Tribuna

“Ahí tienes a tu madre” (Juan 19,27)

Compartir

Son las palabras que resuenan particularmente en Semana Santa, Jesús en la Cruz regalándonos la maternidad de María. Como todo parto, tiene dolor a la vez que fortaleza de parte de la mujer, es un momento en que aunque esté acompañada sufre la soledad de esa circunstancia porque, sólo ella siente el dolor y la valentía por esa vida que se presenta en su hijo; podría decirse también que se manifiesta el límite y la fragilidad humana desde ambas partes. Todo eso estuvo en la cruz y en el parto de María.

En la maravilla de la creación Dios nos crea con una madre, todos nacemos de una mujer a quien se llama madre y a la vez Él para humanizarse, quiso necesitar de una madre y se hizo hijo de ella y con la vivencia de un parto doloroso, nos la compartió para siempre. Esa maternidad heredada ya se prefiguró en la Anunciación y nueve meses después en Belén. Fueron ocasiones de alegría, de conmoción, de discernimiento y de entereza, también de zozobra.

Es bueno ver también que en ellos María acude en ayuda, crea comunidad, confía en Dios, se deja misericordear y desde su entrega humaniza el mundo. Y lo hace desde su gen de mujer que patentiza la acción generativa y protectora, sinónimo de maternidad más amplio que lo físico.

El Papa Francisco agradece a las mujeres que tratan de construir una sociedad más justa y acogedora. Esas mujeres no hacen otra cosa que dar vida a cada uno de los días, entre dolores y esperanzas consuelan  y comparten la Buena Noticia. Van diciendo con su vida “aquí tienes una madre”. Creen en Cristo resucitado, se parecen a María.

Será cuestión de gustar de la maternidad silenciosa y tierna de María, será cuestión de ser madres para todos, aunque esto a veces nos cueste dolores de parto.