Editorial

Vida Consagrada, signo vivo

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Este 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, la Iglesia también celebra la Jornada de la Vida Consagrada, un día al año que sirve para celebrar una llamada, una vocación. Un servicio a la Iglesia y a la sociedad que sigue vivo, a pesar de las dificultades para entablar diálogo con el mundo, del envejecimiento de las comunidades, de la escasez de vocaciones… El lema de la Jornada es en sí una definición de lo que la Vida Consagrada es hoy y pretende ser en el futuro: Signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo.

En el mensaje que ha publicado el presidente de CONFER, Elías Royón, se recuerda que la Jornada, dentro del Año de la fe, es también una invitación “a una auténtica y renovada conversión”, parafraseando a Benedicto XVI en Porta Fidei. En definitiva, a preguntarse si las vidas de los religiosos y religiosas son signos para el mundo de hoy.

Precisamente, en medio de numerosos desafíos para la Iglesia, también para la Vida Consagrada, muchas congregaciones religiosas han decidido iniciar procesos de reestructuración y revitalización para ofrecer respuestas, para ser significativos y para que el mensaje de Jesús llegue cada vez a más gente.

Es un camino que puede ser visto como un retroceso, una disminución o, incluso, una pérdida de poder, acostumbrados como estamos a verlo todo desde una óptica exclusivamente mercantilista. No es así. Se trata de unir esfuerzos, de ser más eficientes y, sobre todo, más fieles a las raíces de cada congregación.

El futuro pasa por la renovación espiritual,
por la revitalización de la vida y de la misión;
por disponerse a escuchar lo que Dios quiere
de cada religioso y de cada congregación.

El futuro pasa por la renovación espiritual, por la revitalización de la vida y de la misión; por disponerse a escuchar lo que Dios quiere de cada religioso y de cada congregación.

El cierre de casas y comunidades o la unificación de provincias son los efectos más visibles de este nuevo modo de estar que buscan los religiosos, un modo de estar que tiene que mirar lo que sucede en la sociedad, eso que llamamos signos de los tiempos, y ofrecer una especial atención a los jóvenes. Se trata, en definitiva, de mirar más al futuro que al pasado, de otear las oportunidades que ofrece la situación actual más que de lamentar la gloria pasada. Cada día tiene su afán, y este es el que nos ha tocado.

Y este proceso de revitalización, reestructuración, de conversión, es también una oportunidad para sacar a la luz la creatividad que siempre ha caracterizado a la Vida Consagrada, para que los miembros de una orden se conozcan más, para compartir experiencias entre congregaciones, para no encerrarnos en una estructura de cientos de años.

Nadie ha dicho que sea fácil. De hecho, son procesos delicados que requieren muchas renuncias, sacrificios, equilibrios; son procesos cargados de reticencias, miedos e inseguridades. Pero no hay que asustarse y seguir confiando en que los momentos que vive hoy la Vida Consagrada son momentos de gracia y de oportunidad, y tener siempre presente, como ya ha dicho Benedicto XVI y como han repetido otros muchos religiosos, que la Vida Consagrada no podrá morir en la Iglesia porque es una parte fundamental de ella.

Por eso, estos procesos no harán más que fortalecerla y preparala mejor para la nueva evangelización.

En el nº 2.834 de Vida Nueva. Del 2 al 8 de febrero de 2013.

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