Por fin, ¡en Colombia ha estallado la paz!


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Con todo respeto, me apropio en este blog del título de una de las novelas de la trilogía de José María Gironella sobre la Guerra Civil española: Ha estallado la paz. Fueron las palabras que se me vinieron a la memoria, el pasado martes 27 de junio, cuando en un emocionante acto simbólico se completó la dejación de armas de la guerrilla más antigua de América, las FARC.

Después de más de cincuenta años de enfrentamientos con las fuerzas del Estado, pero también de asesinatos, secuestros y acciones terroristas contra la población civil. Después de casi cuatro años de negociaciones en La Habana. Después de la firma del Acuerdo Final de Paz entre los voceros del Gobierno y los representantes de las FARC que sellaba el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo.

Después de muchos tropiezos, pero también de logros importantes, ¡por fin ha estallado la paz en Colombia! Un día verdaderamente histórico. Y, al mismo tiempo, un paso más en el difícil camino de la construcción de la paz en el que estamos siendo testigos de la transformación de un movimiento armado en movimiento político.

El futuro de las nuevas armas de la paz

Como en todo acto ritual, cuando cerraron en Mesetas el contenedor en el que representantes de Naciones Unidas habían recibido de los entonces guerrilleros las armas para la guerra, en el presente se entrelazaban el pasado y el futuro. El pasado de las armas de la guerra y el futuro de las nuevas armas de la paz.

Y yo pensaba que en este acto ritual estaba representado todo el país. Que en los contenedores, cada colombiano y cada colombiana estábamos dejando armas de violencia con las que tanto daño nos hacemos, como son la intolerancia, la polarización, la agresividad, la desconfianza y el miedo, los odios y los sectarismos, las palabras ofensivas, el desprecio, las ofensas de todo tipo hacia las mujeres, las prácticas que generan injusticia. Que en ellos depositábamos odios y rencores. Que allí quedaba, bajo llave, un pasado escrito con sangre. También toda la rabia que nos impide convivir.

Al mismo tiempo pensaba, mirando con esperanza hacia el futuro que vamos a escribir, que al cerrar los contenedores vamos a poder empuñar las armas para la paz, como son la tolerancia, los gestos de confianza, la acogida a la diferencia, la apertura al diálogo, la aceptación de quienes piensan diferente, el perdón de las ofensas, el cambio de actitud hacia quienes calificamos como enemigos, el respeto por las mujeres, las acciones solidarias, las reformas que generen equidad. Pensaba que, ¡por fin!, vamos a poder vivir y convivir en un país reconciliado.

De Gironella… a Isaías

Como en las anteriores ceremonias del proceso de paz y como siempre que me refiero a los compromisos de la paz, también vinieron a mi memoria las palabras del profeta Isaías, hace casi tres mil, cuando las armas de la guerra eran las espadas y las lanzas que en la anunciada era de paz iban a transformarse en armas de paz: “Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en guadañas. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra” (Is 2,4).