La diversidad nos une

Jóvenes peruanos, chilenos y bolivianos compartieron experiencias de integración cultural y espiritual en Cochabamba

La Casa del Catequista, en Cochabamba, acogió al centenar de jóvenes y adultos que dieron vida al segundo encuentro Estrella del Sur cuyo lema, La diversidad nos une, adquiere aquí especial valor.

Llegaron desde Lima y Puno, en Perú; desde Temuco, Valparaíso, Santiago, Iquique y Arica, en Chile; desde Porto Alegre, en Brasil; desde Manta, en Ecuador; y desde La Paz, Santa Cruz, Oruro y Potosí, en Bolivia. Todos fueron recibidos por un numeroso grupo de jóvenes de Cochabamba, quienes también estuvieron acompañados por varios adultos de Amerindia continental procedentes de Uruguay y de Chile.

Desde la experiencia de discípulos de Jesús de sus participantes, Estrella del Sur se propone contribuir a reconstituir la fraternidad desde la base, caminando hacia la integración entre estos países. Anhelan así ayudar a superar sus frecuentes controversias y dificultades originadas muchas veces en problemas no resueltos o en un concepto de nacionalismo y soberanía que no corresponden al mundo globalizado del siglo XXI.

El sacerdote chileno Sergio Torres, fundador de Amerindia, impulsó esta iniciativa que se concretó en el encuentro realizado en Santiago en enero del 2016 con unos 80 participantes y que entusiasmó a todos motivando durante el año la preparación para este nuevo encuentro que se llevó adelantes desde el domingo 22 hasta el jueves 26 de febrero, guiados por el lema Pueblos originarios-sistema globalizado… un desafío que se hace camino. Cada día el grupo de un país abordó el tema programado; así también el momento místico y celebrativo espiritual de cada mañana estuvo a cargo de un grupo de los pueblos Uru, Aymara, Quechua y Mapuche.

Vivenciar la interculturalidad

El “desafío de la integración”, al inicio, tuvo el propósito de construir confianza intergeneracional y multicultural entre los participantes, utilizando dinámicas y aplicando el método ver-juzgar-actuar para mirar la realidad. El primer día culminó con la visita a las qollqas incaicas –también llamados ‘silos’– de Cotapachi. “Las qollqas fueron construidas para almacenar el maíz que se producía en los valles”, explicó el arqueólogo David Pereira, durante el recorrido por las ruinas de algunas de las 2.400 qollqas de aproximadamente tres metros de diámetro cada una. Allí realizaron un ‘ritual de permiso’, cargado de simbolismo y mística, en torno a un altar andino, animado por José Ávila, de la comunidad Charapaya.

En palabras de Leonela Paz Valenzuela, joven mapuche, “el ejemplo de nuestros pueblos nos invita a ‘pedir permiso’ y ‘agradecer’ a la Pacha Mama, como lo hemos hecho en el ritual que celebramos junto a las ruinas de las qollqas”.

De regreso, el grupo visitó el santuario de la virgen de Urkupiña donde confluye la religiosidad de los pueblos originarios con la devoción mariana. Y, ya en casa, una colorida fiesta de las culturas en la que cada delegación compartió sus danzas, sus riquezas culturales, entre músicas y coloridos trajes demostrando que la fraternidad es posible y la diversidad nos une concluyó la jornada.

Visibilizar la sabiduría y la espiritualidad de los pueblos para apreciar cómo traspasan las fronteras de los países, integrándose en el Abya Yala, fue el tema del segundo día. La teóloga Antonietta Potente, postuló la importancia de considerar ‘otras historias’ –en plural– para revertir ‘la historia’ –en singular– que por mucho tiempo ha sido presentada como la única y verdadera. “Los pueblos están cansados de ‘la historia’, de la visión que nos ha sido comunicada desde una sola perspectiva”, afirmó. En seguida, destacó: “las historias somos nosotras y nosotros, con nuestras familias, grupos, comunidades, culturas”.

Tejer e intercambiar historias es, de alguna forma, un acto subversivo que permite “volcar los mapas para que el sur se vuelva norte y el norte se vuelva sur. Por eso, se hace necesario cambiar desde adentro, renacer a nuevas historias”, expresó Antonietta.

Globalización y raíces

El tercer día la reflexión abordó el sistema de globalización y cómo la humanidad hace parte de un ‘todo integrado’ que plantea el desafío de la interdependencia. Los participantes pudieron expresar el ‘sentir’ de la globalización con el propio cuerpo, a través de un taller vivencial. Complementó Sebastián Lara distinguiendo los conceptos de ‘mundialización’ y ‘globalización’. “A lo largo de la historia hemos sufrido procesos de dominación colonial que nos han llevado a proponer otras dinámicas, otras representaciones”, señaló en su exposición. Y subrayó: “las comunidades locales que construyen alternativas con memoria, con alto grado de interacción con su entorno, dan lugar a nuevos laboratorios sociales donde también se construyen nuevos conocimientos”.

Estas experiencias culminaron en el diálogo de los participantes de Estrella del Sur con el director del Instituto de Lengua y Cultura de la Nación Quechua, en el Salón Rojo del Consejo del Municipio de Cliza.

“Somos un gran pueblo en búsqueda de nuestras raíces”, dijo Walker Illanes, alcalde de Cliza, en su saludo al grupo de jóvenes y adultos bolivianos, chilenos y peruanos.

La lluvia con que amaneció el cuarto día no desanimó a los participantes, quienes celebraron un llellipun o rogativa mapuche al aire libre, animada por el grupo chileno. Fue una rica experiencia de inmersión en la espiritualidad del pueblo mapuche, con sus danzas e instrumentos propios, la oración de saludo a las personas y al territorio, algunas peticiones por las necesidades de los presentes y por las cosechas, y el agradecimiento a la divinidad por la oportunidad de compartir en un espacio de formación pluricultural y multiétnico, a través de expresiones y ofrendas de reciprocidad.

Bajo el eje temático Pueblos indígenas, agua e integración con el cosmos, el joven mapuche Sergio Marinao manifestó su satisfacción “por la oportunidad de compartir con hermanos de distintos pueblos que respetan mi cosmovisión, así como yo también he podido valorar las creencias que cada comunidad tiene”.

El último día estuvo dedicado a sistematizar lo aprendido y a delinear pasos para una ecología integral entre los pueblos. El jesuita Víctor Codina regaló un decálogo de ecología integral, en base a metáforas.

“Fue la primera vez que salí de mi país –dice Rosy Ortiz, del equipo organizador de Cochabamba, quien participó en el primer encuentro celebrado en Santiago de Chile en 2016–, fui hospedada en una familia que se convirtió en mi segundo hogar. Por eso con el equipo de Cochabamba nos hemos propuesto dar continuidad a este proyecto que anima a la integración de nuestros pueblos, superando las fronteras”.

 

Por su parte, Abel Flores Ávila, del mismo equipo, afirmó: “hemos trabajado con entusiasmo para preparar este encuentro porque queremos borrar las fronteras ideológicas que nos dividen, descubriendo que lo que los une es mucho más fuerte”.

Con estos propósitos concluyó el encuentro Estrella del Sur, en Cochabamba, clausurado en una sentida ceremonia en la cual los jóvenes cochabambinos cedieron el tapiz de “María del Sur” –símbolo de estos encuentros– a la delegación chilena que acogerá el próximo en 2018. “María del Sur nos ha dado la fuerza para estar aquí. Esperamos seguir creciendo e integrarnos más como pueblo y como hermanos”, concluyeron.

ROBERTO URBINA AVENDAÑO

 

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