Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Taizé en Pascua


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El lunes de pascua llegué a Taizé bajo una lluvia que se había instalado desde días antes sobre el paisaje de la baja Borgoña. El parabrisas nos aburría con su eterno vaivén y nos permitía ver, al pasar por Cluny, las aguas marrones del río Grosne desbordándose por el lado cóncavo del meandro y anegando (para alegría de los agricultores) los campos colindantes. Algunas vacas y caballos chapoteaban en ellos como si nada sucediese. Parecían conscientes de que las lluvias y la inundación les garantizaban pastos para todo el verano.



Disfrutando del paisaje y escuchando las gotas de lluvia golpear sobre nuestro automóvil vimos las casas de Taizé trepando por el principio de la colina y el pequeño y encantador campanario de su Iglesia nos saludaba empapado. Cualquiera que desee volver alguna vez a Taizé sabe lo que esta vista supone para el cansado viajero que parte de España.

Para mí, además, esta semana es siempre especial. No solo porque la mayoría de las veces que he peregrinado a estas comunidad lo he hecho en estas fechas. No solo porque siempre cae en la primavera y el paisaje es precioso estos días: el tapiz de hierba verde se puebla del blanco de las margaritas y del amarillo de los dientes de león, las yemas que nacen comienzan a colorear el gris y marrón de los castaños y los tilos, y los pájaros parecen tener ganas de cantar para que nuestros oídos tengan un bello y constante fondo musical.

No solo porque siempre voy bien acompañado (aunque la primera vez fui solo). No solo porque siempre encuentras gente maravillosa con la que compartir unos días (muchos de los cuales conservas como amigos para toda la vida). No solo porque me gusta cantar y la música ocupa su lugar importante en las oraciones de este lugar. No solo porque el silencio envuelve mi estancia allí. Sino también porque es una oportunidad para profundizar en mi fe, para descansar, para tomar agua de la fuente que te quita la sed de verdad, para volver con fuerzas renovadas a mi día a día.

Sumando jóvenes año tras año

Además, siempre me sorprende la cantidad de jóvenes que encuentro allí. Recuerdo la primera vez que escuché hablar de Taizé cuando mi hermana fue al encuentro de París unas navidades. ¡Nada me hacía imaginar que luego sería para mí tan importante esta espiritualidad! Y, sin hacer nada extraordinario, los jóvenes siguen acudiendo. Ayer estaba con una amiga que conocí allí hace ya casi 30 años y nos preguntó si se seguía haciendo más o menos lo mismo que aquella semana de agosto en la que les acogí en el lugar. Y sí, le dijimos que sí, que sigue siendo lo mismo, y los jóvenes siguen yendo, y hay que limitar la afluencia de los que somos mayores porque su prioridad sigue siendo la acogida de jóvenes. ¿Cómo puede ser eso? ¿Qué sucede para que sigan acudiendo tantos jóvenes año tras año? En estos próximos artículos voy a analizar algunas de las cosas que me llaman la atención y que pueden ayudar para entender esto.