Tribuna

Carta a la Dolorosa

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María de los Dolores, ayer estuvimos adorando y exaltando la Cruz de tu Hijo amado y hoy, seguramente dedicamos algunas horas para enarbolar este día yendo a Misa o rezando el Rosario, recordándote al pie de la Cruz. Es bueno y nos hace bien. Sin embargo, en cada fecha, en el transcurso de cada año de nuestra vida de Fe, cabe preguntarnos cómo ir más allá del recuerdo, más allá de un día en que el calendario litúrgico hace señas.



Tu Hijo dijo que “no había perdido a ninguno de los que el Padre le había confiado”. Hoy, nosotros somos aquellos y aquellas que le fuimos confiados a tu Hijo y, sin duda, hay intercesión por tu parte por quienes somos del Padre porque Él nos dio, para que Él siga latiendo al galope tendido en nuestros corazones buscadores de esperanzas.

Como Vos sabés, fuimos convocados a caminar juntos dentro de nuestra Iglesia y, fuera de ella, con todas las personas que día a día van poblando nuestra vida en las calles de nuestra ciudad o en los más remotos parajes y pueblos de toda geografía. Fuimos confiados todos y hasta el fin del mundo.

Entonces, Vos, Mamá María, la transida de dolor, ¿qué sentirás hoy cuando alguno de nosotros anda perdido? Sabemos que si uno solo se pierde, si una sola se perdiera, allí estará Él tocando a la puerta, nuevamente y con insistencia.

Caída del fervor

Te imagino doliéndote en los que andamos perdidos, porque ¿qué sentido habría tenido la cruz de tu Hijo si nos vamos perdiendo dentro de la Iglesia? ¿En qué andamos perdimos? ¿Cómo es que nos perdemos?

Decía el paapa Francisco en ‘Evangelli gaudium’, hace ya diez años, que “hoy se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad. Al mismo tiempo, la vida espiritual se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio pero que no alimentan el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora. Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males que se alimentan entre sí”.

Mamá María, a veces vamos perdidos por dentro en un intimismo que no es interioridad sino ausencia anticipada del mundo en el que tenemos que vivir y actuar. Por temores, por vacíos, por ausencias. Nos ponemos caparazón, nos hacemos cáscaras irrompibles. No nos dejamos tocar, ni abrazar ni encontrar.  Nos sumergimos en la acedia. ¿Habrás sentido alguna vez esto mismo en tu caminar?

Y sigue Francisco: “Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante. Así se gesta la mayor amenaza”, y cita a Joseph Ratzinger, en la ‘Situación actual de la fe y la teología’: “Es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”.

Francisco nos insiste en que “se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. Desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como “‘ más preciado de los elixires del demonio’ (cita a G. Bernanos, ‘Journal d’un curé de champagne’). Llamados a iluminar y a comunicar vida, finalmente se dejan cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y cansancio interior, y que apolillan el dinamismo apostólico”.

Otras veces, nos vamos perdiendo por fuera, con los otros, con los gestos del desamor, del ninguneo, de la ignorancia de una alteridad que nos expresa como en nuestro ser con otros y nos convoca a la común unión. Y también nos perdemos en las palabras del agravio, del insulto, del maltrato o la desconsideración ante el replique de falsas noticias que afectan a la verdad e impiden la reflexividad.

Francisco sigue gritando a la Iglesia: “Por todo esto, me permito insistir: ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!”.

La estaqueada, la que permanece

María Dolorosa al pie de la cruz, “no escapa”, dijo Francisco, “simplemente permanece. Está al pie de la cruz. No escapa, no intenta salvarse a sí misma, no usa artificios humanos y anestésicos espirituales para huir del dolor”. “Permanecer con el rostro surcado por las lágrimas, pero con la fe de quien sabe que en su Hijo Dios transforma el dolor y vence la muerte”.¹

Mamá María, ¿qué sentido tendría tu dolor si no podemos vivir hoy que Jesús nos quiere encontrados? A menudo recordamos tus pocas palabras en el texto bíblico. Mujer de pocas palabras y de mucha acción, ¿cómo es vivir encontrados más allá de las palabras?

Te recordamos escuchando, preguntando, confiando, obedeciendo, corriendo, visitando, glorificando, alabando, sirviendo, acompañando, pariendo, amamantando, meditando, caminando, pidiendo, sufriendo, suplicando, peregrinando, permaneciendo, …esperando el cuerpo de tu Hijo a los pies de la Cruz. Y hay más verbos que nos muestran esa manera de ser tuya, tu estar viviendo siempre nueva y siempre encontrada ante la novedad de Dios.

¿Cómo dejarnos abarcar por tu corazón donde suenan latidos alineados en la frecuencia de Jesús que pueden sembrar melodías tanto en la tristeza, como en la enfermedad, como en las alegres novedades de su respiración cotidiana?

¿Cómo dejarnos encontrar en la comunión del bien común, por las miradas de quienes claman por un día de vida más, por quienes tienen hambre de tierra y de cielo, por quienes esperan justicia, por quienes necesitan un abrazo, una caricia, una sonrisa?

María Dolorosa, vos no escapaste, estuviste al pie de la Cruz, sosteniendo el dolor de tu Hijo y viéndolo morir, contemplando su entrega y queriendo comprenderla, permaneciste como una estaca, como una madera del madero, también clavada y firme y no hubo temblor que te moviera.

Que esa, tu fuerza conseguida por la aceptación de la Gracia nos acompañe hoy y nos permita  encontrarnos en los mismos dolores de una humanidad agrietada y desencontrada.

Que tu permanencia sea la nuestra, haciéndonos parte del todos, arraigados en las bases que sostienen las diversas culturas de nuestro pueblo.

Que como vos, María Dolorosa, no escapemos.  Porque tenemos la gran responsabilidad de manifestarle al mundo, a todos, todos, que el amor fraterno es la bandera de la verdad, la justicia y la paz.

¹ Papa Francisco, en el día de la fiesta de la Virgen de los Siete Dolores, en el Santuario de Šaštin, patrona de Eslovaquia

Imagen de la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores (Boulevard L. Suárez de Figueroa 507 – provincia de Córdoba)