Tribuna

El Arca de Noé

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El libro del Génesis cuenta que se produjo un diluvio universal y Noé, un hombre justo y bueno, fue puesto a salvo con su familia. Para ello construyó un arca o gran barco, en el que también puso a salvo a un par de animales (macho y hembra) de cada especie, de ese modo una vez pasado el diluvio, se conservó la vida sobre la tierra. Más allá del relato bíblico, la historia de Noé ha trascendido las religiones y forma parte de la cultura general. Podría decirse que, siempre que alguien salva de una situación peligrosa a otros, se compararía con Noé y su Arca.

En nuestros días hay una gran conciencia de la importancia del cuidado y respeto por la vida de los animales y, varias asociaciones dedicadas al cuidado y preservación de ellos (especialmente de los que están en peligro de extinción), llevan nombres asociados al arca de Noé. En otras como Greenpeace, sus integrantes hasta ponen en juego sus propias vidas a la hora de salvar, por ej.  a las ballenas[1]. Todo buenamente, forma parte de la conservación del equilibrio ecológico, del cuidado de la casa común que es nuestro planeta. A nadie se le ocurriría una ley o una proclama en contra de los animales o de estas asociaciones, sino todo lo contrario.

Hay muchos ejemplos a nivel de personas en los cuales, han corrido peligro y todo el mundo, de un modo u otro han deseado verlos sanos y salvos. Recreo el accidente aéreo de un grupo de 45 rugbiers uruguayos que cayeron en la Cordillera de Los Andes en octubre de 1972, a pesar de las búsquedas no se supo de ellos y hasta se los dio por muertos. A fines de diciembre pudieron ser rescatados 16 sobrevivientes y eso, a pesar del dolor, generó un gran alivio[2]. En agosto de 2010, en la zona norte de Chile se derrumbó una mina de oro con 33 mineros dentro[3]. Con la agilidad de los medios de comunicación todo el planeta se puso en sintonía, y cada uno nos sentíamos un poco encerrados en ese lugar sin saber si vivían o no.

Finalmente con el trabajo conjunto de varios países y la inversión de muchos recursos tecnológicos, humanos y financieros, los ubicaron y los rescataron. Para la mirada de los demás ellos se convirtieron en aquello que bajaron a buscar, sus vidas eran oro que había que encontrar, cuidar y salvar A nadie le es ajeno lo ocurrido recientemente con los niños de Tailandia, encerrados en un lugar inaccesible, lejos de sus afectos y sin poder asegurar que pudieran salir con la muerte de un rescatista de por medio[4].

Para no quedarnos en la casuística, haré una mirada amplia. Si revisamos los hechos desde Noé, pasando por las organizaciones ecologistas y llegando a los niños de Tailandia, hay características comunes: una situación que amenaza la vida y que pone en peligro a animales y humanos, una movilización de otros para salvarlos, el deseo de todos de que no les pase nada, la empatía y la omnipotencia por esos seres que corren peligro de muerte, el deseo obvio de un final feliz, la vigilia permanente para saber qué está pasando con ellos, las discusiones para evitarlo a futuro, y la alegría y alivio o tristezas y rabia finales según se haya podido salvar estas vidas o no. Y sobre todo, el coraje y la audacia para salvar la vida, aún a costa de la propia.

Como dije al comienzo, nadie discutiría sobre la vida de los animales y esto es a tal punto, que se están eliminando los zoológicos de las ciudades por ser un lugar no apto para la vida normal de estos seres y especialmente para su reproducción. Postura con la que coincido.

En el plano humano la situación no es la misma. Con las leyes de legalización del aborto, interrupción voluntaria del embarazo o como sea (para no llamar a las cosas por su nombre), se atenta a la vida humana y también a su reproducción. Es verdad que la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, por eso por ej. puede donar sangre y hacerse una cirugía estética; distinto es el ser que está gestando, que es otro cuerpo dentro del suyo por la sencilla razón de que la naturaleza así lo quiso ¡y la medicina lo repite en todos lados!. Aunque esa gestación sea accidental o no deseada, como el cautiverio de los chicos de Tailandia o los mineros de Chile, no tengo derecho a, no sólo no hacer nada para que muera, tampoco a hacer algo para provocar su muerte.

En el caso de los mineros, hubo la intención de algunos basada en hechos, de no buscar más y dejarlos a su suerte porque era difícil y costoso saber dónde estaban y más aún rescatarlos y seguramente muchos estarían muy dañados; inmediatamente todos se opusieron e hicieron quedar muy mal a esas voces que consideraban inhumanas. Hoy pareciera que a ese niño que está en una especie de caverna que es  el útero de su madre y por tanto, se sabe dónde está y con los avances en el diagnóstico por imágenes se lo puede ver y escuchar, se lo quiere dejar librado a su suerte, o porque no se lo quiere o porque está dañado o porque es costoso para la familia. Y aquí aclaro que para salvar los mineros, los países más desarrollados aportaron su experiencia y maquinaria, distinto al aborto que se busca legalizarlo para imitar a los países desarrollados. Releo lo que escribí y me cuesta entender.

Creo que ha llegado el momento de llamar a Noé para que venga con su arca y nos salve de nuestras incoherencias y de nuestras inconsistencias humanas, y no estaría de más que,  ya que su arca tenía más animales que personas, imitemos a las instituciones que los defienden y los consideran desde lo que realmente son.

En mis varios años de escuchar y acompañar personas en distintos lugares de distintos países, tengo mis propias estadísticas que se las comparto: nunca una mujer pobre me ha dicho que está arrepentida de tener sus hijos y contrariamente todas las mujeres, me expresaron que están arrepentidas de haber abortado y aún aquellas que han sufrido abortos espontáneos, los consideran, los recuerdan. La más triste de las estadísticas, es la que escuché por primera vez de una mujer del sur de Chile y se repitió en otras que habían interrumpido su embarazo: ‘Sé la fecha en que murió mi hijo, no sé cuándo nació’. Podía recordar la muerte pero no podía celebrar la vida.

Más allá de los debates, el aborto es un tema antropológico teñido totalmente de sentido común que, como expresa el dicho, “es el menos común de los sentidos”. Aprendamos de Noé y de nosotros mismos en tantos ejemplos de vida o muerte como los que conté. Dejemos fluir nuestra pasión por la humanidad, aunque haya leyes que digan que podemos matarla.

 

[1] www.greenpeace.org
[2] Cf. Vierci, Pablo: La sociedad de la nieve, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2008.
[3] Cf. Vergara, Carlos: Operación San Lorenzo, La tercera Ediciones, Santiago de Chile, 2010.
[4] Cf. www.elpais.com/internacional , 10/9/2018.