Tribuna

Cinco ‘tips’ para aplicar la transparencia en la gestión de las entidades de la Iglesia

Compartir

Uno de los grandes retos que tiene la Iglesia hoy en día es actuar con transparencia. Si bien todas nuestras decisiones deben garantizar una actuación ética y transparente, se hace especialmente importante que esta se de en el ámbito económico- financiero y, por tanto, en la gestión de los bienes y de las personas en nuestras entidades.



Los recursos con los que cuenta la Iglesia se dirigen a anunciar, celebrar y vivir la fe, lo que implica entregarse a los demás. Toda nuestra labor debe estar orientada al servicio de estos fines y es necesario, por tanto, administrarlos sin perder de vista la misión de la Iglesia a la luz del Evangelio.

En los últimos años han ido desarrollándose en las entidades de la Iglesia distintos trabajos en materia de transparencia y gobernanza, que han surgido como un instrumento necesario y eficaz para orientar nuestra labor, ya que velan por los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, y fomentan las buenas prácticas en consonancia con estos.

Algunas claves que pueden señalarse para lograr una gestión transparente en la Iglesia son:

  1. “Pensar en transparencia” en todas sus dimensiones, y a todos los niveles de nuestra organización. La transparencia en la Iglesia no ha surgido solamente como respuesta a una exigencia social o legal, sino que forma parte de toda su esencia, y supone una gran dimensión pastoral y comunicativa.
  2. Gestión profesional. Las personas que participan en la administración de los bienes en la Iglesia actúan por cuenta y en nombre de la Iglesia, debiendo conocer y observar las leyes que van a determinar las distintas actuaciones de su gestión. También lo es contar con una adecuada estructura organizativa y de personal para el buen uso de los recursos.
  3. El código de buen gobierno define el marco en el que deben darse las relaciones que podemos tener con nuestros grupos de interés, tanto de carácter contractual como de comunicación, con la sociedad, con los donantes, con los trabajadores, etc.

Iglesia junto al mar

  1. Rendición de cuentas y políticas de transparencia. La capacidad que tiene una entidad de rendir cuentas es un indicador inequívoco de su transparencia. El deber de vigilancia que prevé esta rendición no solo es aplicable a las parroquias y entidades diocesanas, sino también a las asociaciones públicas de fieles y a las fundaciones canónicas. Además, una organización al servicio de la sociedad, como es la Iglesia, deberá ofrecer de forma periódica información sobre sus actividades, sus proyectos, sus fuentes de financiación, el destino de sus fondos; no solo a los fieles, sino al conjunto de los ciudadanos. 
  2. Implantar herramientas de control interno y externo. En las entidades de la Iglesia existen algunas figuras canónicas, como los consejos de asuntos económicos, que pueden ayudar en esta tarea de control interno. Uno de los trabajos que se ha llevado a cabo desde la Conferencia Episcopal es, precisamente, un proyecto de control interno en el que se han identificado buenas prácticas en las diócesis, para establecer así un marco común de actuación y evitar desviaciones en las labores diarias, y, en definitiva, mejorar en la gestión.
Lea más: