Sin libertad por un yihadismo insaciable

El Informe Libertad religiosa en el mundo, en el que Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) analiza el estado de la tolerancia hacia la religión entre 2014 y 2016, constata que es un derecho “en retroceso” para un tercio de la humanidad. De hecho, está amenazado por un grado de hostilidad sin precedentes, el “hiperextremismo”, del que el Estado Islámico es su máximo exponente.

Una de cada tres personas vive en un país sin libertad religiosa. Por confesiones, el cristianismo es la religión que más ve amenazada su libertad, habiendo 394 millones de cristianos que sufren por serlo (334 viven en países donde se les persigue y 60 en otros donde se les discrimina). Estos son los datos principales ofrecidos por el Informe Libertad religiosa en el mundo, elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) tras el análisis del período entre junio de 2014 y junio de 2016. La primera clave, comparándolo con el estudio del bienio anterior, es que el derecho a la libertad religiosa “está en retroceso”. Y es que, de los 196 países existentes, en hasta 38 se producen “graves violaciones contra la libertad religiosa”, lo que supone un 20% mundial.

En este sentido, como siempre recalcan desde ACN en todos sus estudios, diferencian claramente entre persecución (campañas dirigidas y sistemáticas para exterminar, expulsar o someter a minorías, pudiendo corresponder a gobiernos o a grupos terroristas) y discriminación (a través de políticas destinadas a privilegiar a unos colectivos sobre otros, por lo que siempre son obra de las autoridades), ambas caras visibles de la misma intolerancia. Así, de los 38 países en los que estas coarciones se producen, en 23 se da por persecución y en 15 por discriminación.

A la hora de atribuir responsabilidades, se concluye que “el islam extremista es la principal amenaza a la libertad religiosa y la mayor causa de persecución”. Lo que se ilustra con este dato: uno de cada cinco países han sufrido ataques islamistas radicales en estos dos años; “desde Suecia hasta Australia pasando por 17 países africanos”. De un modo más pormenorizado, se extrae que en 24 países se producen ataques a la libertad religiosa por parte del radicalismo islámico. Más allá, en seis esta es achacable a estados de carácter autoritario y en otros ocho obedece al enunciado genérico de Nacionalismos y otros grupos fundamentalistas. Aquí se especifica que “agentes no estatales (organizaciones fundamentalistas o terroristas) son los principales perseguidores en 12 de los 23 países en los que se cometen los peores atropellos”.

De este modo, se constata el “surgimiento de un nuevo fenómeno de violencia basada en la religión que podríamos llamar ‘hiperextremismo’ islamista, un proceso de máxima radicalización con una violencia sin precedentes”. En el caso de Oriente Próximo, esta deriva ha sido letal, especialmente en Siria e Irak, aunque también está muy presente en África y en el subcontinente indio. Todo ello con una consecuencia devastadora: “El repentino incremento del número de refugiados y desplazados, que, según las cifras aportadas por la ONU sobre 2015, ha aumentado hasta los 65,3 millones”, un 9% más respecto a 2014. Una situación que estremece ante este dato: “En 2015, una media de 24 personas fueron desplazadas de su hogar cada minuto”.

A la izda., un grupo de refugiados que ha podido huir estos días de Mosul (Irak). En el centro, consecuencias de un atentado el 6 de noviembre en la ciudad iraquí de Samarra. A la dcha., una mujer pasa en Biyelsa (Nigeria) frente a un cartel que señala a decenas de milicianos de Boko Haram.

Continuando con su recorrido por el mapa mundial de la intolerancia, ACN apunta que la situación empeora en Asia Central, donde “regímenes autoritarios utilizan la violencia hiperextremista como pretexto para imponer medidas desproporcionadamente fuertes sobre las minorías religiosas”. Algo que se da con fuerza contra el cristianismo en China, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán, Kirguistán, Pakistán, India o Corea del Norte, pues se considera “una fuerza que socava la lealtad al Estado, una influencia extranjera no deseada que se cuela por la puerta de atrás, (…) caballo de Troya del imperialismo occidental”.

El cristianismo desaparecerá de Irak en cinco años”

Si los 65,3 millones de refugiados y desplazados suponen la mayor crisis humanitaria de la historia, ACN apunta la clave de que la mayoría de ellos huyen de una persecución de raíz religiosa: “La mayor parte escapan de la violencia, el colapso del gobierno y la pobreza extrema, cuya causa, síntoma o consecuencia, o las tres a la vez, ha sido el extremismo religioso”. En este sentido, este “ha sido un factor clave en la explosión migratoria y ha representado un papel fundamental en la creación de estados terroristas que se están quedando sin población”.

