¿Se puede redimir el granizo?


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Los últimos días de agosto nos trajeron una noticia terrible: una niña de veinte meses murió en La Bisbal del Ampurdán (Gerona) por el impacto de una bola de granizo en la cabeza. Al parecer, ella y su padre se asomaron al patio interior de la casa para ver la enorme tormenta que se cernía sobre la localidad. Un trágico accidente.



En la Biblia también encontramos el granizo, pero, de acuerdo con una mentalidad de otros tiempos, ese fenómeno atmosférico se atribuye a Dios, que lo usa además como castigo. Un primer texto donde lo encontramos está en el libro de Josué, cuando se describe la victoria de Israel sobre cinco reyes en Gabaón:

“Josué caminó toda la noche desde Guilgal y cayó sobre ellos de repente. El Señor los desbarató ante Israel, que les infligió una severa derrota en Gabaón y los persiguió por la cuesta de Bet Jorón, destrozándolos hasta Acecá (y hasta Maquedá). Y, cuando iban huyendo de los hijos de Israel por la cuesta de Bet Jorón, el Señor les lanzó desde el cielo un gran pedrisco en el camino hasta Acecá, del que murieron. Y murieron más por el pedrisco que por la espada de los hijos de Israel” (Jos 10,9-11).

Las plagas

Pero antes el granizo ha hecho aparición en el libro del Éxodo, donde forma parte de las plagas –en concreto de la séptima– con que el Señor castiga a Egipto y lo fuerza para que deje salir a su pueblo (Ex 9,13-35).

En el libro de la Sabiduría se recogen creativamente las plagas de Egipto, y el granizo se combina con el fuego: “Los impíos que no querían conocerte fueron castigados con la fuerza de tu brazo: los persiguieron extrañas lluvias, granizadas, tormentas implacables y el fuego los devoró […] Nieve y hielo resistían al fuego sin derretirse, para que supieran que el fuego, ardiendo entre el granizo y resplandeciendo bajo la lluvia, destruía las cosechas de los enemigos” (Sab 16,16.22).

 

Por último, en el Apocalipsis, como un eco lejano del Éxodo, el granizo será un fenómeno que abra y cierre uno de los septenarios que aparecen en el libro, el de las trompetas: “Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocar. Y el primero tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados a la tierra […] Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza, y hubo relámpagos y voces y truenos y una fuerte granizada” (Ap 8,6-7; 11,19).

Al final, para poder redimirlo de alguna manera, podríamos incluir al granizo entre otras “criaturas” semejantes cuya misión es alabar al Dios creador: “Fríos y heladas, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos; rocíos y nevadas, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos; témpanos y hielos, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos; escarchas y nieves, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos” (Dn 3,67-70).