La crisis

(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“El cristianismo bien podría ser en tiempos de crisis el pedagogo que aportara a la sociedad empobrecida su actitud ante los bienes materiales, relativizando su necesidad y poniendo su esperanza en otros bienes, más altos y menos escasos que el dinero”

Estamos en plena crisis económica, y no sé qué decir, ni, aunque así fuera, me cabría aquí. Al menos, conviene recordar que también hay pobres en los países ricos, aunque también habría que añadir que los pobres de los países ricos son menos pobres que los pobres de los países pobres.

Dejando aparte estos inocentes -más o menos santos, que eso es otro cantar-, en los países ricos se ha fomentado la llamada sociedad de consumo, no sólo como una actitud accidental, más o menos frecuente y ocasional, sino como la base y el motor de la economía; algo así como una estructura de pecado, en la cual hay necesariamente que caer, y de la cual no se puede escapar.

Esta actitud se ha metido hasta los huesos en la sociedad rica, inclusive entre cristianos. Se ha dicho con razón que el consumismo ha hecho más daño a la Iglesia que el comunismo. Esto fomenta actitudes de hedonismo y materialismo, sin otros ideales que disfrutar y pasarlo bien. Y ahora lloramos porque hay que reducir gastos y apretarse el cinturón.

Nosotros, los cristianos, gracias al ejemplo de Cristo y la predicación de la Iglesia, estamos más o menos habituados a una vida de sobriedad en el uso de los bienes materiales, procurando al mismo tiempo compartir nuestros medios con los que tienen menos. En realidad, la vieja utopía anarquista no la han cumplido en la práctica más que las comunidades de vida consagrada de la Iglesia, donde cada uno aporta lo que puede, y recibe lo que necesita.

Y más en general, el cristianismo bien podría ser en tiempos de crisis el pedagogo que aportara a la sociedad empobrecida su actitud ante los bienes materiales, relativizando su necesidad y poniendo su esperanza en otros bienes, más altos y menos escasos que el dinero. Teresa de Calcuta, con la que tuve el privilegio de hablar a solas en Madrid, decía que en el mundo hay más hambre de amor y de estima que de pan. ¡Y de eso sabía un rato!

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