Tribuna

Jesús y el duelo de Emaús hoy

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La mañana del sábado apuntaba claves de camino de Emaús. La comunidad parroquial convocada por Cáritas hacia caminata solidaria en favor de un proyecto -taller para mujeres inmigrantes en la ciudad. Se abría así una jornada que iba a tener otro momento de cenáculo crucificado y glorioso al atardecer de ese día.



Tras el descanso de la marcha, camino a Mérida donde está la sede de la asociación “Por ellos”. No es la primera vez que comparto espacio de reflexión con estos padres que les une la muerte de sus hijos. Una asociación para hacer proceso de duelo, camino de dolor acompañado, desde la escucha y el compartir los sentimientos profundos de lo vivido.

La ausencia presente

Iluminado por el Evangelio, aunque ellos son asociación aconfesional, me propongo ofrecerles una reflexión inspirada en él: “Vivir o morir la muerte del hijo amado”. Han llegado tres parejas nuevas que en el último año ha perdido a hijos muy jóvenes, la última falleció en enero. Murió en el fuego de un piso de estudiantes en Huelva. Están destrozados, podríamos decir muertos sin reparo. Una madre decía cómo en el primer momento se quería morir, pensando que era lo mejor que le podía pasar. Curiosamente en un estudio a universitarios en Extremadura, el setenta por ciento de los alumnos habían manifestado que creían que en situaciones de sufrimiento el suicidio se podía ver como solución.

A partir de ahí, nos cuestionamos muchas cosas, en el fondo la alternativa de si con la muerte del hijo se les había terminado la vida, el deseo de amar, de continuar luchando, de construir la familia, hacer vecindad. Los que llevaban más tiempo y han ido haciendo el camino daban testimonio de que el dolor de la ausencia siempre va a estar, pero que el sufrimiento, que al comienzo no te deja vivir, si lo vas trabajando se va mitigando y la mejor medicina no es otra que el amor y la comunidad.

Reencontrarse

Allí estábamos por amor y comunitariamente. Acompañándonos en ese duelo de muerte, precisamente para enfrentarnos a ella y darnos un mensaje de esperanza que podemos seguir viviendo. Enterrarnos con ellos no es vivir por ellos, no es mirar la vida con el amor y la esperanza. Algunos hablaron de su fe y cómo les motiva en el vivir de cada día, saber que se volverán a encontrar con ellos, aunque no saben cómo.

Yo tenía de fondo la lectura del evangelio de Lucas. Los discípulos volvían con la muerte a cuestas, enterrados con Jesús, sumidos en su tristeza, fracasados. Habían puesto su esperanza en un poder humano, político, social y todo se había derrumbado. Sin embargo, el peregrino, conocedor del sentido de la historia y de la vida, a la luz del amor de Yahvé, les fue explicando la historia de su pueblo y todo lo vivido por ellos y el mesías, como un signo de amor radical en libertad.

Les habló al corazón

El caminante anónimo les habló al corazón de cómo el amor, la verdad, la libertad no pueden morir y vencerán a la muerte. El peregrino había convertido la muerte en vida.  Así vieron ellos que había nacido esta asociación que lleva catorce años y ha acompañado cientos de familias en Extremadura a pasar de la muerte a la vida en el duelo de sus hijos.

Una mujer sencilla, María Ángeles, de pueblo pequeño, al morir su hijo, decidió que esa muerte no debía ser inútil, quedar infecunda y comenzó a unirse a otros doloridos para amarse y cuidarse, para levantarse y no dejarse enterrar, sino quitar la losa y volver a vivir con esperanza para seguir amando vivamente al hijo perdido.  La madre que ha llegado hace días, confesaba que ella que es trabajadora social, ahora no puede seguir ayudando, ahora necesita mucha ayuda, y está abierta a todos los compañeros de camino que quieran ponerse a su lado, sea quien sea, por eso ha buscado esta asociación. Ella misma hizo la lectura creyente – y no lo es- de esta asociación, al ver cómo del dolor de una mujer sencilla se había sacado consuelo para cientos de padres y madres huérfanos de sus hijos.  Curiosamente, terminé la jornada cenando con mi hermano pequeño, recientemente viudo que sigue en su duelo, momento fraternal con cerveza, tapa y ante el fútbol, sintiendo el calor familiar que sana la soledad.

Decidme si hay una mejor forma de vivir y celebrar este evangelio de los discípulos de Emaús sino en este cenáculo tan vivo y verdadero nacido de la muerte y el dolor de los hijos, para que sigan teniendo vida. Yo, una vez más, iba con la lección y me vine con la lección aprendida, como suele pasar siempre con ellos. ¡Cuanta vida, cuánto amor, cuanta comunidad viva en este cenáculo de dolor de ausencia y de lucha por seguir viviendo!