José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
Redactor jefe de Vida Nueva

Un papa sin retrovisor


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“El papa emérito ha abierto un camino que no admite miradas al retrovisor…”.

Bueno, ya está. La Iglesia tiene nuevo papa. ¿Era el candidato que había soñado o también le ha sorprendido? Poco importa ya. Esos sueños pertenecen al breve interregno de sede vacante donde los cardenales se vuelven lenguaraces y los hombres y mujeres que forman el pueblo de Dios se atreven a decir en voz alta lo que piensan sin encomendarse más que al Espíritu Santo, antes de que este sea convocado a soplar entre los frescos de Miguel Ángel.

Ya no cuentan los perfiles papales esbozados en esas efervescentes jornadas. Ya tenemos al nuevo servidor de los servidores de Jesucristo. Y ya sabemos –incluso antes de la fumata blanca– que, tras los acontecimientos vividos en la Iglesia en el último mes, sería impensable (y un suicido colectivo) una marcha atrás. El papa emérito ha abierto un camino que no admite miradas al retrovisor.

Estamos hablando de cambios en la forma de ejercer el ministerio petrino, en la manera de pastorear un rebaño atribulado, en cómo acercarse al mundo en vez de temerlo, en cómo se dialoga con él, en cómo se deja que la transparencia transfigure a la hierática institución en una comunidad acogedora y cercana, siempre dispuesta a purificarse y que anuncia el Evangelio con misericordia y fidelidad.

La carga del pontificado sobre los hombros mortales del nuevo papa se antoja aún más pesada que antes. El mundo ha estado pendiente de una chimenea como si fuese la lámpara de la que hubiera de salir el genio que hará realidad los sueños que ha dejado esbozados Benedicto XVI. Y seguirá expectante, sobre todo para comprobar que el club de cardenales no se ha equivocado al elegir.

Ese “miniconcilio” de bolsillo en que se convirtieron unas congregaciones generales en donde los purpurados no solo querían saber de lo divino, sino, fundamentalmente, de lo humano, ha reafirmado la esperanza de que, en el gobierno de la Iglesia, muchas cosas no vuelvan a ser como antes.

Hoy se antoja impensable justificar decisiones y conductas como las que, hace solo una década, todavía se adoptaban y consentían. Hoy, el mundo mira a Francisco porque quiere ver en él al reformador que introduzca sin miedo a la Iglesia en el siglo XXI. El nombre, al menos, le va al pelo.

En el nº 2.840 de Vida Nueva.

ESPECIAL WEB: PAPA FRANCISCO