Por fin, un primado beato

Joaquín L. Ortega(Joaquín L. Ortega– Sacerdote y periodista)

“El balance de su biografía (1833-1909) se ha cerrado ahora con la beatificación. Esta proclamación [del cardenal Sancha] se ha convertido en lo más peculiar de su currículum, siendo el primero y único en la larga saga de los primados de Toledo”

Su reciente beatificación ha revelado el gran personaje que fue el cardenal Ciriaco Sancha. Nacido en la Ribera burgalesa del Duero, tras sus estudios en El Burgo de Osma pasó muchos años en Cuba. Allí demostró su calidad de hombre de Iglesia y su entrega a los necesitados. Para ellos fundó, en 1869, las hoy llamadas Hermanas de la Caridad del cardenal Sancha, presentes en España y América. De regreso, jugó un papel destacado en la Iglesia española. Auxiliar de Toledo, obispo de Ávila y de Madrid y arzobispo de Valencia, pasó a la sede de Toledo en 1898. Tuvo conciencia de su papel de primado, y amén de su pastoreo diocesano y sus escritos sociales, trató de avivar la conciencia religiosa española en los Congresos Nacionales que organizó en varias ciudades, en la línea de la Rerum Novarum de León XIII. Su prioridad fueron los pobres.

El balance de su biografía (1833-1909) se ha cerrado ahora con la beatificación. Esta proclamación se ha convertido en lo más peculiar de su currículum, siendo el primero y único en la larga saga de los primados de Toledo (en la que ocupa el puesto 61), que arranca en el año 1088, por concesión de Urbano II, con primados de todas las marcas: Jiménez de Rada, el de las Navas de Tolosa; el docto Gil de Albornoz y el guerreador Carrillo; Cisneros, el reformador, y Carranza, el sufrido teólogo; el ilustrado Lorenzana.

¿Es posible que abunden tan poco los beatos en una lista tan larga y conspicua? ¿Se deberá tan sólo su originalidad al hecho de haber sido fundador de religiosas? En cualquier caso, esa exclusividad de virtud reconocida por la Iglesia al primado Sancha, invitaría a pensar en la frecuencia de la santidad entre sus pastores. En el siglo XX hemos tenido un buen lote de “obispos mártires”. No estorbaría otro buen manojo de “obispos confesores”, como lo fue el beato Ciriaco Sancha.

En el nº 2.685 de Vida Nueva.

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