Madrid, olímpico

Alberto Iniesta(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)


“Con el icono entrañable de la Madre, la Cruz de Cristo va recorriendo nuestras iglesias como un reguero del fuego del Espíritu, convocando a los jóvenes a la Olimpíada Cristiana de Madrid, para proclamar juntos ante el Mundo que Jesús murió por nosotros, resucitó para nosotros y vive entre nosotros”

Después de la desilusión de los Juegos Olímpicos, Madrid tendrá también a su manera una especie de olimpíadas del Espíritu. Aunque sería absurdo comparar dos realidades tan diferentes entre sí, tienen también algunos aspectos comunes, como es, en ambos casos, su universalidad, su repercusión, en mayor o menor medida, en todos los pueblos del planeta, en los que está implantada la Iglesia católica, gracias a sus misioneros y misioneras.

Se trata de las Jornadas Mundiales de la Juventud, ya iniciadas por Juan Pablo II, que se celebran periódicamente en alguna diócesis del mundo. La última fue hace dos años en Sydney, en la lejana Australia, y la próxima tendrá lugar en Madrid, por decisión del Papa Benito XVI.

Entre cada concentración de jóvenes, que pueden alcanzar muy bien el millón de asistentes, se mantiene como un cordón umbilical que las vincula y las mantiene vivas: una gran cruz de madera, que van llevando de diócesis en diócesis, de parroquia en parroquia, en peregrinación cristiana, como uniéndose a la pasión y gloria del Señor. En esta última etapa, después de haberse celebrado durante cuatro días, los jóvenes de Sydney la llevaron a Roma, donde la recogió el Papa, y la entregó a los jóvenes de Madrid. Y ahora está recorriendo la ciudad y la diócesis, para después pasar a otras hasta el verano de 2011, en el gran encuentro de Madrid.

Con el icono entrañable de la Madre, la Cruz de Cristo va recorriendo nuestras iglesias como un reguero del fuego del Espíritu, convocando a los jóvenes a la Olimpíada Cristiana de Madrid, para proclamar juntos ante el Mundo que Jesús murió por nosotros, resucitó para nosotros y vive entre nosotros. Y mientras que en las Olimpíadas Deportivas tan sólo los atletas ejercitan sus músculos, permaneciendo pasivamente los espectadores presentes o televidentes, en cambio, en estas olimpíadas, todos saltamos, nadamos o corremos como un solo hombre, el Cuerpo místico de Cristo.

En el nº 2.685 de Vida Nueva.

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