Esperanza de paz portadora de Vida

No podemos más que manifestar nuestro gozo y alegría ante la noticia que comunicaba “el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, la dejación de las armas, las garantías de seguridad y la lucha contra las organizaciones criminales responsables de homicidios y masacres o que atentan contra defensores de derechos humanos, movimientos sociales o movimientos políticos, incluyendo las organizaciones criminales que hayan sido denominadas como sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo, y la persecución de las conductas criminales que amenacen la implementación de los acuerdos y la construcción de la paz”.

Este comunicado de las delegaciones del gobierno nacional y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no es el punto final al conflicto en el país, que ha cobrado tantas víctimas y producido tanto dolor y sufrimiento. Ciertamente, tendrán que pasar varias generaciones para que la paz llegue a ser realidad en toda Colombia y se consolide de manera estable y duradera. Sin embargo, esta noticia producía en la mayoría del pueblo colombiano, en la mayoría de nosotros, un gozo profundo cargado de sentimientos de sabernos capaces de afrontar el futuro alejados de la violencia, el odio y el rencor; de querer zanjar todo desde las armas; de ser blanco de objetivos militares, de ser víctimas de una guerra cuyo resultado es siempre la muerte y destrucción de lo que amamos. La alegría nos lleva a sentirnos capaces de construir un futuro cercano a la paz, al perdón y a la reconciliación que nos moviliza a trabajar juntos por un mañana con sabor a esperanza. No dejemos de aventurarnos de manera decidida en la construcción de la paz, desde la esperanza que nos viene de Dios, artífice de toda realidad.

Víctor M. Martínez, S.J.

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