Tribuna

En el adiós a Antonio Montero: El periodista predestinado

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Cuando Churriana de la Vega vio nacer a Antonio Montero Moreno, nadie podía predecir que acabaría siendo obispo. Sin embargo, yo me atrevería a decir que nació predestinado a serlo. Esa misma opinión se hicieron, sin atrever a confesárselo, sus compañeros de estudios en la Facultad de Teología de la Cartuja de Granada, en la Universidad Gregoriana de Roma y en la Universidad Pontificia de Salamanca.



Ya comenzó a mostrar maneras cuando en 1951 fue ordenado sacerdote en la basílica papal de San Juan de Letrán. Dos años después, era nombrado subdirector de ‘Ecclesia’, a cuyo frente estaba nada menos que Jesús Iribarren.

Este extraordinario sacerdote cuenta en su libro ‘Papeles y memorias’ cómo se fraguó el ascenso de Montero a Madrid y su ingreso en la vida pública de la Iglesia española: “Me aconsejaron a un joven que acababa de terminar sus estudios en Roma y que, con sus 25 años ilusionados, daba sus primeros pasos sacerdotales en Granada. Le escribí con la mezcla de temor y esperanza de quien ofrece un puesto de trabajo lleno de incógnitas. Tan lleno de incógnitas estaba que yo no sabía que estaba invitando al próximo director de ‘Ecclesia’. Pero aceptó”.

Director de ‘Ecclesia’

Efectivamente, en 1954 Iribarren, hostigado por el Gobierno de Franco, deja la dirección del semanario en manos del que era ya director en funciones, Antonio Montero. A lo largo de todos esos años, “el nuevo director –escribe siempre el sacerdote vasco– “se había ganado a pulso su prestigio y acreditado su prudencia”. Hay que añadir, la confianza del cardenal Plá y Deniel, arzobispo de Toledo y hombre clave en las nada fáciles relaciones Iglesia-Estado. En 1958, Montero fue nombrado director, cargo que desempeñó largos años.

Estos dos sacerdotes vuelven a encontrarse en Roma en los años vitales del Vaticano II, cuando se creó la Oficina Española para la Información del Concilio que dirigió Iribarren. Sus oficinas se instalaron en el número 58 de la vía Gregorio VII, muy próxima al Vaticano. Por allí pasaban casi a diario sacerdotes periodistas como el mismo Montero, José Luis Martín Descalzo, José María Javierre y otros. Aquí me permito recoger una anécdota reveladora de la “predestinación episcopal” de don Antonio. (…)

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