Tribuna

Antonio Rosmini y las llagas de la Iglesia católica

Compartir

En 1887, Antonio Rosmini, fue condenado por el Santo Oficio. Efectivamente, ya en vida había puesto uno de sus libros en el Índice, y en 1887 la Iglesia condenó -post mortem- 40 proposiciones tomadas de sus obras.



En el Enchiridion Symbolorum o Denzinger, instrumento que recoge el Magisterio de la Iglesia en forma de compendio de textos doctrinales originales de los Papas, de los Concilios y de otras fuentes autorizadas del Magisterio Eclesiástico.

En él se afirma lo siguiente: “El Santo Oficio juzgó que en estas proposiciones (de Rosmini) en el propio sentido del autor deben ser reprobadas y proscritas, como por el presente decreto general las reprueba, condena y proscribe… Su Santidad aprobó y confirmó el decreto de los Emmos. Padres y mandó que fuera por todos guardado”. (DZ 1930a)

Entre las obras más controversiales y que entran en el marco de la condena, se encuentra Las Cinco llagas de la Santa Iglesia, libro publicado en 1846. Libro de profunda conciencia moral y de amor a la propia Iglesia, lo cual le permitió discernir sobre los peligros que amenazaban a la Iglesia. Libro que, a pesar de toda el agua corrida bajo el puente de la historia, sigue teniendo vigencia. Una vigencia que duele y, en muchos casos, avergüenza.

Las cinco llagas…

¿Cuáles son las cinco llagas que menciona Antonio Rosmini? La primera que destaca es la separación entre el pueblo cristiano y el clero, enmarcado en la idea de que existía una distancia entre el clero y los laicos que no respondía al evangelio. La segunda llaga era la insuficiente formación cultural y espiritual del clero, llaga que hará más profunda la separación entre el clero y el pueblo.

La tercera llaga es la desunión de los obispos entre sí y de los obispos con el clero y con el papa. Una llaga que sigue abierta, causando un daño de proporciones inestimables.

La cuarta llaga es la injerencia política en el nombramiento de los obispos, Rosmini comprendió que el nombramiento de los obispos por parte de los reyes o del papa le parecía contrario a la fraternidad y libertad del evangelio y de la Iglesia. La quinta y última llaga es la riqueza de la Iglesia, es decir, los bienes temporales que esclavizan a los eclesiásticos.

Cinco llagas que intentaron ser sanadas en el Concilio Vaticano II con mediado éxito, en especial, si observamos algunos comportamientos de algunos miembros de la Iglesia en la actualidad.

La verdad y la tercera llaga…

Para comprender el pensamiento de Antonio Rosmini es fundamental tener claro cómo asumió ciertos conceptos, entre ellos, el concepto de la verdad. Un concepto al que considero pertinente volver hoy, tiempos de posverdades, es decir, de verdades emotivas, sin referencia objetiva a los hechos a los cuales se refiere.

Un concepto en el que insistió Benedicto XVI en ver como fundamento de la crisis de Occidente, donde también se encuentra inmersa la Iglesia. Posverdades que parecen sembrarse en el corazón de la desunión de los obispos entre sí y de los obispos con el clero y con el papa, es decir, la tercera llaga a la cual hacía mención Rosmini.

La situación que existe entre la jerarquía eclesial alemana y el Vaticano desnuda la profundidad de esta herida. La Iglesia en Alemania, con una actitud desafiante, incomprensiblemente desafiante, pretende subyugar la moral cristiana fundamentada en la Escritura y en la tradición. Actitud que viene acentuándose a partir de 2018 con la publicación de un informe que exponía más de tres mil seiscientos casos de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia en los últimos 70 años.

Y aunque, podemos suponer, que todo se pretende fundamentar bajo la profundidad de la Verdad de Cristo, cuando contempla lo que se viene desarrollando, llegamos a la conclusión de que Jesucristo no puede estar inspirando tal cosa.

Para Rosmini a la verdad solo se llega a partir de la luz de Cristo que somete las subjetividades humanas. Esto lo ha entendido perfectamente el Papa Francisco, colaborador de esa verdad, por ello, quizás pensando en Rosmini, invita a estimular el surgimiento y la continuación de procesos que nos construyan como pueblo de Dios, en lugar de buscar resultados inmediatos con consecuencias prematuras y medios de comunicación.

Junto al papa Francisco y a la memoria de Rosmini, decido mirar a la verdad que es Cristo, una verdad que llama a la prudencia para no caer en las trampas colocadas a lo largo del camino. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela