Tribuna

Está y… es provocativa

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Te voy a decir todo si al final de cuentas tu eres quién provoca todo esto en mi sentir. Aunque no haya heredado la sangre del poeta y tenga lengua lenta para repetir… Te pensaré, te sentiré te extrañare cada día (Pintos, Abel, 2013)



Esta canción, según toda la letra, es una emotiva expresión que quiere abordar la despedida de personas que se quieren, que se aman. Y ante esa situación, manifiestan los sentimientos y emociones profundas del vínculo de amor que los une… y seguirá uniendo. El cantante utiliza la expresión “A-Dios” como en dos intenciones. Una el “adiós” de despedida. Y la otra es la invocación “a Dios” quizás indicando la solemnidad y profundidad del momento.

Evitando ser hermeneutas del autor, nos queremos apropiar de dos experiencias que provoca la canción cuando la escuchamos: es un deseo de bien, de valorar lo bueno y bello que existe en ese vínculo de amor. Y, por otro lado, en el estribillo afirma que “tú eres quien provoca”. Podríamos contemplar ahí que hay una experiencia de amor que es provocativa, que existe un vínculo entre quienes se aman que estimula escribir y entonar en él esta canción.

En la celebración de la fiesta y núcleo de nuestra fe cristiana, Santísima Trinidad, encontramos una divinidad que es amor y que es provocativa… Es ella quien produce en quienes nos vinculamos vivir su manera de ser…

Primera Provocación: es inclusiva y en comunión

“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo” (CEC, 1997) (#234)

La fe de la comunidad creyente, es en una divinidad que es inclusiva porque ella (La Trinidad) son tres en uno: tres personas en una misma sustancia, tres que existen y viven en y desde el amor.

La doctrina de Iglesia en el Catecismo afirma que la Trinidad es la causa de todos los demás misterios, es ella quien provoca y origina en sus obras los vestigios de su ser. Las particularidades y cualidades que ella tiene, son participadas a la creación. En esta oportunidad, queremos contemplar dos: la inclusión y la comunión.

La Trinidad incluye, son tres que hacen partícipes a los seres humanos de su propuesta de salvación como “consortes de su naturaleza” (Concilio Vaticano II – DV, 1965) (#1).

La Trinidad es comunión: donde lo diverso vive y convive con cada una de las personas divinas. Las particularidades de cada una de las personas trinitarias “realiza la obra común según su propiedad personal” (CEC #258).

La Trinidad provoca la inclusión y la comunión en lo que crea y sostiene: en el mundo que es uno, pero con diversidad de realidades, paisajes, colores, variedad de vida (vegetal, animal y humana), en los diferentes hábitats, etc. ¡La creación es una y ella vive y manifiesta, como signo, la unidad, diversidad y comunión que recibe de la Trinidad!

Segunda provocación: se comunica

¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? (Deut. 4, 33)

Los cristianos creemos, celebramos y anunciamos que la Trinidad se comunica. No es una divinidad que hay que buscar en un itinerario extremadamente exigente para encontrarla. Ella se hace visible, comprensible, audible, palpable, etc., en lo cotidiano de la existencia humana.

Con la llamada Escuela de Tubinga y la Nouvelle Theologie, la revelación es considerada sinodal porque acontece entre ella, los seres humanos y la historia en la que se realiza (Torres Queiruga, Andrés, 2008, pág. 101). Estas tres dimensiones se entrelazan equilibradamente. Es decir, este misterio está y sigue haciéndolo junto a y con las personas en sus realidades, experiencias y momentos históricos, porque “la historia del mundo es la base de la historia de la revelación, y en la historia de la revelación la historia del mundo revela su misterio” (Torres Queiruga, Andrés, 2008, pág. 105). Esta comunicación la consideramos como una participación, diálogo vivo, personal, y comunitario entre la iniciativa divina (Concilio Vaticano II – DV, 1965), y las personas, juntas construyen ese plan salvífico en la vida concreta. Por esto, afirma el teólogo Edward Schillebeeckx: “la revelación tiene que ver, por su propia naturaleza, con la experiencia humana. La revelación es una experiencia expresada con palabras; es acción salvífica de Dios en cuanto experimentada y expresada por el hombre” (Schillebeeckx, Edward, pág. 38).

Por la revelación, la Trinidad es cercana que ama y quiere ser amada junto a las personas y sus realidades.

La Trinidad se comunica como presencia siempre salvífica que ama hasta la locura, la locura del Misterio Pascual. Ella nos revela su rosto, recapitula y desborda el cosmos y la historia con las señales de su presencia, cercanía y acompañamiento salvífico y redentor.

Tercera Provocación: nos hace parte

“Han recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritan ¡Abba, Padre! Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rom. 8, 14 – 16)

Nuestro venerado y admirado Papa de la Sonrisa ya en 1978 expresó públicamente en un Ángelus, una verdad de fe que hasta ese momento no era afirmado públicamente: Dios es padre y madre (Juan Pablo I – Ángelus 10 de Septiembre, 1978).

