Tribuna

Francisco, el Papa de los gestos maternos

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El papa Francisco tiene un profundo respeto por la figura femenina y por las mujeres, y lo demuestra con palabras claras e importantes: “Una Iglesia sin mujeres es como el Colegio Apostólico sin María”. Es decir, un lugar vaciado de su propia raíz, identidad y significado. Una Iglesia sin mujeres, por lo tanto, no vive; tiene una estructura, de confines, de muros, pero permanece sin una identidad realizada.

Francisco es un Papa que dice: “La Iglesia es femenina, es esposa, es madre”. Y es un Papa que, sugiriendo a las mujeres que digan no cuando se les pide “algo más de servidumbre que de servicio”, pone atención en el tema del discernimiento. Cuando un acto religioso, humano, social, familiar o espiritual se realiza con el espíritu de servicio se convierte en sagrado, se convierte en sacrificio.



Es ofrecer el propio tiempo, el propio conocimiento, a sí mismo, por amor de Dios, del pueblo o del ser humano. Aniquilar la dignidad, que en sí misma es sagrada (siendo toda persona, mujer u hombre, una obra de Dios), no es ni un servicio ni un acto sagrado, sino una acción mortificante y negativa, que por eso debe ser rechazada. “¡Di no!”: un “no” que tiene impacto social.

Francisco es un Papa que lee, ve y reconoce el poder transformador de belleza y de acogida en la mujer y lo propone en el mundo: “Sin la mujer no hay armonía en el mundo. Es ella la que lleva esa armonía que nos enseña a acariciar, a amar con ternura y que hace del mundo algo bello”.

Encontramos palabras indicativas también en la Carta a las mujeres escrita por San Juan Pablo II en 1995: “Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.

También el Papa emérito Benedicto XVI hizo reflexiones interesantes: “Todos los poderes de la violencia mundial parecen invencibles, pero María nos dice que no son invencibles. La mujer es más fuerte porque Dios es más fuerte”.

¿Pero qué cosa conmueve a una mujer del Papa Francisco? No son solo las palabras usadas a favor de las mujeres. Es su comportamiento. Enseña a acariciar, amar con ternura y hacer del mundo una cosa hermosa (deliberadamente usamos sus propias expresiones).

Francisco es un Papa que tiene actitudes extremas de misericordia, perdón, acogida, apertura a todos los hijos e hijas del Hombre. Es un Papa que tiene gestos más maternos que paternos. Para lograr la paz entre sus hijos, una madre es capaz de inclinarse, tirarse al suelo y besar los pies: ¿cómo podemos olvidar a Francisco que se inclina y besa los pies de los líderes africanos?

Una madre, de forma natural e innata, cuida a los hijos más vulnerables y que sufren: ¿cómo podemos olvidar la atención constante de Francisco hacia los pobres, los enfermos, los inmigrantes, los discriminados?

Francisco acaricia el rostros de una bebé

Una madre acaricia, escucha, abraza a todos sus hijos, los guapos y los feos, de una u otra fe: ¿cómo podemos dejar de considerar la importancia de los viajes de Francisco y los repetidos encuentros con personas de otras tradiciones religiosas?

En Japón, al elegir visitar las dos ciudades mártires de Hiroshima y Nagasaki, este Papa nos enseñó a no perder la memoria y nos dio la alarma una vez más sobre el horror que creamos y seguimos produciendo.

“El uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de energía atómica con fines de guerra es inmoral, como asimismo es inmoral la posesión de las armas atómicas, como ya lo dije hace dos años. Seremos juzgados por esto”.

Una humilde trabajadora

Francisco es un Papa que conmueve a las mujeres porque no teme decirle al mundo entero que tiene como guía de fe y de lucha una humilde trabajadora. Elige tener consigo una medalla del Sagrado Corazón que le regaló una señora siciliana, de Catania, que iba a ayudar a su madre algunos días a la semana para los trabajos de casa.

“La llevo conmigo todos los días en el pecho dentro del talar blanco, que lo tengo sobre el corazón, me ayuda a luchar cada día precisamente como ha hecho ella, que no se rindió nunca ante el cansancio”. Un maestro de espiritualidad universal (como lo definió el portavoz del gran Muftí del Líbano, doctor Mohammad Sammak en Asís) que declara tener como maestra espiritual una sencilla y humilde mujer trabajadora del hogar.

Francisco es un Papa que conmueve también a las mujeres musulmanas porque acoge “a sus hijos” musulmanes con sonrisa y amor como esa “María de Fátima” a la cual ha dedicado todo su pontificado. Es un Papa mariano, un hijo, un discípulo y un testigo creíble de María, ejemplo sublime y madre de la humanidad.

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