Tribuna

‘In memoriam’ Antoni Vadell i Ferrer

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El paso de los hombres buenos deja en esta tierra una huella de paz. Nos duele la ausencia de su reconfortante presencia, pero su herencia de bien nos consuela inmensamente. Nos reconforta la memoria de su ternura dispensada a manos llenas. Sobre todo, su legado espiritual nos invita a superar las distracciones presentes y nos devuelve al único proyecto de vida que nos marca el Señor Jesús: Pasar con Él, y como Él, haciendo el bien y liberando a nuestro paso los esclavizados por el egoísmo.



Me piden una breve semblanza en razón de nuestra amistad espiritual. Notad que no he usado título alguno. Lo sigo llamando como tantos hemos usado en la intimidad con él. Me viene a la memoria el recordatorio de otro obispo santo que acompañé en el postrer viaje: “Despojad de títulos mi sepulcro porque más allá de la muerte no hay más títulos que los de la caridad ejercida”.

La reciente reflexión del papa Francisco sobre el ministerio ordenado con la insistencia en las cuatro cercanías: a Dios, al obispo, a los hermanos sacerdotes y al Pueblo de Dios, se me ofrece como la mejor semblanza de Toni, buen cristiano e íntegro sacerdote y obispo. En décadas de trato íntimo el borbotón de recuerdos que se me agolpan, tiene que ver con esa cuádruple cercanía.

La vida de Antoni Vadell i Ferrer estuvo marcada desde su juventud por esa proximidad a la vez tierna y tenaz de su voluntad de bien para con sus próximos. Esa voluntad encontró en su vocación sacerdotal, vivida con tanta generosidad, el camino de una vida a lo Jesús: próxima y partícipe de los dolores y esperanzas de sus hermanos.

Ese modo de compartir el cáliz de la intimidad de los corazones, que se hizo en él tan connatural, manaba de un secreto manantial: su intimidad con el Señor, cultivada cada día; trampolín mañanero de sus incansables correrías apostólicas por Mallorca y Barcelona. Aferrado a Jesús bienamado, la jornada de Toni bullía cada mañana en su proyecto de cercanía a cuantos le requerían: niños, jóvenes, mayores, enfermos, sanos, de un color ideológico y de otro, de una condición y de otra, tanto más cercano y paciente cuanto mayor era la pesadumbre de su próximo.

Ejercicios espirituales

La contemplación de los dichos y hechos de Jesús practicada en los Ejercicios Espirituales ignacianos, su fragua espiritual, hizo de su corazón un pan eucarístico de bondad y esperanza para todos. Con ese modo tan entrañable y servicial de ejercer su ministerio, Toni nos hacía próxima la misericordia del Señor vivida en lo íntimo a lo largo de cada etapa de su vida con sencillez y donosura como don transitivo para todos.

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