Editorial

Ciudadanas de primera

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La Iglesia es mayoritariamente femenina, aunque en no pocos espacios las mujeres quedan relegadas a un plano más que secundario. En primera línea, al pie de la cruz y de los crucificados de hoy, sin embargo, sigue vigente la reflexión lanzada por el cardenal Leo Jozef Suenens, arzobispo de Bruselas, durante la segunda sesión del Concilio Vaticano II, cuando se preguntó por la minúscula representación de aquellas que “constituyen la mitad de la humanidad”.



Aunque con cierta lentitud, en estos últimos años se han dado pasos para reconocer, de hecho y de derecho, la igualdad hombre-mujer que certificaron Lumen gentium y Gaudium et spes, conferida por el bautismo a todos, lo que se traduce en una corresponsabilidad en la misión.

Prueba de ello es que, en la última década, se ha triplicado el número de laicas y religiosas que ocupan puestos de responsabilidad en la Curia romana, un fenónemo que también se ha capilarizado en las Iglesias locales, al frente de los departamentos de economía, comunicación… La proporción está todavía lejos de ser equitativa, pero el avance parece irreversible.

Liderazgo eclesial

Las recientes reformas puestas en marcha por Francisco también hablan de un cambio de signo significativo. Ahí está la reflexión abierta sobre el diaconado y el reconocimiento del ministerio de la catequesis, así como el lectorado y el acolitado, que oficializan por ley lo que ya era una realidad más que asentada. De la misma manera, la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’ viene a romper ese techo de cristal para confiar en ellas caulquier liderazgo eclesial, ejercido en muchos casos hasta ahora en la sombra.

A pie de obra también se está multiplicando su presencia en las aulas de las facultades eclesiásticas. La aportación de alumnas, docentes e investigadoras resulta más que pertinente en una renovación integral sobre la Palabra, el Derecho Canónico o la Pastoral que sea verdaderamente inclusiva. Y, sobre todo, que se haga desde la mirada de una nueva generación de teólogas, hijas de su tiempo y que distinguen agradecidas el legado recibido, pero con la libertad de no dejarse atrapar por inercias ‘masculinizadas’ del pasado.

Mujeres con un horizonte amplio en el diálogo razón y fe, que sugieren e incentivan el debate en el contexto actual, que afrontan sin complejos cuestiones consideradas todavía como tabúes; pero mujeres con una profunda conciencia de comunión, que les lleva a reflexionar en la frontera, en contacto con la vida diaria, aunque alejándose de la crispación y la ruptura. Una impronta profética que necesita de más respaldo y menos sospechas hacia ellas para materializar su plena ciudadanía en la Iglesia, y así poder ejercer sin trabas como discípulas misioneras.

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