Aislamiento indígena en Perú

 

La Iglesia local alerta sobre choques violentos entre pueblos de la Amazonía

En el Perú existen más de quince pueblos indígenas que viven aislados. Muchos de sus espacios de recolección y caza han dejado de ser productivos. Empresas de hidrocarburos y madereros ilegales no solo son responsables de la destrucción de su hábitat y de enfermedades que los afectan; también han provocado su desplazamiento.

Los misioneros dominicos del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado (Perú) han dado a conocer diversos enfrentamientos que tienen como autores a pueblos indígenas amazónicos en aislamiento y a población indígena local ya contactada. La violencia ha provocado la muerte de personas inocentes en la región del distrito de Sepahua (Ucayali) −ubicado en el centro del oriente peruano− y demanda intervenir de manera correcta. Lo que viene sucediendo desde hace unos meses muestra que estos pueblos en aislamiento han comenzado a movilizarse en búsqueda de recursos, al ver amenazada su supervivencia.

Inicio del conflicto

El 4 de agosto una canoa con tripulación de Sepahua, que transportaba una pareja de turistas, fue atacada sorpresivamente por desconocidos. Luego, el 1 de noviembre, un grupo de hombres de la Comunidad de Santa Rosa de Serjali detectó la presencia de nativos foráneos. Ante estos hechos, José Dispupidiwa, jefe de este pueblo nahua, organizó una expedición con el objetivo de entablar relación de forma pacífica con el grupo de desconocidos. Este acercamiento fracasó. El día 3 de noviembre, a la llegada del primer herido a la comunidad de Santa Rosa de Serjali, se generó la exaltación de un grupo de jóvenes que decidieron surcar el río Mishahua con el objetivo de tomar represalias. Provocaron un nuevo enfrentamiento, de consecuencias lamentables.

Como lo señala Beatriz García, directora de Radio Sepahua, “aunque ya han pasado varias semanas, este es el inicio de una historia cuyo fin quizás jamás se conozca, o pasarán años hasta saber qué ocurrió realmente en el último enfrentamiento entre indígenas aislados, presumiblemente de la etnia mashcopiro, y los nahuas, una etnia en contacto inicial desde su adiós al nomadismo a finales de los 80, muy ligada a los misioneros dominicos y, muy especialmente, al padre Ignacio Iráizoz, Vicario Episcopal del Bajo Urubamba, con más de cuarenta años en las misiones”.

¿Aislamiento voluntario?

El término de pueblos en “aislamiento voluntario”, usado por la legislación nacional de Perú y los consensos académicos entre antropólogos, es cuestionado por personas como Beatriz García Blasco, directora de Radio Sepahua. “¿Voluntario? Más bien parece que están en aislamiento por miedo”. En la misma línea, Mons. David Martínez De Aguirre, obispo titular del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, sostiene: “No podemos decir que el aislamiento es voluntario sin que se nos ponga la cara roja de vergüenza. Una vez más, tendremos que reconocer que fueron la violencia y el desencuentro los que lo propiciaron”.

Una respuesta pendiente

Las consecuencias han sido fatales: Teodoro Tomo, baleado accidentalmente por sus propios paisanos, y dos heridos por impacto de flecha: Jairo Raya y Ernesto Rutude. Frente a estos hechos, una comitiva del Viceministerio de Interculturalidad, ente encargado de articular las políticas públicas para la protección de los pueblos indígenas en aislamiento o contacto inicial, y las autoridades de la zona, hicieron eco a la llamada de emergencia y pudieron comprobar el estado de la población de la comunidad de Santa Rosa de Serjali, donde vive el pueblo nahua en contacto inicial. Si bien han advertido sobre los riesgos que existen en estos encuentros, falta un programa de acción directa frente a estos hechos.

De manera oficial se sabe el número de las víctimas del pueblo nahua, pero no se tiene información de la otra parte del conflicto.  “Por los datos que hemos recogido, podemos deducir que del otro lado hubo muertos”, afirma el padre Ignacio Iráizoz. “Se ha generado un problema grande que debe ser afrontado por las autoridades”. Subraya la disposición de los misioneros a aportar su experiencia de varias décadas en la zona, pero es rotundo al afirmar que lo ocurrido debe ser analizado con sinceridad. “La marcha de los aislados hacia otra zona no soluciona el problema porque, ¿qué pasa con ellos? Esto les ha dejado una herida grande y eso es un gran obstáculo para relaciones futuras que son connaturales a cualquier pueblo. La semilla de la venganza que esto les ha dejado va a brotar”.

Mons. David Martínez De Aguirre, Vicario Apostólico de Puerto Maldonado

Por su parte Mons. David Martínez De Aguirre, obispo titular del Vicariato Apostólico de Puerto Maldonado, señala que a estos pueblos hay que protegerlos y asegurar que nadie pueda ingresar a sus tierras, sobre todo por la extracción de recursos naturales. “Entre los diferentes pueblos indígenas tienen formas de comunicarse y establecer contactos y alianzas que son pacíficas y genuinas, naturales a estos pueblos. Cuando nos ponemos a legislar sobre el modo de establecer contactos desde afuera creo que no acertamos. Creo que los ancianos, los que todavía recuerdan su vida nómada en aislamiento deberían ser los encargados de dinamizar estos encuentros. A veces hay jóvenes que han salido a la ciudad y regresan con otros criterios y con ideas más prepotentes, desatendiendo al discurso de los mayores: pensando que es anticuado. Este desprecio a la sabiduría de los ancianos no favorece. Estoy convencido de que si los ancianos hubieran liderado la situación en Serjali no habría ocurrido esto. En caso de encuentro, son los ancianos los que deben tomar la iniciativa y los jóvenes aprender”.

El desenlace ha generado violencia y miedo en la población. Pero todavía no se ha propiciado una respuesta adecuada. Según el prelado, ésta será muy difícil. “El problema se da por solucionado porque estas personas se habrán marchado del lugar, tristes, temerosas y con el rencor que siembre en el alma la violencia. Esto servirá para aumentar su aislamiento. Habrá a quienes les parezca fabuloso, pero a mí esto me parece un drama. No podemos decir que el aislamiento es voluntario sin que se nos ponga la cara roja de vergüenza. Una vez más, tendremos que reconocer que fueron la violencia y el desencuentro los que lo propiciaron. Y da lástima ser testigo de este eterno cautiverio de estos pueblos, que sólo les lleva a la desaparición y a sentirse tan impotentes”.

José Luis Franco
Instituto Bartolomé de Las Casas – Lima

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