Editorial

El renovado inconformismo de los obispos españoles

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Han pasado cinco años desde que se pusiera por primera vez sobre una mesa de la Conferencia Episcopal la necesidad de elaborar un documento que respondiera a la difícil situación que está atravesando nuestro país en lo económico y social. Para la anterior Ejecutiva del Episcopado no fue un asunto prioritario como sí lo fueron otros.

Durante el período más duro de la crisis, cuando el poder adquisitivo de los españoles se desplomaba y lo que parecía un infranqueable rescate financiero llevó a aumentar los impuestos y reducir las partidas sociales, se echó en falta un pronunciamiento oficial de los pastores. Sin embargo, ahí estuvo y está la Iglesia en su conjunto pronunciándose en el trabajo callado en labores asistenciales, fomentando la formación y el empleo, en consuelo para los que lo perdían todo, en cobijo para el extranjero.

Desde que Ricardo Blázquez asumiera la presidencia de la Conferencia Episcopal se ha pisado el acelerador y, en un año complicado, ha visto la luz Iglesia, servidora de los pobres, un documento coral escrito en un ejemplo de colegialidad, en el que se han aportado sugerencias hasta el último momento.

Este texto constituye un cambio de ciclo sin hacer ruido ni abusar de gestos grandilocuentes. El tono de los 59 puntos que lo componen deja a un lado tanto el dogmatismo de escritos anteriores como el cordón sanitario que se mantenía hacia la sociedad. Si los obispos comienzan hablando de “nuestro pueblo”, sin excluir a nadie, con un “no nos conformamos”, concluyen interpelando a la ciudadanía: “No estáis solos. Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la esperanza”. Incluso se subraya una petición de “perdón por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles”.

Resulta significativa esta complicidad de los pastores, en tanto que vislumbra cómo la impronta de Francisco, empapada por la Doctrina Social, comienza a tener calado de forma lenta pero decidida. Siguiendo su ejemplo, se huye del lenguaje acomodaticio frente a quienes ostentan el poder financiero o político. Se condena con firmeza el “empobrecimiento espiritual” de la sociedad, la corrupción política como “pecado grave” o el capitalismo salvaje.

Esta denuncia escrita requiere dar un paso más. Si de verdad los obispos proponen una urgente regeneración moral o promover un pacto contra la pobreza, esto conlleva un compromiso y una acción con el mismo convencimiento y la misma implicación con la que se ha afrontado la defensa de la vida y de la familia estos años de atrás en calles y despachos.

Sin ejercer de enemigos de nadie en un año electoral complicado, la Iglesia española está llamada a ser portavoz y mecenas de quienes se citan en esas 24 páginas: quienes ven anulada su dignidad porque son jóvenes o mayores desempleados, los ancianos con pensiones irrisorias, las mujeres víctimas de la trata, los inmigrantes sin derechos. A ellos toca demostrarles una vez más que no están solos a través de ese “No nos conformamos” que se plantea como lema de cabecera para esta renovada Iglesia, servidora de los pobres.

En el nº 2.939 de Vida Nueva. Del 2 al 8 de mayo de 2015

 

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