Tribuna

Afinar las cuerdas de la vida

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Tres días antes de la Resurrección del Señor, el procurador del Imperio romano, sin hallar mayores dificultades, dio la orden de crucificar a Jesús de Nazaret, no hubo ningún signo especial que diera a entender que ese día abriría las compuertas a una serie de acontecimientos que conducían a la salvación del hombre.



Nada extraordinario parecía acontecer, salvo para aquellos que formaron parte del pequeño círculo que rodeaba a aquel nazareno. Tagore señala al respecto que ese día los enemigos de Jesús pensaron que todo había acabado y que esa pequeña chispa, pisoteada, se habría apagado para siempre.

Pienso en estas cosas, mientras me dejo abrazar por una brisa fresca que ha precedido a un pequeño, pero fuerte aguacero, seducido por las voces que interpretan Historia der frölichen und siegreichen Aufferstehung (Historia de la Resurrección de Jesús), composición coral compuesta por Heinrich Schütz (1585 – 1672), organista y compositor alemán. Las voces se van acoplando simple y austeramente para contar, en 11 escenas basadas en los 4 evangelios, la resurrección del Señor. Voces que van transitando sin emplear textos poéticos alusivos, las propias palabras de la Escritura traducidas al alemán. Prevalece de manera excepcional la armonía. Una armonía que parece invitarnos, aprovechando la relevancia de este día, a afinar las cuerdas de la vida, de nuestra vida.

Afinar las cuerdas de la vida

En la poesía tanto profana como religiosa, afinar las cuerdas de la vida se refiere al cuerpo humano que es usualmente contemplado como un instrumento, cuyas cuerdas son las distintas facultades humanas. El verbo afinar tiene un doble significado. Uno de ellos significa concluir, terminar, finalizar. Sin embargo, el otro significado, del cual me apropiaré para estas líneas, se refiere a perfeccionar. Este verbo me lleva, mientras las voces me intentan desnudar el corazón de María Magdalena frente al sepulcro vacío, a otra palabra: armonía, y sin duda, ésta me ubica frente a Pitágoras, el menos conocido de la tradición del pensamiento occidental. Figura envuelta por sombras y misterio, en cultos ancestrales, pero cuyas ideas sobre fraternidad girando en torno a una armonía universal siguen resultando seductoras.

La idea de una armonía divina como base que sustente a un mundo unitario en el que se establecen relaciones concretas, perfectas y cuantificables de correspondencia, advierte de la visión unificadora y contemplativa que transita fresca, como ese viento que sopla, toda su filosofía. La idea de un universo armónico esté presente en el corazón de nuestra cultura humana y se puede evidenciar en innumerables ejemplos de las ciencias y de las artes. El cristianismo reconoce en cada rincón de la Escritura  que existe en el hombre un hondo anhelo de unidad, de armonía. El conocimiento analítico no le contenta plenamente. Ansía el todo, la síntesis. Contemplar en paz y en gozo un panorama cósmico ordenado y armónico. Con un centro unificador y radiante. Contemplar en el mundo un Universo. Esto es Jesucristo: centro de todas las cosas, Unidad, Síntesis, Armonía suprema, obra bien hecha de Dios.

El signo de Jesús

La Resurrección de Cristo nos invita a afinar las cuerdas de la vida. Sí, sin duda es una expresión musical, pero al igual que Adorno, creo que la música va más allá de ella misma al ser expresión de heridas sociales, políticas y culturales. Al igual que la belleza de la música se desnuda en la armonía, de la misma manera la belleza a la que puede acceder el hombre radica en esa misma armonía. Una belleza que ya está en él. Vive en él desde el principio, pero que tanto ruido –creado por el propio hombre– lo ha ido alejando de su esencia. Jesucristo es la armonía del hombre, ya que como resalta Tagore en un bello texto llamado El Signo de Jesús, “las cuerdas de su vida estaban tan afinadas, que ni siquiera desafinaron en el momento del sufrimiento mortal e insoportable”.

Recuerdo acá el Sutra del Loto, uno de los sutras más importantes del budismo Mahayana, llamado así porque el loto simboliza la unidad de la causa y efecto, particularmente la causa de aspirar a la iluminación y el efecto de lograrlo, debido a que el loto es una flor que florece y produce semillas al mismo tiempo, pero también porque el loto purifica el fango, del mismo modo como Jesús, con su venida, ha rescatado la vida humana de la infelicidad. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz ArteagaProfesor y escritor. Maracaibo – Venezuela