Culminando esta navegación sinodal panamazónica en la Secretaría de la REPAM


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En este hermoso y complejo proceso de transición de la secretaría de la REPAM, cerrando mi ciclo, lo vivo como verdadero tiempo de gracia; aún con todo lo que se mueve, duele, y con todo el movimiento de las aguas a nuestro alrededor. Es definitivamente un regalo haber sido responsables de construir esta barca de la REPAM, un proceso siempre en camino, que con tantas manos y corazones fuimos haciendo posible uniendo los bellos pedazos de madera que estaban aislados, y donde Dios Padre y Madre ha sido la fuente esencial de vida, y el Jesús encarnado en la Amazonía nuestro horizonte.



Es momento de agradecimiento por los tantos y tantas que es imposible nombrar que han construido esta barca desde las maderas hermosas que ya estaban dando la vida por la Amazonía. Es tiempo ahora de “acatamiento y veneración” en las manos de la Ruah divina (el Espíritu): en aguas movidas y en aguas calmas, siempre en las manos de Dios.

La pregunta que me ha acechado en estos días, y por varios meses, es ¿quién soy hoy que no soy el mismo de hace 10 años cuando tuve mi primer encuentro y experiencia de adentrarme al menos superficialmente a este territorio Amazónico y su hermosa diversidad? y ¿quién soy hoy que ya no el mismo de hace 7 años y medio cuando nacía la red eclesial Panamazónica en la periferia de Puyo, Ecuador, y que hace 6 años se fundó y formalizó en Brasilia como REPAM?

Mauricio López Oropeza / Archivo REPAM

Agradecer y soltar

En este punto de convergencia de los ríos, las aguas se tornan movidas por los tantos desafíos que emergen de la realidad territorial y del Sínodo, por la pandemia que sigue golpeando con fuerza inmisericorde a este territorio y a sus pueblos y comunidades, y por la incertidumbre de lo que vendrá. Ante esto, el impulso es el de agradecer y de soltar, entrar en aguas más profundas, sabiendo que Dios lo ha tejido todo en nosotros, en mí, y que la iniciativa ha sido toda suya. Han sido tantos años sin tregua, y aunque mis ojos brillan de gratitud y gratuidad, una parte de mí está también agotada y quebrada…. y sobre todo, me siento confirmado de que es tiempo de abrir espacio a otros modos más propicios para los desafíos actuales de la REPAM.

La decisión de cerrar este ciclo ha estado clara desde hace 3 años, y agradezco a la vida por poder hacer un proceso pausado, discernido, y progresivo para llegar a esta anhelada transición.

Experimento una hermosa, e inesperada, paz interior en medio de las aguas movidas. Hemos sembrado profundo estas semillas de conversión profunda (metanoia), en un momento de kairós. A pesar de nuestra pequeñez y fragilidad, Dios y la vida nos han permitido ser llamados a gastar la vida por la Amazonía, sus pueblos y comunidades, y por la renovación de la Iglesia en este territorio, y de toda ella. A pesar de que siempre nuestras fuerzas sean insuficientes, de que siempre nos sintamos inadecuados, la pregunta no ha sido si me siento digno y capaz, pues ante ello la respuesta habría sido evidentemente: no. La pregunta ha sido solamente si estoy dispuesto a responder a este llamado, a pesar de mis muchas fragilidades, y ante ello la respuesta ha sido sí, siempre sí.

El sujeto eclesial territorial panamazónico ha emergido e irrumpido con fuerza para dejar su huella. La periferia ha iluminado al centro, y aunque queda mucho por andar, ha sido una profunda experiencia el ser parte actuante del abrir esta “represa” para que las aguas corran vivas encontrando su propio ritmo a pesar de nosotros-as, más allá de nosotros. Agradezco el pedido permanente de estos últimos años para poder abrazarme a la serenidad, discernimiento y coraje.

Opción con y desde la Amazonía

Nuestra opción con la Amazonía, y desde la Amazonía, ha sido siempre para que ella sea un rostro concreto que tenga vida, pero que también transforme… que sea un paradigma y un lugar teológico que ayude a que las reformas que Dios pide para nuestra Iglesia sean posibles.