“Las pruebas –añade el informe– manifiestan que personas de todas las religiones están abandonando Oriente Medio y distintos lugares de África y del subcontinente indio, aunque los niveles desproporcionados de emigración por parte de cristianos, yazidíes y otros grupos minoritarios aumentan la probabilidad de que estos grupos desaparezcan de la zona”. Para ilustrarlo, ponen el ejemplo “especialmente dramático de  Alepo, la ciudad de Siria situada en el mismo centro de la guerra civil. El total de la población ha descendido desde los 2.300.000 habitantes a los 1.600.000 (un 30%)”. Una realidad que se multiplica aún más en el caso de los cristianos, que han disminuido en un 80%, hasta ser apenas 35.000”. A este ritmo, denuncia ACN, “el cristianismo desaparecerá de Irak en cinco años y los grupos yazidíes serán eliminados en toda la zona”.

Las iglesias en China

Por: Teresa Marzán

El caso de China es especialmente grave: “Se impone una nueva tendencia al relacionar a las minorías religiosas con grupos que incitan a la discordia y la desunión. La continua detención de obispos y otros dirigentes religiosos considerados como una amenaza para el control del Gobierno se mezcla con la creciente intolerancia hacia grupos que se suponen fuera de la ley. La política china de ‘chinización’, por la que se obliga a las religiones a asimilar la cultura china y a desarraigar las ‘influencias externas’, presiona aún más a los grupos religiosos”. Algo que se ha percibido en leyes como la de mayo de 2015 en Zheijang, que especifica “el color, tamaño y localización de las cruces, además de la altura de los edificios religiosos”. De hecho, desde 2013 hay una campaña “para la demolición de iglesias y cruces tanto en Zheijang como en las provincias vecinas. En marzo de 2016 ya se habían demolido más de 2.000 iglesias y cruces”.

Por países, el informe de la entidad eclesial centra buena parte de su espacio en analizar lo que ocurre en Siria e Irak, donde el Daesh (Estado Islámico), en una vasta porción de territorio en la frontera entre ambas naciones, se ha atrincherado desde junio de 2014, proclamando un califato desde el que busca imponer su visión suní del islam a las minorías de la región: musulmanes chiíes, judíos, chabaquíes, yazidíes y cristianos. Estas dos últimas comunidades han sufrido las peores consecuencias: 5.000 yazidíes han sido asesinados y unos 2.000 esclavizados, mientras que 150.000 cristianos han sido forzados a abandonar la Llanura de Nínive, obligándoles “a huir o a enfrentarse a la muerte. Se han dado casos de matanzas, asesinatos públicos, crucifixiones, secuestros, violaciones, venta de mujeres y niñas, pagos de impuestos de protección, conversiones forzadas…”. Entre los elementos más nocivos están “los indicios de la difusión de la ideología combativa”, principamente a través de las redes sociales, habiendo “un auge de movimientos extremistas que se comprometen a vincularse al Daesh”, desde Bangladesh, Nigeria, Filipinas, Indonesia, Pakistán, Kenia o Somalia.

Condena internacional

Dos fieles rezan en una iglesia de Al Hamdaniya (Irak), liberada el 27 de octubre

ACN destaca como un motivo para la esperanza la reacción de destacadas instituciones mundiales (tras el Parlamento Europeo, se han sumado las Cámaras de Estados Unidos, Reino Unido o Australia) a la hora de condenarlo como un “genocidio”, lo cual puede significar un primer paso para que sus responsables sean juzgados por un tribunal internacional. Aun así, señala como preocupante esta significativa excepción: en Canadá se votó en contra.

Otro dato importante, además de que cada vez más líderes islámicos condenan sin paliativos la violencia, es que la división interna crea más víctimas en el islam que entre creyentes en otras confesiones: “El ascenso del islamismo también representó una amenaza para la diversidad en el seno de la comunidad musulmana. Miles de musulmanes moderados se han visto obligados a marcharse por negarse a aceptar al Daesh y a otros grupos de la línea dura, muchos de ellos pertenecientes a su misma rama del islam [suní]. Hasta hace poco, las distintas formas de islam podían convivir en la mayor parte de los casos, pero, actualmente, la violencia se ha incrementado de tal manera que se está desvaneciendo toda noción de diversidad religiosa en países y zonas que hasta hace poco se consideraban ejemplo de pluralidad y tolerancia”. De un modo paralelo, “el conflicto entre suníes y chiíes ha obligado a las potencias mundiales a decantarse por uno de los bandos, haciendo que aumenten las consecuencias del enfrentamiento”.

