La Asociación Colombiana de Teólogas ACT


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Hace unos cuantos años las mujeres no estudiaban teología. No enseñaban teología. Tampoco, obviamente, escribían teología. Al fin y al cabo, la teología era quehacer de hombres de Iglesia. Pero no por otra razón, sino porque como el saber era patrimonio de los hombres, el saber teológico era, consiguientemente, exclusividad de los hombres de Iglesia, que estudiaban teología en los seminarios y facultades eclesiásticas como requisito para su ordenación “sacerdotal”, enseñaban teología a los seminaristas que se iban a ordenar y escribían teología que leían otros hombres de Iglesia.

Los cambios socioculturales del siglo XX nos permitieron a las mujeres estudiar teología, enseñar teología, escribir teología. Lo cual no ha sido fácil, pues la tradición patriarcal ciertamente no facilitaba el reconocimiento profesional de las mujeres en un escenario tradicionalmente eclesiástico y clerical.

En el proceso de incorporación de las mujeres al saber y al quehacer teológico, las primeras teólogas aceptaron –aceptamos– esquemas mentales, metodología, imaginarios, conceptualizaciones y temas de la teología tradicional. Luego se hizo necesario buscar nuevos caminos para la reflexión teológica desde nuestra propia experiencia de la realidad y nuestra propia experiencia de fe, así como nuevas formas de investigar y producir saber.

La teoría de género permitió deconstruir los paradigmas que enmarcaban las relaciones de hombres y mujeres y la hermenéutica de la sospecha, propia de la teología de la liberación, permitió cuestionar toda forma de discriminación y toda situación de opresión. Los trabajos de las colombianas que hicieron eco a estas corrientes tenían, y siguen teniendo, voz teológica propia, como una forma alternativa de hacer teología, que no pretende competir o suplantar la teología hecha por los hombres, pero que devuelve al discurso teológico el otro lado de la experiencia humana y la voz de aquélla que calló durante siglos.

Como quiera que los aportes de las mujeres teólogas debieron abrirse camino en un entorno masculino y clerical, su presencia como profesoras en las facultades de teología tuvo –¿y sigue teniendo?– opositores.

La importancia de aunar esfuerzos

Personalmente, tuve la fortuna de que las directivas la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá creyeran que una mujer podía estudiar y enseñar teología. No así, muchas veces, los estudiantes que preferían hombres de Iglesia como profesores. Pero las directivas, al aceptar mi presencia, abrieron la puerta a otras muchas colegas en la vida de la Facultad que estudian teología, enseñan teología, escriben teología.

Las colombianas, como nuestras colegas de otras regiones, comprendimos la necesidad de aunar esfuerzos y sentir que no estábamos solas, cada una por su lado. Necesitábamos construir redes de solidaridad en un espacio de reflexión teológica y de comunión eclesial.

Las primeras teólogas –Marta Lucía Chaparro, Dora Tobar, Socorro Vivas, Graciela Melo, Margarita Mayoral y yo, entre otras– nos reuníamos periódicamente para compartir proyectos y resultados.

En junio de 2007, Amparo Novoa, Ángela María Sierra, Li Mizar Salamanca, María del Socorro Vivas, Maricel Mena, Olga Consuelo Vélez y yo comenzamos a hacer realidad ese espacio de reflexión teológica que años atrás habíamos intentado conformar. Un espacio de reflexión proyectado a la construcción de comunidades incluyentes y liberadoras.

Así nació la Asociación Colombiana de Teólogas, en el ánimo de integrar esfuerzos, compartir trabajos e investigaciones y darlos a conocer. También con el propósito de identificar el aporte de la teología hecha por mujeres y crear comunidad teológica en la que el ejercicio académico sea el eje dinamizador y el compromiso con la realidad el eje articulador del discurso teológico.

El pasado sábado 28 de octubre, en Bogotá, las teólogas colombianas hemos sido convocadas al II Encuentro de la Asociación Colombiana de Teólogas para reflexionar sobre ‘¿Qué país queremos las mujeres? Género y construcción de paz’, en el que intervenían Karen Rocío Cabezas, de la ‘Red de mujeres afro desplazadas víctimas del conflicto armado’; y Fabiola Piñacué, lideresa en procesos con mujeres paeces para traernos la ‘Memoria de las mujeres’; Mery Betty Rodríguez y Socorro Vivas presentaban una ‘Lectura bíblica y teológica de la realidad de la mujer’; y de los ‘Desafíos teológico pastorales en el contexto del post-conflicto: ¿qué país queremos las mujeres?’ se encargaban Isabel Corpas de Posada y Fernando Torres.

Las y los asistentes pudieron, además, visitar la exposición ‘Luminiscencias’, de la comunicadora social Mayra Ríos.

Es un paso más en el recorrido que hemos hecho las teólogas colombianas y, concretamente, las integrantes de la Asociación Colombiana de Teólogas ACT. ¡Adelante en este recorrido y felicitaciones a mis colegas!