Gracias al papa Francisco porque cuando nacía la Red Eclesial Panamazónica en abril de 2013, y luego formalizada como REPAM en septiembre de 2014, apenas había llegado a este llamado de liderar la Iglesia con el ejemplo y sin miedo de responder a los signos de los tiempos. Su presencia ha sido un elemento transformador de nuestro servicio. No se trata de idealizar su persona, pero Dios ha hecho con nuestro maestro y hermano de blanco el más bello y adecuado puente para que los llamados del Concilio Vaticano II encuentren sus rutas para seguir dando vida de forma irrenunciable en y desde la Amazonía, y para la Iglesia toda.

Desafiado por el desborde

Nosotros en la REPAM, y yo en lo personal, hemos vivido Gracias incomparables en esta cercanía contigo, con tu ministerio Papal, y en ello nos hemos jugado la vida para hacer posible lo necesario, a pesar de las consecuencias. Gracias por desafiarnos con el DESBORDE ante la necesidad de que sobreabunde la esperanza en medio de un mundo donde abunda el sinsentido. Nos has mostrado el camino del DESBORDE discernido con tu propio ejemplo, y aunque en nuestra pequeñez hemos recibido también algo de rechazo e incomprensión, los frutos son abundantes porque son gracia del Espíritu. Con nosotros, y a pesar de nosotros, ahí están esos frutos como fuente de vida, junto con las tantas equivocaciones y límites que nos han acompañado, y que en mi camino son quizás las mejores maestras de vida.

Dios de la vida te pido que me pongas con tu Hijo, que me des la libertad y confianza necesarias para remar en las nuevas aguas que se abren ante mí para compartir lo inconmensurable que he recibido de tantos y tantas maestras de camino en esta navegación Amazónica, y poder ofrecerlo en los nuevos caminos que se presentan. Tendremos que, una vez más, desbrozar los terrenos, y seguramente nos tocará asumir las consecuencias de ello, pero en la misma gracia de lo inmerecido de estos años, nos hemos de disponer para el seguimiento del Señor y para la mayor Gloria de Dios.

Gracias sobre todo a mis queridos Dom Claudio, Pedro Barreto y Michael Czerny, por ser maestros de vida y verdaderos hermanos de camino en estos años; a ese equipo maravilloso de hermanas con quienes hemos hecho camino y escuela de vida para servir al camino del Reino desde nuestros claroscuros en esta secretaría ejecutiva en donde no nos guardamos nada en entrega y compromiso cada día; a los tantos hermanos de camino en el territorio, a los hermanos y compañeros de las comunidades indígenas y campesinas de la Amazonía que me han transformado de tantas maneras; a los muchos maestros y compañeros en las instancias eclesiales en todos los niveles; a los aliados en los espacios de incidencia local y global; y a los innumerables rostros de todos los días con quienes hemos tejido hilos que no son nuestros, sino del territorio, pero que juntos con nuestras manos hemos tratado de tejer ese tapete multicolor para que muchos más puedan sentarse en esta mesa de la comunión que es la REPAM, con, y más allá de, nuestras diferencias. Gracias a Analú por ser presencia sanadora, salvífica y profundamente compañera en estos años en los que la misión ha sido plena y totalmente conjunta, así de agridulce como ha sido para ambos.

Agradezco profundamente al Hermano João G. Coelho por su generosidad y gratuidad para asumir esta misión como nuevo Secretario Ejecutivo de la REPAM, nuestro camino compartido como verdaderos hermanos me llena de agradecimiento hacia ti y seguiremos acompañándonos en esta navegación como ha sido desde hace 7 años. Pongo en las manos de Dios la hermosa misión que ahora comienzas, una que tendrá tu rostro, tus manos y tu corazón, y por ello será una misión llena del Espíritu, y por ello la REPAM tendrá en ti un propicio y extraordinario canoero.

No soy un hombre que sabe, he sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las enseñanzas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos.

Herman Hesse.