Otro fenómeno, en este caso por reacción, es el que se da en nuestro continente por parte de intereses políticos y mediáticos que deforman la visión del islam, potenciando la xenofobia a través de “titulares sobre la amenaza del islam extremista y violento contra la Europa ‘cristiana’”. La situación es tal que se corre el riesgo de “desestabilizar su tejido social y religioso”, principalmente “en los países que esporádicamente son objetivo de los fanáticos [Bélgica o Francia de un modo especial] y que están sometidos a la presión de recibir a una cantidad de refugiados sin precedentes con una fe diferente a la de las comunidades autóctonas, en su mayoría. Un claro efecto dominó ha llevado al surgimiento de grupos de derechas y populistas, a restricciones a la libertad de movimientos, a discriminación y violencia contra los miembros de los credos minoritarios y al deterioro de la convivencia hasta en los colegios públicos”. De un modo colateral, aunque aún no suponga un riesgo inmediato, sí se observa como preocupante “un repunte de los atentados antisemitas, especialmente en algunas zonas de Europa”.

Otra instrumentalización más de la fe, pues, como se sostiene, es una acción que, más que buscar defender una identidad, busca generar odio al extranjero: “La afluencia de una cantidad de refugiados sin precedentes, no solo enfrenta a Europa a una crisis humanitaria de proporciones colosales, sino a una crisis con claras consecuencias en cuanto a la composición religiosa de la sociedad. Hasta hace poco, Europa había estado dominada casi por completo por una sola fe y un solo sistema de valores, es decir, el cristianismo y los principios básicos de igualdad, libertad y solidaridad”. Ahora, en un proceso sociológico sin precedentes por la magnitud, “se ha subrayado el contraste creciente entre los países que reciben refugiados, en los que la religión llevaba mucho tiempo en declive, y un crecimiento generalizado del fervor religioso en muchas otras partes”.

Finalmente, con los mismos fines políticos, también se da en distintos países un auge del “laicismo” beligerante: “El análisis de los países dirigidos por regímenes con tendencias autoritarias pone de manifiesto que están utilizando la amenaza del extremismo religioso para justificar el aumento de la seguridad y de la legislación que viola la libertad religiosa. Países como Uzbekistán, Azerbaiyán y otros de Asia Central han reaccionado ante la amenaza imponiendo nuevos controles más férreos a la libertad religiosa, considerados por los críticos como indiscriminados y que no solo afectan a los grupos extremistas sino a los musulmanes de todas las tradiciones, así como a los miembros de otras religiones”. Una tendencia que ACN ilustra con el caso de Uzbekistán, donde el Ejecutivo impulsa “una campaña a favor del laicismo que llevó a las fuerzas de seguridad de numerosas ciudades a ordenar a las mujeres musulmanas que se quitasen el pañuelo, y a los hombres se les advirtió de que se les haría pagar multas por llevar el gorro tradicional. Incluso, un edicto del Ministerio de Educación prohibió a los menores de 18 años participar en las oraciones de los viernes”.

En definitiva, situados ante un devastador mapa de la intolerancia religiosa, queda claro que los últimos responsables de teñir de negras sombras la convivencia en el mundo no son representantes de ninguna religión en concreto, sino rapaces que la instrumentalizan y la desnaturalizan para sus fines partidistas.

“Los políticos crean el conflicto”

ACN España presentó el informe en Madrid, contando con la presencia de Jean Abdou Arbach, arzobispo de Homs. El prelado dio testimonio de cómo es la vida en Siria tras más de cinco años de guerra civil, siendo claro en su denuncia: “El problema no es entre los fieles, ya sean cristianos o musulmanes. Son los políticos los que generan el conflicto”. Aun así, Arbach señaló que esta situación no es de ahora: “En Oriente Medio no tenemos libertad. El cristianismo es perseguido desde los inicios de la Iglesia”. Hasta ahora, 420 cristianos han sido asesinados en Homs.  

Miguel Ángel Malavia

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