La Trinidad tiene estas características porque es “misericordia que se interesa por la miseria (hen), fidelidad generosa a los suyos (hesed), solidez inquebrantable en sus compromisos (emet), adhesión de corazón y de todo el ser a los que ama (rahamim), justicia inagotable (sedeq), capaz de garantizar a todas sus criaturas la plenitud de sus derechos y de colmar todas sus aspiraciones” (Dufour, León, 2005, pág. 323).

El mismo Catecismo de la Iglesia expresa que los vocablos “Padre y Madre” son aspectos que se aplican a Dios porque su bondad y deferencia hacia la humanidad, manifiestan la relación inquebrantable entre la Trinidad y la humanidad: su paternidad y maternidad exterioriza nuestra filiación y fraternidad (CEC #239).

Y al revelarse así, nos hace parte: nos hace hijos, herederos… y por eso, nos incluye en el plan de salvación. ¡Maravilla de la fe en la Trinidad! Ella no tiene “un plan” que se nos impone, o elaborado sin nuestro consentimiento. El plan de Dios es una propuesta de colaboración humana y juntos lo realizamos. Es decir, no habría que pensar que discernir nuestra vocación es encontrar ese “mapa preestablecido”, sino una propuesta sinodal de felicidad.

Cuarta Provocación: Nos santifica

“el Espíritu Santo vivifica y une visiblemente a la iglesia” (Aquino, Tomás de – STh III, 1998) (q 8, a 1, ad 3)

Esta vivificación es la acción de la Trinidad en la comunidad de fe, que hace del tiempo un lugar de manifestación de la santidad que proviene ella. Lamentablemente se ha instaurado un modelo de santidad cristiana que está asociada a lo “milagrero”. Sin embargo, en la Escritura y Tradición de la Iglesia, profesamos que el Espíritu es “dador de vida”, y así da testimonio que la Trinidad es y hace que todo lo creado participe a su manera, de esa belleza y santidad.

Ser santos… no es un deseo, es una realidad ya actuante, porque es la Trinidad, que es Santísima, quien nos hace partícipes de su santidad, excita a vivir en este Dios que todo lo renueva, anima y sostiene. Ser santos, tiene a la Trinidad como principio (arje), quicio (centro) y meta (sjaton).

Somos santos porque somos creados y consagrados… La Trinidad nos revela que la consagración es de todo el Pueblo de Dios, no de algunos, ni de muchos. ¡Sino de todos!

La Trinidad nos hace santos y nos invita a vivir a su estilo, para crecer en esa dinámica y por nuestra vida profundizar y ahondar en esa realidad (Curia, Christian, 2022, págs. 8-19)

¿Por qué el título con la palabra “provocativa”?

En español, según la Real Academia (RAE), provocativa deriva del verbo provocar y al explicarlo brinda las siguientes interpretaciones: “incitar, inducir; estimular, mover o incitar, hacer que una cosa produzca otra como reacción o respuesta a ella, facilitar, ayudar” (RAE – Provocar, 2024).

Y contemplando los textos del domingo de la Santísima Trinidad, queremos expresar que ella es así: provocativa porque “provoca” en nosotros vivir a su estilo, a su manera de ser, a encarnarnos, a ser animadores, a construir y crear espacios y ambientes de comunión y diversidad, a ser inclusivos y vivir en comunión, a comunicar las maravillas de Dios y de toda la belleza que existe en el mundo y somos capaces de construir y descubrir.

Si como iglesia aún no hacemos evidente estas características de la Trinidad, el motivo sea quizás, y solo quizás, porque nos hemos puesto en el centro de todo, cuando en la fe cristiana el centro es la Trinidad.

Plegaria

Trinidad provocativa, es hermoso y bello darte gracias,
porque nos incluís en tu propuesta de salvación,
porque te comunicas y nos revelas la profundidad de tu amor en lugares y personas,
porque al incluirnos, nos haces parte y herederos del Reino,
porque nos haces constructores de una comunidad de fe que quiere ser y vivir a tu estilo, a tu manera de ser.
Trinidad de la Comunión, te pedimos, que tu presencia anime una conmoción
y podamos ser una iglesia provocativa a tu estilo: inclusiva, abierta, comunicativa, predispuesta,
que valora lo bueno, bello y verdadero que existe en el mundo, incluso antes que nosotros lleguemos.

Feliz Pascua de la Vida Nueva… y que ella nos impulse a seguir siendo felices y con caras de redimidos.

Bibliografía

Aquino, Tomás de – STh III. (1998). ‘Suma Teológica’. Buenos Aires: BAC (Biblioteca de Autores Cristianos).
CEC. (26 de diciembre de 1997). Catecismo de la Iglesia Católica.
Concilio Vaticano II – DV. (18 de Noviembre de 1965).
Curia, Christian. (2022). ‘Una aventura maravillosa’. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: PPC – Bonum.
Dufour, León. (2005). ‘Vocabulario de teología bíblico’. Barcelona: Herder.
Juan Pablo I – Ángelus 10 de Septiembre. (10 de Septiembre de 1978).
Pintos, Abel. A-Dios (2013).
RAE – Provocar. (2024).
Schillebeeckx, Edward. (1982). ‘Cristo y los cristianos’. Madrid: Cristiandad.
Torres Queiruga, Andrés. (2008). ‘Repensar la revelación. La revelación divina en la realización humana’. Madrid: Trotta.