Tribuna

Fuego, revueltas y desajustes

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“He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo desearía que estuviera ya ardiendo!”. Las palabras de Jesús hablando de un tiempo venidero parecen recogidas por el papa Francisco en una de sus intervenciones dirigida a los Institutos Seculares.



Un “carisma revolucionario”, nos llamó en esa ocasión. De primeras, cabe pensar en fuego, revueltas y desajustes. Y estamos en lo cierto. Pero adjudiquemos todo esto al Espíritu Santo que nos mueve y que da e impulsa vida a los Institutos Seculares y en particular a mí, hija del Corazón de María. Desde las entrañas de una mujer llamada a prolongar la maternidad de María en el mundo, a vivir con verdadero amor de madre en medio de esta sociedad, se experimenta el fuego y la pasión que da vida en abundancia a una pobre vida como la mía.

Es verdaderamente revolucionario en este tiempo amar sin condiciones, buscar el bien del otro, abrazar miserias como si fueran propias y ocuparse y preocuparse de los que por (bendita) casualidad se cruzan en mi día a día. No me refiero a un amor ñoño, sentimentalista ni rosa. Es un amor que bebe de la radicalidad, la libertad y la creatividad. Es radical porque basa toda la vida en esto. Sí, aunque cueste creerlo, se puede vivir toda la vida buscando amar bien al otro. Más aún cuando es el amor del Corazón de María, la que supo amar desde la confianza plena y ciega hasta la cruz, el que aviva el mío propio.

Mi vida entera espera ser testimonio de un amor sobrenatural, entregado, audaz. El mismo amor que recibo del Padre. Y es toda la vida oportunidad para mostrarlo, para equivocarme mil veces y volver otras mil a intentar vivir traspasada por ese amor y ser así testigo. Como la Magdalena: “He visto al Señor y me ha dicho esto”.

Es también un amor libre, que nace y acrecienta la libertad. Mucho tienen que decir aquí nuestros consejos evangélicos. Pobreza, castidad y obediencia para libremente abrazar al otro, acogerlo, amarlo. El corazón de una Madre que no se cansa nunca de dar una nueva oportunidad a su hijo, que lo mira siempre con ojos nuevos, viendo en él su auténtico valor: Dios lo quiere tanto… Hay que ser muy libre para no sucumbir al desánimo, para no buscar seguridades afectivas que oscurezcan el amor que me sostiene.

Un amor creativo

Y es un amor creativo. Busca nuevas formas y maneras de llegar al otro, por todos los medios, como hacía y decía san Antonio Mª Claret. No hay imposibles para los que conocen la meta; solo requiere astucia para encontrar el camino mejor.

Vivir así en medio de un mundo rápido, fugaz, inconstante, muy conectado, sobre informado a veces, disperso, también apasionado. ¡Cómo desearía que ardiera el corazón de tantos jóvenes en la búsqueda de valores, de esfuerzo en el trabajo bien hecho, del bien común, de la fraternidad universal! Esta es nuestra esperanza: que todos conozcan al Padre.

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