Elvy Monzant Árraga
Secretario ejecutivo de la Red de Migración, Trata y Refugio Clamor

No hay auténtica promoción humana sin trabajo decente y bien remunerado


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Hay fiesta en la casa de las monjitas. Después de un proceso que duró varios meses un grupo de migrantes inauguraron hoy una cooperativa de producción que les permitirá ganarse la vida honradamente. Recibieron talleres de capacitación sobre emprendimientos, cálculo de costos, administración, mercadeo y fundamentos del cooperativismo, para aprender a producir en equipo y distribuir con justicia y equidad las ganancias.



Además contaron con el apoyo de un capital semilla que les permitió adquirir la maquinaria y materia prima. Esperan generar muy pronto empleos para otros migrantes.

Como recordaremos el Papa Francisco propuso en el 2018 cuatro Verbos para orientar el ser y quehacer de la Iglesia al servicio de los migrantes: Acoger, Proteger, Promover e Integrar. En esta columna ya hemos abordado con anterioridad los dos primeros.

El valor de Promover

Según el Papa  Francisco “promover quiere decir esencialmente trabajar con el fin de que a todos los emigrantes y refugiados, así como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida por el Creador”.

En ese sentido, la principal vía para la promoción humana y el desarrollo integral de los migrantes es favorecer el acceso al trabajo digno y bien remunerado.

En total sintonía con uno de los fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia el Papa Francisco afirma en la Fratelli Tutti: “El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo» (FT 162).

Para el Obispo de Roma: “Hay que esforzarse en la promoción de la inserción socio-laboral de los emigrantes y refugiados, garantizando a todos —incluidos los que solicitan asilo— la posibilidad de trabajar” (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2018).

Lamentablemente en los países de acogida la mayoría de los migrantes trabajan en la economía informal, más de 10 horas al día, de lunes a domingo y por menos del sueldo mínimo. En algunos casos son sometidos a nuevas formas de esclavitud. Los más vulnerables son los migrantes indocumentados.

Por otra parte los gobiernos están aumentando las trabas para lograr el reconocimiento u homologación de los títulos académicos de los migrantes. Es común ver ingenieros atendiendo mesas en un restaurante o médicos taxistas.

Por ello el Papa Francisco encomienda a todos los agentes de pastoral que trabajan con migrantes: “Muchos emigrantes y refugiados tienen cualificaciones que hay que certificar y valorar convenientemente, animo a esforzarse en la promoción”.

Ahora bien, en el caso específico de los menores subraya: “Su participación en actividades laborales ha de ser regulada de manera que se prevengan abusos y riesgos para su crecimiento normal”.

La integridad de la familia

El Papa Emérito  Benedicto XVI subrayó que la familia es, en el contexto migratorio, “lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración de valores” (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2007).

En ese mismo sentido la Pastoral con Migrantes aborda no solo a la persona en movilidad sino a toda la familia. Señala el Papa Francisco: “hay que promover siempre su integridad, favoreciendo la reagrupación familiar —incluyendo los abuelos, hermanos y nietos—, sin someterla jamás a requisitos económicos”.

Como Iglesia creemos que promover el Desarrollo Humano Integral también aborda lo espiritual. Por ello “la dimensión religiosa ha de ser reconocida en su justo valor, garantizando a todos los extranjeros presentes en el territorio la libertad de profesar y practicar la propia fe” (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado 2018).

Algunos ejemplos concretos

En América Latina hemos encontrado diversas maneras de promover a los migrantes, refugiados y víctimas de Trata:

Apoyo a emprendimientos: Más allá de lo meramente asistencial ayudamos a los refugiados, migrantes, víctimas de trata y sus familias a desarrollar emprendimientos socio productivos que les ayuden en su inserción laboral. Estos emprendimientos pueden ser individuales, micro empresas familiares o cooperativas.

Experiencias de comercio justo: Conscientes de que otra economía es posible se promueven ferias de productos hechos por los migrantes y espacios de comercialización con criterios de comercio justo.

Bolsas de empleo: En algunas diócesis se han hecho alianzas con la empresa privada para colocar migrantes, retornados, familiares de migrantes que han quedado en situación de alta vulnerabilidad o solicitantes de refugio, de manera tal que a través del trabajo puedan elevar su calidad de vida.

Las personas migrantes más que meros receptores pasivos de limosnas deben ser protagonistas de su propio desarrollo humano integral.

Como ciudadanos, sujetos de derechos, exigen el acceso al campo laboral en condiciones de justicia, así como a los servicios básicos que les permitan tener calidad de vida.

Construyamos puentes.