Editorial

Manos Unidas nos demuestra que sí se puede

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EDITORIAL VIDA NUEVA | A menudo decimos que cambiar el mundo en el que vivimos es una utopía: que nunca podremos callar el sonido de la guerra, calmar el hambre de tantos, llevar la educación y la salud a todos los rincones de la Tierra o alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Es falso, sí se puede. Nos engañamos a nosotros mismos para permanecer, como diría Mario Benedetti, “inmóviles al borde del camino”, para declararnos sin competencias y eludir cualquier responsabilidad moral sobre lo que nos rodea, aquí o en el país más lejano.

La paz, como la justicia o la igualdad, dependen de cada uno. Lo que sucede en el mundo está mucho más en nuestras manos de lo que creemos. Pensemos en nuestro modo de vivir, en la voracidad consumista de nuestra sociedad, en las toneladas de comida desperdiciadas cada día, en la indiferencia.

Sin caer en demagogias y palabrería, sino desde el convencimiento personal, desde un compromiso cargado, en ocasiones, de incoherencias y dificutades, pero, en definitiva, de un deseo de contribuir al bien común.

Nos recuerda Manos Unidas, con motivo de su campaña anual, la número 55, la necesidad de un mundo nuevo y de un proyecto común, que es su traducción del Objetivo del Milenio número ocho: “Fomentar una alianza mundial para el desarrollo”. Un propósito que está, sobre todo, en las manos de los países más desarrollados, pues son ellos, nosotros, los que tienen que promover un nuevo orden que acabe con las sonrojantes situaciones de injusticia.

Tenemos cada día muchas oportunidades
para cambiar este mundo.
En nuestro modo de consumir, en las relaciones
con nuestros vecinos, en la solidaridad…
La decisión está en nuestras manos.

Un nuevo orden que pasa por un cambio de estilo de vida, que debe recorrer toda la sociedad, desde gobiernos e instituciones públicas a empresas y ciudadanos particulares. Un nuevo orden que pasa por recuperar el tejido social, como apunta a Vida Nueva la presidenta de Manos Unidas, Soledad Suárez: “Nos hemos olvidado de que vivimos en sociedad y hemos dado mucha más importancia al individuo. Hemos desmantelado la organización social. En vez de trabajar todos juntos, cada uno va a lo suyo”.

Es precisamente con esta concepción individualista, y egoísta, con la que Manos Unidas quiere acabar, para dar paso a una civilización que dé primacía en todo momento y lugar a la dignidad de la persona humana, una dignidad que para nosostros, los creyentes, nace de la condición de hijos de Dios. Teniendo esto en cuenta, el mundo comenzaría a cambiar. Es posible.

Manos Unidas lo demuestra cada año, pues ayuda a que familias concretas ya no pasen hambre o a que pequeñas poblaciones trabajen sus propias tierras y labren su propio futuro, dejando de lado las ofertas de los terroristas que se aprovechan de la desesperación ajena para reclutar guerreros. No acaba de un plumazo con el hambre o con el terrorismo en el mundo, pero construye poco a poco comunidades donde ya no domina la justicia.

Tenemos cada día muchas oportunidades para cambiar este mundo. En nuestro modo de consumir, en las relaciones con nuestros vecinos, en la solidaridad… La decisión está en nuestras manos: permanecer inmóviles y congelar el júbilo o moverse y recibir la felicidad que da ayudar.

En el nº 2.881 de Vida Nueva.

 

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