02/02/2021 | Ermes Liriano
"El sufrimiento humano me era muy cercano, a veces demasiado. Lo que más me costó aprender fue la lección de la lentitud. Siempre caía en el pecado original del voluntario penitenciario: contagiarte de sus prisas, de sus urgencias, de sus ansias palpitantes por salir de la cárcel. Yo estaba complentamente convencido de que ser mercedario significaba hacer junto a ellos el proceso de la libertad, pero de la libertad sin apellidos".