La última gran confesión del papa Francisco: “No soy comunista”

  • “Nada de lo humano le es ajeno a la Iglesia porque Dios se hizo hombre, no se hizo teoría filosófica”, afirma el Pontífice en una nueva entrevista
  • Jorge Mario Bergoglio habla sobre su futurible viaje a Argentina, y responde a cómo es su relación con Dios y cuáles son sus miedos

El papa Francisco ha concedido una amplia entrevista a la agencia Argentina Télam publicada hoy, aunque realizada a finales de septiembre. En la conversación, el Pontífice habla sobre las crisis, las dictaduras, su futurible viaje a su país, el trabajo digno, su relación con Dios, sus miedos o los cambios en la Iglesia.



Primera pregunta: ¿Le quedan aún viajes importantes? “Bueno sí, Argentina” (se ríe). Me gustaría ir… Hablando de los más lejos, me queda Papúa Nueva Guinea. Pero alguno me decía que ya que voy a Argentina, haga escala en Río Gallegos, después el Polo Sur, aterrizar el Melbourne y visite Nueva Zelanda y Australia. Sería un poco largo…”, responde Jorge Mario Bergoglio.

¿Las crisis son buenas?

Al ser preguntado sobre las crisis que asolan al mundo, el Papa hace una extensa reflexión. “La palabra ‘crisis’ me gusta porque tiene movimiento interno. Pero de una crisis se sale para arriba y no se sale solo. Los que quieren salir solos convierten ese camino de salida en un laberinto, que siempre da vueltas y vueltas. Además, las crisis hacen crecer. Porque si la resuelven bien, se creció”, comienza explicando.

“Me preocupa cuando los problemas se encierran hacia adentro y no pueden salir. Una de las cosas que tenemos que enseñarles a los chicos y a las chicas es a manejar las crisis. A resolver las crisis. Porque eso da madurez. Todos fuimos jóvenes sin experiencia y a veces los chicos y las chicas se aferran a milagros, a mesías, a que las cosas se resuelven de manera mesiánica. El Mesías es uno solo que nos salvó a todos. Ninguno puede prometer la resolución de conflictos, si no es a través de las crisis saliendo hacia arriba. Y no solo”, continúa.

Y añade: “Pensemos cualquier tipo de crisis política, en un país que no sabe qué hacer, en Europa hay varios… ¿qué se hace? ¿Buscamos un mesías que venga a salvarnos de afuera? No. Busquemos dónde está el conflicto, agarrémoslo y resolvámoslo. Manejar los conflictos es una sabiduría. Pero sin conflictos no se va para adelante”.

En el mismo sentido, Francisco confiesta que tiene “mucho miedo a los flautistas de Hamelin porque son encantadores. Si fueran de serpientes los dejaría, pero son encantadores de gente… y las terminan ahogando. Gente que se cree que de la crisis se sale bailando al son de la flauta, con redentores hechos de un día para el otro. No. La crisis debe ser asumida y superada, pero siempre hacia arriba”.

Y va más allá: “Las grandes dictaduras nacen de una flauta, de una ilusión, de un encanto del momento. Y después decimos ‘qué lástima, nos ahogamos todos'”. A este respecto, en otro punto de la entrevista destaca también que “hay dictaduras declaradas, encontramos muchas en el mundo, y otras que no son declaradas pero tienen el poder de una dictadura”.

¿Defender a los trabajadores es de comunistas?

El Pontífice es preguntado también por otro de sus grandes temas: el trabajo digno. Y comienza hablando sobre la austeridad, que “en sí misma no existe”. “Existen hombres y mujeres austeros. ¿Y qué es eso? Alguien que vive de su trabajo, que tiene una cultura y la sabe expresar, y que sabe caminar adelante contagiando austeridad. En la cultura de lo fácil y de tantos escapismos es muy difícil hablar de austeridad. La austeridad se enseña con el trabajo”, afirma.

Para Bergoglio, “es importante concebir el trabajo como algo inherente a la persona humana. La vagancia es una enfermedad social. Incluso están los vagos ricos, los que viven a costa de los demás sin pensar en un bienestar común. La pereza y la vagancia son muy traicioneras porque alimentan toda esta viveza de aprovechar para mí, a costa de los demás. Por eso, una persona que trabaja, trabaje donde trabaje, asume dignidad”.

Según sus palabras, “la traición más grande a este camino de dignidad es la explotación. No de la tierra para que produzca más, sino la explotación del trabajador. Explotar a la gente es uno de los pecados más graves. Y explotarla para provecho propio. El trabajo te confiere dignidad y de ahí que el trabajador tiene derechos concretos. Quien lo contrata para trabajar tiene que proveer servicios sociales, que son parte del derecho”. “El trabajo es con derechos o es esclavo”, remarca.

“Cuando un trabajador no tiene derechos o se lo contrata por poco tiempo para ir cambiándolos y no pagar aportes –continúa–, se lo convierte en esclavo y uno se transforma en verdugo. Verdugo no es solamente aquel que mata a una persona, sino también el que explota a una persona. Tenemos que tener conciencia de esto”.

Tras su explicación, remata señalando por qué el Papa no es comunista: “A veces cuando me escuchan decir las cosas que escribí en las encíclicas sociales, dicen que el Papa es comunista. No es así. El Papa agarra el Evangelio y dice lo que dice el Evangelio. Ya en el Antiguo Testamento, el derecho hebreo pedía que se cuidara a la viuda, al huérfano y al extranjero. Si una sociedad cumple estas tres cosas anda fenómeno. Porque se hace cargo de situaciones límites de la sociedad. Y si se hace cargo de las situaciones límites, lo hará con las otras también. Cuando se empieza a contratar en negro para no pagar los aportes y negociar el futuro de esa gente a la esclavitud, ahí empieza a enfermarse el trabajo. Y en vez de dar dignidad, el trabajo confiere esclavitud. Tenemos que estar muy atentos a esto. Y aclaro que no soy comunista como dicen algunos. El Papa sigue el Evangelio”.

