio de las mujeres que de los hombres.

Las peregrinaciones marianas son particulares. Las mujeres realizan este rito durante horas/días para agradecer a María una gracia recibida, porque cumplió un deseo que, aunque es de toda la familia, es expresado de manera explícita por las mujeres. Si bien la peregrinación nocturna al Santuario de la Virgen del Divino Amore, en Roma, no puede definirse como una peregrinación exclusivamente femenina, en el curso de mi investigación hallé muchos elementos que me han llevado a afirmar la importancia de la implicación y la “relación horizontal” que une a las mujeres que hacen el camino a pie, y una “relación vertical” de la mujer con la Virgen, que era mujer, más aún, la mujer por excelencia.

Historias de vida

La edad de las peregrinas no es homogénea. Hay más adultas, pero también hay muchas jóvenes, en su mayoría estudiantes, algunas con familia y otras con novios. También hay muchas religiosas de diferentes órdenes. Son mujeres que incluso pertenecen a distintas culturas y etnias.

En peregrinaciones multitudinarias, las mujeres “caminan” en pequeños grupos de tres o cuatro mujeres-madres-amigas que comparten experiencias de su vida cotidiana y que se unen en la oración por alguna necesidad o motivo particular. En sus “historias de vida” es frecuente hablar de “milagros” que tienen que ver con sus hijos y sus nietos.

Para muchas que llevan una vida estresante, el “camino lento” hacia la meta se convierte en una oportunidad para meditar, recargar energías y retomar la vida cotidiana con mayor conciencia. La peregrinación es una experiencia hecha para “encontrarse a sí mismo”, incluso cuando no hay una motivación religiosa o espiritual explícita. Muchas veces los motivos de estos viajes no son de carácter religioso en sentido estricto, no siempre se es creyente y practicante, pero, al final de la peregrinación, las mujeres cuentan haber vivido una experiencia religiosa.

Lenguaje simbólico

La peregrinación tiene un lenguaje simbólico propio que se expresa en gestos y rituales ancestrales. El peregrino necesita concreción y corporeidad. Tocar, besar la imagen, andar descalzo, exponer el cuerpo o cansarse físicamente son gestos que expresan la intensa relación del devoto con su Cristo, su Virgen, su santo o su santa. Es un “hecho social total”, como lo define el antropólogo francés Marcel Mauss, que abarca todas las dimensiones de la persona: física, psíquica y cognitiva.

Estos aspectos de la religiosidad corporal son evidentes en el centro de Sicilia, en la peregrinación al santuario de “u Signuri di Bilìci” donde se venera un antiguo Crucificado. El 90 por ciento de los romeros, descalzos, entran al santuario para “tocar” con las manos o con un pañuelo y besar los pies del Crucificado, las heridas sangrantes y es para las mujeres una experiencia muy tocante.

Valorar la subjetividad que caracteriza a la mujer posmoderna requiere que ella sea capaz de manejar en términos subjetivos también su propia experiencia religiosa. Por eso, la peregrinación vivida según los tiempos y espacios propios, sin coacciones, sin compromisos ni ataduras con la institución religiosa, puede representar una forma individual de la sensibilidad subjetiva que expresa el vínculo con el Absoluto. Creo que puedo decir que el modelo de religiosidad de la peregrinación femenina se puede proponer como una forma de religiosidad todoterreno.

*Artículo original publicado en el número de marzo de 2022 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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