Doce reclusas reciben el beso de Francisco en la misa del Jueves Santo

“Jesús no se cansa jamás de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”, señaló el Papa en la prisión femenina del gran complejo penitenciario de Rebibbia

La prisión femenina del gran complejo penitenciario de Rebibbia, en la periferia de Roma, es el lugar elegido por el papa Francisco para mantener la costumbre, desde que era arzobispo de Buenos Aires, de celebrar la misa de la Cena del Señor, en la tarde del Jueves Santo, de manera restringida en una institución con personas vulnerables –frente a la tradición de los papas de acudir a San Juan de Letrán–. Uno de los elementos específicos de esta celebración eucarística es el rito del lavatorio de los pies. En esta ocasión, el Papa cumplió la tradición con doce reclusas de diferentes países y confesiones religiosas.



El Papa llegó en silla de ruedas al complejo en el que ya estuco en 2015 y fue a la carpa instalada en un patio a modo de capilla en la que esperaban los jóvenes así como diferentes autoridades y funcionarios. Esta es la mayor de las cuatro cárceles de mujeres de Italia, así como una de las más grandes de Europa, con una fuerte presencia de mujeres extranjeras según los medios vaticanos. Las reclusas y el personal recibieron a Francisco con un aplauso y muchos saludos incluyendo numerosos besos en las manos –ante el temor de los responsables de seguridad aunque recorrió todos los pasillos y zonas de sillas–.

El pontífice, revestido con casulla y palio –y no solo con capa pluvial como es costumbre últimamente–, estuvo acompañado por un buen número de sacerdotes en el interior de la carpa. La celebración la animado un coro de mujeres con un guitarrista con chaqueta de cuero –seguido por las fieles que contaban con una fotocopia con todos los cantos– que ha entonado las piezas propias de la celebración, como es el festivo canto del Gloria. Francisco no delegó las principales oraciones de la misa e incluso se puso en pie para las oraciones. Un año más Diego Giovanni Ravelli, el Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, esta vez con casulla como concelebrante y no con el hábito talar, ha pronunciado la Plegaria eucarística.

La vocación del servicio

En una breve homilía sin papeles, el Papa ha destacado que “en este momento de la cena, hay dos episodios que llaman la atención: el lavatorio de los pies de Jesús, Jesús se humilla, con este gesto nos hace entender lo que él había dicho que no he venido para ser servido sino para servir, nos enseña el camino de servicio”. El otro episodio “triste” que destacó el pontífice “es la traición de Judas, que no es capaz de llevar adelante el amor y le lleva a hacer una cosa fea. Pero Jesús perdona todo, Jesús persona siempre, solo es necesario que nosotros pidamos el perdón”.

Francisco además contó que “una vez escuché a una anciana sabia del pueblo: Jesús no se cansa jamás de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Por eso invitó: “Pidamos la gracia al Señor de pedir perdón. Él nos espera y no se cansa jamás de perdonar” ya que el “Señor nos espera siempre con los brazos abiertos”. “Lavar los pies es un gesto que nos llama la atención sobre la vocación del servicio: pidamos al Señor que nos haga crecer en esta vocación del servicio”, concluyó Bergoglio ante el aplauso de las presentes.

El gesto del lavatorio

Francisco, ayudado por un bastón, ha lavado y besado los pies a un grupo de 12 reclusas de las 360 mujeres –y un niño, que recibió un huevo de Pascua del Papa– que están en la prisión, según ha informado el capellán de la prisión, Andrea Carosella, que ha destacado que durante la cuaresma se han preparado para la visita del pontífice. Las mujeres son doce reclusas de entre 40 y 50 años, de varias nacionalidades diferentes: Italia, Bulgaria, Nigeria, Ucrania, Rusia, Perú, Venezuela y Bosnia. Como hace un año, estaban sobre una zona elevada y Francisco desde la silla de ruedas a lavado y besado los pies de cada una a las que ha saludado sonriente y meditativo mientras el coro cantaba sobre el “abajamiento” de Cristo. Algunas de las mujeres recibieron el gesto del Papa entre lágrimas de emoción.

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