¿Debe la Iglesia cambiar?

Durante la entrevista, el Papa responde también a si la Iglesia necesita cambios. “Desde los inicios del Concilio Vaticano II, Juan XXIII tuvo una percepción muy clara: la Iglesia tenía que cambiar. Pablo VI coincidió y continuó, al igual que los papas que los sucedieron. No se trata solamente de cambiar de moda, se trata de un cambio de crecimiento y en favor de la dignidad de las personas. Y ahí está la progresión teológica, de la teología moral y todas las ciencias eclesiásticas, incluso la interpretación de las escrituras, que han ido progresando de acuerdo al sentir de la Iglesia. Siempre en armonía. Las rupturas no son buenas. O se progresa por desarrollo o terminamos mal”, explica.

Para Francisco, “las rupturas te dejan fuera de la savia de un desarrollo. Me gusta usar esa imagen del árbol y sus raíces. La raíz recibe toda la humedad de la tierra y la tira para arriba a través del tronco. Cuando uno se separa de eso, termina seco y sin tradición. Tradición en el buen sentido de la palabra. Todos tenemos una tradición, todos tenemos una familia, todos nacimos con la cultura de un país, una cultura política. Todos tenemos una tradición de la cual debemos hacernos cargo”.

Como reconoce el Pontífice, “el progreso es necesario y la Iglesia tiene que insertar estas novedades con una reflexión muy seria desde un punto de vista humano. ‘Nada humano me es ajeno’, dice el pensador griego Publio Terencio Africano. La Iglesia toma en su mano lo humano. Dios se hizo hombre, no se hizo teoría filosófica. La humanidad es algo consagrado por Dios. O sea, todo lo que es humano tiene que ser asumido y el progreso tiene que ser humano, en armonía con la humanidad”.

En el mismo sentido, Bergoglio insiste en que “la Iglesia tiene que cambiar, pensamos cómo cambió desde el Concilio hasta ahora y cómo tiene que seguir cambiando en la modalidad, en el modo de proponer una verdad que no cambia. O sea, la revelación de Jesucristo no cambia, el dogma de la Iglesia no cambia, pero crece, se desarrolla y se sublima como la savia de un árbol. El que no está en esta vía es uno que da un paso atrás y se encierra en sí mismo. Los cambios en la Iglesia se dan en este flujo de identidad de la Iglesia. Y tiene que ir cambiando a medida que los desafíos le vayan presentando cosas. De ahí que el núcleo de su cambio sea esencialmente pastoral, sin renegar de lo esencial de la Iglesia”.

¿Cómo es la relación del papa Francisco con Dios?

El Papa se atreve incluso con una herejía. ¿Es el Papa el representante de Dios en la tierra? “Voy a hacer una herejía. Todos somos representantes de Dios. Todos los creyentes tenemos que dar testimonio de lo que creemos y, en ese sentido, todos somos representantes de Dios. Es verdad que el Papa es un representante de Dios privilegiado, y tengo que dar testimonio de una coherencia interior, de la verdad de la Iglesia, y de la pastoralidad de la Iglesia, es decir, de la Iglesia que siempre va con las puertas abiertas a los demás”, afirma.

Al ser preguntado por su relación con Dios, Francisco tira de sentido del humor: “Preguntale a él” (se ríe). “Conservo mucho de mi piedad de chico. A mí me enseñó a rezar mi abuela y conservo mucho esa piedad simple, de rezar, de pedir. Cuando rezo no soy complicado. Incluso, alguno podrá decir que tengo una espiritualidad anticuada. Puede ser. En ese sentido, hay como un hilo conductor desde la niñez hasta ahora. La conciencia religiosa ha crecido mucho, es otra cosa, ha madurado, pero el modo de expresarme con Dios siempre es sencillo. No me sale ser complicado. A veces digo: ‘Arreglá vos este asunto porque yo no puedo’. Y le pido la intersección a la Virgen, a los santos, para que me ayuden. Y cuando hay que tomar una decisión, antes siempre está el pedido… la luz de arriba, ¿no?”, relata.

Pero “el Señor es un buen amigo, me trata bien. Me cuida mucho, como nos cuida a todos. Tenemos que pescar cómo nos cuida, a cada uno nos cuida con nuestro estilo. Eso es muy lindo”, agrega.

¿Y tiene el Papa la tentación de enfadarse con Dios? “No, me enojo con los demás. Por ahí le protesto alguna vez, pero sé que me está esperando siempre. Cuando meto la pata o cuando me enojo injustamente con alguien. Pero nunca me reprocha. En el diálogo que tengo con el Señor, el reproche siempre es caricia. Dios es cercano. Dios es misericordioso, nos perdona todo y nos tiene una paciencia impresionante. Y es tierno, esa cosa delicada de Dios aún en las pruebas difíciles. Así lo vivo yo”.

La entrevistadora termina preguntándole al Pontífice por sus miedos. “Sé que si me equivoco en alguna cosa, mi ejemplo va a hacer daño a mucha gente. Por eso hay algunas decisiones que las pongo en la incubadora para que el tiempo las vaya madurando. Hay otras que las someto a un sínodo para que sea toda la Iglesia la que se exprese”, responde expresando su gran temor.

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