Editorial

Sexo y Religión: una lección de madurez afectiva

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Por primera vez, la Santa Sede da el visto bueno a un grupo de unidades didácticas sobre afectividad y sexualidad para la clase de Religión. Se trata de unos materiales elaborados por la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española y que se están traduciendo a varios idiomas.

Sin duda alguna, educar en sexualidad es una de las asignaturas pendientes tanto de la sociedad como de la Iglesia, cuando no un asunto tabú. El mundo en el que vivimos lo afronta desde la trivialidad de la sensualidad, encumbrada desde la genitalidad para el placer y una liberación desencarnada y superficial.

A esto hay que unir los mensajes de intolerancia y rechazo eclesiales, que han mostrado una visión reduccionista alejada de toda expresión del amor y de la “teología del cuerpo” que esbozó Juan Pablo II.

Tampoco las familias han contado ni han buscado las herramientas para explicar a niños y jóvenes conceptos como atracción, enamoramiento, fidelidad, respeto al propio cuerpo, diferencias entre hombre y mujer, el sentido de la complementariedad y los roles, una reflexión de las enfermedades de transmisión sexual más allá de los parches anticonceptivos…

Invertir, explorar y profundizar en una
teología pastoral de la sexualidad cristiana
evitará que la Iglesia se quede
atrapada en una pubertad afectiva
con las heridas que eso conlleva.

Y es que, de poco servirán estos nuevos materiales pedagógicos a los que ha tenido acceso Vida Nueva si no hay un acompañamiento activo para educar en la integración de la sexualidad en el amor. Afortunadamente las escuelas están introduciendo, de forma tímida, con el apoyo de fundaciones y centros diocesanos, módulos para vivir y entender la visión sexual cristiana educando en la inteligencia sexual. Es un paso, pero solo un paso. Esta tarea exige un salto más: formar a los que forman.

No se puede dar esquinazo a la sexualidad ofreciendo a los estudiantes recetas de nulo calado emocional o líneas rojas desapasionadas y estoicas que no asumirán ni la razón ni el corazón. Tampoco a los seminaristas, postulantes ni a los sacerdotes o religiosos en tanto que personas sexuadas. Y, por supuesto, a las parejas de novios y a los matrimonios. Como bien señaló el cardenal Schönborn en torno al Sínodo de la Familia, “la Iglesia no debe mirar primero en el dormitorio, sino en el comedor”.

Invertir, explorar y profundizar en esta teología pastoral de la sexualidad cristiana en todas las etapas de forma imbricada es la llave para evitar que unos y otros se queden atrapados en una pubertad y adolescencias permanentes con todas las heridas que esto puede generar a la larga y de las que la propia Iglesia está pagando sus consecuencias. Educar en la afectividad y la sexualidad para el amor, y desde el Dios que es amor, se torna en la mejor lección para forjar una comunidad creyente adulta.

En el nº 2.973 de Vida Nueva. Del 23 al 29 de enero de 2016

 

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