No huyamos de la resurrección de Jesús


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San Juan Eudes, un santo francés que vivió en el siglo XVII, propuso a todos los fieles cristianos un camino clave para hacer vivir y reinar a Jesús en el corazón: la contemplación y la participación en sus estados y misterios. Es decir, que para formar a Jesús en el corazón era necesario que cada bautizado se sintiera envuelto por la vida misma de Jesús o, en pocas palabras, que cada uno de nosotros fuera continuador de la vida de Jesús.



Estas palabras interpelan a cada bautizado. En primer lugar, es extraordinaria la manera como un sacerdote de hace siglos nos invita a vivir plenamente nuestra dignidad bautismal (esta conexión del siglo XVII con los actuales planteamientos para recordar la igualdad bautismal de todo cristiano es una ocasión para descubrir esa voz permanente en la Iglesia de vivir a la altura de nuestra vocación).

En segundo lugar, es bello tener presente que cada cristiano participa de los misterios de Jesús: somos creyentes envueltos en la luz de la resurrección, en el misterio de la ascensión… En fin, cristianos de un pentecostés permanente.

Jesús vive en nosotros

Cuando participamos de los estados y misterios de Jesús, nuestra vida se transforma y adquiere una mirada diferente: “No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Papa Francisco, EG, 3).

Hoy, al avanzar hacia la cumbre del Tiempo Pascual, nos hace bien recordar estas realidades de nuestra vida cristiana, de manera que hagamos de cada tiempo litúrgico un dinamismo que nos revitaliza en nuestra vida de fe. Si cambiamos nuestra mirada, aprovecharemos mejor cada instante para avanzar en nuestro crecimiento de la vida espiritual.

No huyamos de la resurrección de Jesús: ¡Hagamos que Jesús viva y reine en nosotros!


Por P. Hermes Flórez Pérez, cjm. Eudista del Minuto de Dios