Tribuna

El papa Francisco y su testamento espiritual de noviolencia

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En febrero de 2022 en un encuentro de casi dos horas con jóvenes universitarios de América Latina el papa Francisco les dijo: “Necesitamos la profecía de la noviolencia. Este es el mayor reto que esperan de vosotros”.



El legado del papa Francisco es precisamente la anunciación continua de esta profecía de la noviolencia a lo largo de todo su pontificado. Se trata de un testamento espiritual, una herencia para las presentes y futuras generaciones para que, unidas en sinodalidad, trabajemos en su realización. Este testamento es claro incluso en sus últimas voluntades: “El sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos”.

Y no son solo palabras. En un un mundo que ya no escucha, el papa Francisco hablaba con el gesto, con la acción concreta, cotidiana, cercana.. A esos mismos jóvenes les había dicho: “La violencia destruye, la violencia no construye, y lo vemos en las dictaduras militares y no militares a lo largo de la historia”. No eran solo palabras. Él mismo se la jugó por la gente frente a los militares durante la dictadura Argentina, como señala Paco Blanco, amigo y confidente de Bergoglio.

Hemos asistido a un pontificado construido con la fuerza de los gestos proféticos encarnados, a veces aparentemente pequeños y sencillos, pero que han pavimentado un camino profundamente humano y espiritual que ha trascendido incluso los muros de la propia Iglesia católica.

Jornada Mundial por la Paz

En 2019, por ejemplo, el papa Francisco sorprendía al mundo al arrodillarse y besar los pies de tres líderes de Sudán del Sur durante un retiro espiritual en el Vaticano. Allí les había reunido para pedirles que pusieran fin a la guerra civil y trabajaran juntos por la paz. Aquella imagen dio la vuelta al mundo. Un sencillo gesto de noviolencia para acabar con toda la violencia de la guerra.

Dos años antes, en el mensaje de la Jornada Mundial por la Paz, nos había anunciado ya el gesto con palabras: “Ser hoy verdaderos discípulos de Jesús significa también aceptar su propuesta de la noviolencia”.

La firma del Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común,  en Abu Dabi en 2019, junto al gran imán Al Azhar, Ahmed al Tayyeb, principal líder religioso del Islam suní, o la firma de la Declaración de Istiqlal con el gran imán Nasaruddin Umar en Yacarta en 2024 fueron otros dos gestos de noviolencia en un mundo acostumbrado al enfrentameinto y la polarización. Cada uno de ellos ha sido una anunciación de esa misma profecía a la que llamaba a los jóvenes.

Papa Francisco Efe

Papa Francisco. Foto: EFE

El papa Francisco nos ha invitado a un peregrinaje de transformación, a un caminar juntos que no es sino un plan para resucitar. En mitad de toda la violencia del mundo, su anunciación de la profecía de la noviolencia ha sido y continuará siendo horizonte de esperanza y resurrección. Lo señalaba citando a su predecesor el papa Benedicto XVI: “Para los cristianos la noviolencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien “está tan convencido del amor de Dios y de su poder”, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad”.

Su testamento espiritual es, en este sentido, una profecía que, al mismo tiempo, es llamamiento a  organizar y construir “la civilización del amor”. Una profecía que es una revelación pero también un don y un reconocimiento. Un don que le ha permitido anunciar la voluntad de Dios y, al mismo tiempo, un reconocimiento de esa misma voluntad de Dios en el presente como esperanza de futuro.

En ‘Fratelli tutti’ nos lo recordaba una vez más: “A los cristianos que dudan y se sienten tentados a ceder ante cualquier forma de violencia, los invito a recordar aquel anuncio del libro de Isaías: ‘Con sus espadas forjarán arados’. Para nosotros esa profecía toma carne en Jesucristo, que frente a un discípulo cebado por la violencia dijo con firmeza: ‘¡Vuelve tu espada a su lugar!’”.

Del Vaticano a Lampedusa

Y en el 60º aniversario de la promulgación de la encíclica de san Juan XXIII ‘Pacem in terris’, el papa Francisco instaba al mundo a rezar por una cultura noviolenta: “Hagamos de la
la noviolencia una guía para nuestras acciones, tanto en la vida cotidiana como en las relaciones internacionales. Y recemos por una una cultura de la noviolencia más extendida, que progresará cuando los países y los ciudadanos recurran cada vez menos al uso de las armas”.

No es extrano que su último mensaje en redes sociales fuera también para recordarnos que la paz es posible, o que su visita hace tan sólo unos días la dedicara a los presos de la cárcel Regina Coeli en Roma para decirles “quiero estar cerca de vosotros”. Cuando otros construyen muros, criminalizan a la humanidad por su origen y la expulsan de sus propias vidas y de un futuro de esperanza, él nos ofreció el poder del perdón, la misericordia y la reconciliación.

Su primera visita pastoral fuera de Roma fue a Lampedusa en 2013: “No estaba programado, no había invitaciones oficiales. Sentí que debía ir”. Fue un grito de verdad y amor contra la indiferencia humana. Inicio de un pontificado de noviolencia.

En estos días pienso en cada una de las personas que busca asilo, refugio y santuario. En cada una de las personas que vive bajo las bombas y la amenaza constante de la guerra. Y en quienes sufren la violencia cotidiana en las familias, en las escuelas, en los lugares de trabajo, en las comunidades indígenas. ¿Quién llamará ahora cada día al párroco de Gaza, Gabriel Romanelli?

Y entonces recuerdo su llamamiento a los jóvenes a hacer lío en Río de Janeiro. Es hora de que esa llamada, esa acogida, ese refugio, ese santuario de noviolencia activa que hace lío en el mundo lo ofrezcamos cada uno de nosotros, los llamados a ser verdaderos discípulos de Jesús. Esto es lo que se espera de nosotros. Ese es el testamento espiritual de ‘Franciscus’.