Los transexuales también buscan un sitio en la Iglesia

Debate abierto entre teólogos, médicos y juristas sobre la disforia de género

Álex Salinas, transexual de Cádiz que no pudo ser padrino de bautizo de su sobrino

MATEO GONZÁLEZ ALONSO | Si algo se ha repetido este verano en muchos ámbitos eclesiales, al comentar la petición de un joven transexual de Cádiz de ser padrino de bautismo, es que muchas realidades son todavía nuevas para la Iglesia. Más allá del caso concreto, la situación es que la transexualidad, en toda su amplitud y con todos sus matices, es un fenómeno aún inédito para las comunidades cristianas.

Este último episodio se cerraba con la negativa del Obispado de Cádiz a la petición de Alexander Salinas de ser padrino de bautismo de su sobrino. Un proceso calificado por el joven, en declaraciones a Vida Nueva, como una “decepción”.

“Estoy mal porque es volver a sentir el rechazo que he experimentado en tantos momentos de mi vida; ese rechazo es el que me plantea llegar a apostatar, sabiendo que esa opción es muy fuerte para un cristiano como yo. ¿Por qué voy a estar en la Iglesia, si no me aceptan ni me acogen con los brazos abiertos, como predican?”, declara, mientras dice no obtener respuesta a los encuentros que le prometieron tanto el obispo como su párroco. Pocas horas después de hacer estas declaraciones, y tras recibir la llamada del obispo Rafael Zornoza relatándole la decisión, el propio Salinas daba un giro y se prestaba a impulsar una “apostasía simbólica masiva” en las redes sociales como medida de protesta.

Mezcla de diferentes cuestiones

Al acercarnos a todos estos casos, en el debate social “se mezclan diferentes cuestiones y todo parece reducirse a una cuestión de negación de derechos y de discriminación a las personas”, afirma Ignacio Serrada, profesor de Teología Moral en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid).

Y es que, empezando por el principio, la misma definición de la transexualidad está llena de matices, ya que la disforia de género se caracteriza por el sufrimiento que provoca la “infelicidad o insatisfacción con el género de uno mismo”, porque “la transexualidad no es una elección”, sino que es un “deseo irreversible de pertenecer al sexo contrario al genéticamente establecido y asumir el correspondiente rol, contrario del esperado, y de recurrir si es necesario a un tratamiento hormonal y quirúrgico encaminado a corregir esta discordancia entre la mente y el cuerpo”, explica Julio Prieto, presidente de la Asociación de cristianos y cristianas de Madrid LGTB+H (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales y heterosexuales) Crismhom.

Como reclama el transexual cristiano Antonio Gallego: “No somos un término medio; ser transexual es algo que te sucede y con lo que naces”. “Vivimos atrapados en un cuerpo biológico que no nos corresponde”, explica el también transexual Rodrigo Alonso.

Yendo al plano teológico, para el profesor Serrada la clave fundamental es que “la moral cristiana trata de profundizar en la diferenciación sexual y como esta, a la luz de la Revelación, subraya el carácter positivo de esta diferenciación para el bien de la persona”; algo que, afirma, no se contrapone con la “intención de la Iglesia, quien, como Madre y siguiendo al Buen Pastor, acoge a todos para conducirlos a la verdad que se nos ha revelado”.

A partir de los testimonios recogidos para este artículo, las respuestas que la Iglesia ofrece no responden a las demandas de transexuales, asociaciones y profesionales. Rodrigo Alonso se muestra claro en lo que los transexuales piden a la Iglesia: “Queremos que se nos permita ser cristianos y ejercer dignamente como tales, que deje ya de estigmatizarnos y discriminarnos, porque Cristo no lo hace”.

Artículo completo solo para suscriptores

En el nº 2.955 de Vida Nueva.

 

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