Tribuna

¡Benditas redes sociales!

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Las cartas escritas de puño y letra y los buzones de correo, vigentes plenamente hasta hace un par de décadas, se han convertido en piezas de museo o elementos de decoración. ¿Qué persona o situación las ha desalojado después de siglos de vigencia? Aparentemente es  la llegada de nuevas tecnologías que nos trajeron nuevos modos de comunicación y los han reemplazado…en parte.

El fax y el correo electrónico de a poco, mostraron una manera más ágil y hasta segura de “mandar” cartas, notificaciones, saludos. Últimamente facebook, instagram, Twitter entre otros modos de redes sociales, que de la mano de los celulares inteligentes, informan en tiempo real lo que se hace, se dice, se piensa; en algunos casos con determinadas aplicaciones, no hace falta realizar ninguna acción para que los demás sepan dónde y qué estamos haciendo.

Imaginemos unas vacaciones 25 años atrás, se regresaba y allí se escribía una carta a quienes queríamos contarle lo que habíamos vivido y en caso de poder hacerlo, se hacía un duplicado de las fotos, que se revelaban de un rollo que llevaba una cámara fotográfica o quizás alguna digital, para adjuntar e ilustrar vivencias; luego se ponía todo en un sobre, se iba hasta el correo, se compraba la estampilla y se colocaba en el buzón. Este rito tantas veces como personas quisiéramos compartirles lo vivido. Otra descripción sería la escritura de la carta y la espera de la contestación. Dejaré este relato que para los “under” 25 es de literatura de ficción, para analizar lo que reemplazó ese rito por la inmediatez de sacarse una foto, y comentario mediante, subirlo a las redes sociales para que esté a disposición de todo el mundo, ese signo de los tiempos llamado “redes sociales” que existe gracias a la bendición de Internet[1].

Justamente el desarrollo de las comunicaciones telefónicas de modo que puedan unirse todos los dispositivos asociados a una red, es lo que dio nacimiento a internet. Su nombre proviene  del inglés Interconnected Networks que significa redes interconectadas. Nació en 1969 en el Departamento de defensa de Estados Unidos con los fines de intercambiar datos más ágilmente. El resultado está a la vista.

Internet es una verdadera bendición porque el hombre, con la inteligencia que le regaló Dios, revolucionó el modo de estar conectados entre los humanos. Pero no deja de ser una herramienta y como tal, de acuerdo al uso que se le dé puede ser constructiva o amenazante. Las redes sociales desarrolladas a partir de la aparición de Internet, constituyen un canal de comunicación que han ensanchado y a la vez reducido el mundo. Permiten comunicarnos con los lugares más distantes como si estuviésemos al lado. Forman un verdadero continente digital al que no hay que tenerle miedo, debemos insertarnos en él con creatividad y coraje para anunciar buenas noticias, es un verdadero campo de misión que puede convertirse en fuente, en referente, en espacios sencillos de evangelización porque tiene además, la característica de que se transmiten y se reciben de modo personalizado. Es una buena herramienta para generar la cultura del encuentro.

Este estilo de comunicarse, caracteriza nuestra época como un verdadero mundo de redes con calles digitales, por donde debemos caminar con otros, con la misma ternura y misericordia con que también tenemos que caminar las calles de las ciudades. El centro no es la noticia sino las personas, sus corazones, no se trata de imponer ideas, estilos siendo tendencia con un “me gusta” (muchas veces pagado), sino de pensar serenamente qué encontré, qué tengo de bueno, de bello o de verdadero para contar[2]. Y a la vez, con actitud de escucha y discernimiento, explorar qué verdades (alegres o tristes) qué bondades (aquellas que muestran involucramiento) y qué bellezas (algunas consideradas fealdades), andan por el continente digital y construyen un verdadero diálogo. A partir de allí repartir pulgares para arriba, corazones y sonrisas.

Creo que las redes tiene un par de peligros importantes: la despersonalización y la agresión. La primera es evidente cuando solo se está atento a ellas y nos “enredamos” en sus contenidos, ignorando el que está al lado y peor aún, olvidándonos de nosotros mismos, gastamos tiempo y energías en espacios que no construyen y nos aíslan. Al ser un multiespacio unilateral y sin trabas, invita silenciosamente a una expresión desenfrenada que, ayudado con la predominancia del modo visual priva de otros estilos de manifestación que empobrecen la comunicación y agravan los dichos. Se agrede de un modo espiralado, se convierte así en un “todo vale”, estar solos con un Smart, escribir lo que “siento”, no respetar ideas ni empatizar, consumir información chatarra. En muchas ocasiones aunque compartamos con amigos a través de las redes, nos queda un vacío en el corazón, quizás porque no hubo demasiada bondad, verdad o belleza. Esos corazones los nuestros y los que pusimos como emoticón, poco a poco se van endureciendo porque les falta el estar con, el estar para que la inmediatez, con su moderna elegancia, nos va quitando. A veces la inmediatez y la necesidad de mostrarse atentan a la totalidad y a la verdad de la noticia. Sólo aparece lo estridente, lo conveniente, lo competitivo.

¿Entonces? ¿Tenemos que volver a las cartas y los buzones? ¿Lo de antes era bueno y lo de ahora no? ¿Lo de Benditas redes debiera ser en modo despectivo?

Del mismo modo como un cuchillo es un instrumento, con el que puedo herir a alguien o partir un trozo de pan para compartir con un amigo y, según el uso que le dé destruiré o construiré, lo mismo es el caso de las redes. El buen empleo que todos sabemos podemos darles, nos acercan a personas y hechos casi sin imaginar límites.

Repito, no es menor el campo de humanización y evangelización que se abre con el continente digital.

Jesús dijo “naveguen mar adentro y echen las redes[3]” navegar en el continente digital usando las redes es un nuevo modo de ser misioneros, de ser agentes de paz, de alegría y de consuelo. Para llegar a eso también hay que ser discípulos, escuchando a Dios, a nosotros mismos, a los demás; gozar mirando a la cara, disfrutar los aromas, colores y sabores de la naturaleza; descubrir la porfiada misericordia de Dios que siempre da nuevas oportunidades, reparar en el hermano que refleja mi fraternidad. Con las manos llenas de tanta bondad, verdad y belleza  y el corazón deseoso de pescar, no hay quien detenga la navegación por los mares digitales usando redes, como los primeros discípulos. Ellos eran pescadores y usaron sus instrumentos de trabajo, nosotros, como ciudadanos digitales usemos los nuestros, también llamados redes.

Redes que no enredan sino que conectan con palabras que no violentan. Palabras, emoticones y clics que dan buenas noticias…la Buena Noticia.

¡Así serán benditas las redes sociales!

[1] Cf. Papa Francisco, Mensaje por la Jornada de comunicadores sociales 2014.
[2] Cf. Papa Francisco, Mensaje a los periodistas, 16/3/13.
[3] Lucas. 5,3.