José Lorenzo, redactor jefe de Vida Nueva
Redactor jefe de Vida Nueva

Grafiosis en Añastro


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(José Lorenzo– Redactor Jefe)

“Falta espiritualidad de comunión, compromiso con la juventud y capacidad para saber estimular e implicar al hombre y a la mujer de la calle. Una mirada a nuestro alrededor bastaría para esbozar un plan pastoral”

Acaba de clausurarse en Toledo el Congreso Eucarístico Nacional, un evento que ha pasado desapercibido para el pueblo cristiano y cuyos frutos evangelizadores nos los mostrará el tiempo, aunque se adivinan más bien irrelevantes si nos atenemos a lo cosechado tras el de Santiago de Compostela en 1999, aún reciente, pero ya en el siglo pasado.

Este Congreso servía, además, para poner el broche final al Plan Pastoral que la Conferencia Episcopal Española (CEE) había diseñado para el período 2006-2010, un cuatrienio igualmente plano, escaso en su capacidad motivadora y muy justito en su desarrollo de una pastoral de conjunto realmente estimulante. Decir que los planes pastorales (en este caso, los de la CEE) son reflejo del ambiente en el que nacen y de la esperanza que se deposita en ellos es una perogrullada. Tomémoslo, pues, como elemento indicativo. Veremos así que hoy casi nadie repara en ellos, que a casi nadie preocupa el cumplimiento de sus objetivos, y que tampoco casi nadie ve su funcionalidad porque, en definitiva, no se cree en la colegialidad de la institución que los alumbra desde el año 1983.

Hoy, la grafiosis burocrática seca la savia pastoral de la Conferencia Episcopal y los obispos evitan a toda costa tener que enviar allí a sus mejores curas para no dejar que se marchiten como los árboles que se alzan en la madrileña calle Añastro, ante el edificio de la Casa de la Iglesia. Falta espiritualidad de comunión, compromiso con la juventud y capacidad para saber estimular e implicar al hombre y a la mujer de la calle. Una mirada a nuestro alrededor bastaría para esbozar un plan pastoral que hiciera posible la aún inédita adaptación indispensable (según magisterio emanado de la propia CEE) de nuestra Iglesia a la realidad del mundo actual.

Hubo un tiempo en que nuestros obispos, conscientes de la misión de la Iglesia en medio de su pueblo, y en cumplimiento de las conclusiones de una Asamblea Conjunta mantenida con los sacerdotes, estipularon que al analizar los problemas temporales, también para la evangelización, éstos se dilucidasen comunitariamente en sus diversos niveles. Aquel espíritu hace tiempo que también languidece.

En el nº 2.710 de Vida Nueva.

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