Misericordia con la Creación: signos de los tiempos, señales del territorio

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Inundaciones en Carmen del Darién, Chocó

ANÁLISIS >> Decir 2016 es una convención para gran parte de la civilización occidental. Sin embargo, no es posible desconocer que, en nuestra “casa común”, existen otras lógicas para medir el paso del tiempo. Los judíos ya caminan el año 5776 desde la fiesta del Rosh Hashaná, el pasado 14 de septiembre. Para el mundo islámico, el año 1437 de la era de la Hégira se inició el 14 de octubre. El 8 de febrero de 2016 comenzará el Año del Mono, el 4714 según el calendario chino. El año nuevo según el Tzolkín Maya iniciará el 26 de julio, siendo el 25 de julio, un día “fuera del tiempo”. Por su parte, el año nuevo Mhuysqa inicia el 21 de marzo con el equinoccio, mientras que para los Koguis, la Madre Universal comienza a tejer hacia el 21 de junio el cambio de año en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Estos pocos ejemplos indican que la historia humana, ubicada en el espacio común de este frágil globo azul e inscrita en la diversidad de ritmos del tiempo que las culturas determinan, a su vez se desarrolla en el evolutivo andar de universo. Tal conciencia cósmica es uno de los componentes que la mirada ecoteológica brinda sobre los acontecimientos. Esto implica no seguir hablando y escribiendo del clamor de los pobres y de la Creación como si fueran realidades aisladas. O proclamar el cuidado de la Creación refiriéndonos sólo a ríos envenenados, bosques mutilados o animales sacrificados sin incluir a la especie humana en esas interrelaciones. Por tal motivo, si suplicamos misericordia con la Creación, entiéndase como un clamor que abarca todo desde la emergente episteme de una “ecología integral”.

Siendo así, al rezar “Por tu dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros, y del mundo entero” hay un profundo sentido ecoteológico. La conversación de Jesús y Nicodemo, nos trae una bella premisa: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único…” (Jn 3, 16). El texto griego alude al cosmos, a la Creación. Tanto ama Dios a su Creación que entrega a su propio Hijo. Por eso, ella gime con dolores de parto, esperando ansiosamente su redención, a través de la humanidad socorrida por la acción del Espíritu (Rom 8, 22-27)

Heridas y gemidos

Entonces, es necesario sintonizar esa dinámica espacio temporal en el referente del “Planeta Tierra” y el Kairós, el momento denso y propicio de la Revelación de Dios. En tal sentido, no basta discernir los “signos de los tiempos” sin atender las “señales del territorio”. La Madre Tierra (que es Creación de Dios) se expresa a través de sus heridas y gemidos. Esto implica evolucionar en la capacidad de sentirla, comprenderla, interpretarla, desde el principio-misericordia que anima a cuidar el mundo esperando “cielos nuevos y tierra nueva donde habite la justicia” (2 Pe 3,13).

En este marco, el tránsito de 2015 al 2016 ha de comprenderse en clave de evolución hacia el paradigma de la ecología integral y el proceso de conversión ecológica, hondamente descrito por el papa Francisco en su reciente encíclica (LS 5, 216-220).

En forma similar a la popular canción, “yo no olvido el año viejo porque me dejó cosas muy buenas”, el 2015 nos deja el legado de Laudato si’ como bandera del pontificado del Papa y sus elocuentes mensajes ante la ONU, el Congreso de Estados Unidos, el Encuentro de Movimientos Sociales, las multitudes reunidas en América Latina y África durante sus viajes.

Pese a que sus esfuerzos con la encíclica estaban enfocados inicialmente a incidir en la COP21, el Acuerdo de París está muy por debajo de las expectativas. Los movimientos ambientalistas y los líderes religiosos que se manifestaron públicamente deseaban una solución “fuera” del sistema, reclamaban un pacto ambicioso y vinculante para evitar un aumento mayor a 1,5 °C en la temperatura promedio del planeta y mayor primacía de la justicia climática en favor de los empobrecidos y vulnerables. Sin embargo, el documento sigue “dentro” de las lógicas del sistema tecno-econométrico que tanto daño está causando y será suscrito oficialmente el próximo 22 de abril.

El grado de vinculación jurídica del acuerdo en los países; la financiación de las naciones ricas a los países más vulnerables para que inviertan en la mitigación climática; y los sistemas de verificación de las metas que cada país fijó para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero son algunos de los puntos críticos. A futuro, se espera cambio a un modelo basado en la agroecología, el uso mayoritario de energías renovables y una economía orientada a la sustentabilidad del Buen Vivir.

Las inmensas movilizaciones que se generaron en las redes sociales y en las calles de las principales ciudades del mundo con motivo de la COP21 señalan un derrotero de trabajo local en educación ambiental y participación ciudadana para impulsar cambios desde proyectos contextualizados en ecosistemas específicos y una mayor gobernanza de las organizaciones religiosas para gestar transformaciones en la sociedad civil, las empresas y los estados.

En el panorama continental se destaca la osadía del CELAM para presentar demandas por proyectos extractivistas ante la Comisión Internacional de DD. HH., y la fuerza de la red Iglesias y Minería en defensa de los líderes que son injustamente criminalizados por asumir posturas proféticas, la protección de comunidades y territorios de amplio valor en biodiversidad, y la visibilización de los sectores más vulnerables. En este punto, se resalta ampliamente el Encuentro con víctimas de los megaproyectos mineros que se realizó en Roma, en conjunto con el Pontificio Consejo de Justicia y Paz, en julio anterior.

Por su puesto, mientras el reloj de la historia adopta los diferentes formatos, la misión de tejer una cultura del cuidado no conoce ni fechas ni calendarios. Para ello hay que profundizar teológicamente el Jubileo de la Misericordia, desde el paradigma de la Ecología Integral propuesto en Laudato si’. Esto implica reaprender a pensar en equipo desde la complejidad, articular interdisciplinariamente a las organizaciones y retomar la categoría “jubileo” que tanta significación tiene en la Biblia.

Desafíos locales

Para Colombia es deseable que las Provincias Eclesiásticas establezcan sinergias y piensen su acción evangelizadora desde las características propias de los ecosistemas y culturas, para lo cual las alianzas con las Corporaciones Autónomas Regionales podrían traer múltiples beneficios para conservar las cuencas hidrográficas, evitar el derroche del agua y gestar una cultura de la solidaridad desde el cuidado de los bienes comunes.

Algo similar tendría que darse con las congregaciones religiosas, pues ser misericordiosos con la Creación impulsa una resignificación de los votos evangélicos y una inmensa posibilidad de luchar contra la cultura del descarte a partir de la justicia, paz e integridad de lo tan amorosamente creado por Dios.

Así que, “hay que comenzar por casa”, anunciar proféticamente “a tiempo y a destiempo” ese cambio que empieza en cada uno de nosotros. No podemos esperar a la COP22 ni pedir permiso a los mediocres y timoratos gobernantes para custodiar con ternura y vigor cada fibra del “tejido sin costuras” del cual somos arte y parte.

Alirio Cáceres Aguirre. Ecoteólogo y diácono permanente

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