(José María Rodríguez Olaizola– Sociólogo jesuita)
“Es atroz el pensar en los abusos. Es sobrecogedor pensar que vengan de gente que parece haberse comprometido a anunciar una buena noticia. Es enervante imaginar tal traición a aquéllos a quienes uno debería proteger. Pero no se sigue que su causa sea el celibato”
Últimamente es inevitable que en algunos momentos surja la conversación en torno a los casos de pederastia en el clero. Como uno es cura, también las personas quieren saber qué opinas, cómo lo ves, etc. Y cuando uno se adentra en la conversación, es frecuente que, por parte de bastantes interlocutores, en algún momento se deslice la afirmación de que “es que habría que suprimir el celibato obligatorio”.
Creo que esa cuestión sobre el celibato obligatorio está pendiente, es necesaria, y seguramente llegará. Pero asociarla a este tipo de escándalos es tramposo. Es tramposo porque parece afirmar que es tan imposible vivir el celibato que esto lleva a comportamientos enfermizos y delictivos. Como si no hubiera tantísimos sacerdotes que viven su compromiso con honestidad, entrega y aceptando la parte de renuncia y lucha que inevitablemente conlleva.
Es atroz el pensar en los abusos. Es sobrecogedor pensar que vengan de gente que parece haberse comprometido a anunciar una buena noticia. Es enervante imaginar tal traición a aquéllos a quienes uno debería proteger. Pero no se sigue que su causa sea el celibato. O al menos quiero creer que no se sigue, porque, con sinceridad, si fuera así, ¿dónde nos deja eso a los célibes?
Hace falta reflexionar, hace falta dialogar, y hace falta discutir. Sobre la pederastia. Sobre el silencio cómplice. (Y sobre el celibato. Y sobre tantas otras cosas). Pero antes de enzarzarnos en discursos y opiniones polémicas, en diagnósticos gruesos o en declaraciones simples, se hace más necesaria que nunca la información, la formación y la reflexión serena y en profundidad sobre todo lo que ha ocurrido y todo lo que está en juego. Lo merecen las víctimas. Lo piden los creyentes. Y lo necesita la Iglesia.
En el nº 2.723 de Vida Nueva.