¿Cuáles son las diferencias (y similitudes) entre la Cuaresma y el Ramadán? Una monja y un imán responden

Juliette Ploquin y Kalilou Sylla debaten sobre el sentido de estos periodos, que este año coinciden parcialmente

En una sociedad diversa, donde el islam está en alza y la cultura religiosa en retroceso, la asociación es cada vez más frecuente: la Cuaresma se asimila al ‘Ramadán cristiano’, y viceversa. Para muchos franceses, estos periodos de ascetismo, ayuno y oración son similares, si no idénticos.



Sin embargo, tienen significados muy diferentes. Por ello, La Croix ha querido comparar la Cuaresma y el Ramadán, cuyas fechas coinciden parcialmente este año, para comprender cómo viven hoy católicos y musulmanes este importante momento de su vida de fe, sus diferencias radicales, sus posibles influencias, pero también su permeabilidad a las tendencias contemporáneas.

Para conocer estas similitudes y diferencias se pone en diálogo a sor Juliette Ploquin, monja javeriana, y Kalilou Sylla, imán de la Gran Mezquita de Estrasburgo. Aunque no son embajadores de sus respectivas religiones, que tienen muchas corrientes y sensibilidades diferentes, por sus respectivas misiones y su edad -menos de 40 años-, ambos son observadores privilegiados de la forma en que los jóvenes católicos y musulmanes se reapropian de estos puntos álgidos de su religión.

PREGUNTA.- En nuestra sociedad, donde la cultura religiosa está en declive, la Cuaresma y el Ramadán están cada vez más asociados. ¿Qué representan en sus respectivas religiones?

JULIETTE PLOQUIN.- La Cuaresma son los cuarenta días que preceden a la Pascua. Son cuarenta días de preparación, ayuno y conversión para preparar nuestros corazones a la mayor celebración del cristianismo, la resurrección de Cristo. En sentido estricto, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno. Durante el resto de la Cuaresma, se nos invita a privarnos de todo lo superfluo y a prestar especial atención a la vida espiritual. También intentamos dirigir nuestra atención tanto a Dios como a los demás, especialmente a los pobres, los enfermos y los que sufren. Personalmente, es un tiempo que me ayuda a releer y discernir, a preguntarme en la oración: Señor, ¿dónde estoy hoy, cuál es la conversión a la que me llamas?

KALILOU SYLLA.- Ramadán es el nombre del noveno mes del calendario lunar, utilizado por los musulmanes en sus prácticas religiosas. Este mes está asociado a una forma particular de culto: el ayuno, que es uno de los cinco pilares del islam. El ayuno consiste en abstenerse de comer, beber y mantener relaciones íntimas desde el amanecer hasta la puesta del sol. Durante el mes de Ramadán, esta obligación se basa en la segunda sura del Corán, donde Dios dice: “¡Creyentes! Se os ha prescrito el ayuno al igual que se les prescribió a los que os precedieron. ¡Ojalá tengáis temor (de Allah)!”.

En el Ramadán, el esfuerzo de privación parece realmente físico, mientras que en la Cuaresma hay quizás algo más inmaterial en juego. ¿Qué opina al respecto?

K. S.- Cuando hablamos del ayuno del Ramadán, nos referimos generalmente a la obligación legal del Corán, pero este periodo tiene también una verdadera dimensión espiritual: un ayuno interior. Algunas corrientes del islam tienden a hacer hincapié en este aspecto técnico y prescriptivo. Ahora bien, ayunar está muy bien, pero ayunar con un objetivo en mente, sabiendo qué interpretación dar a esta privación, es mejor.

Sabemos que no vamos a comer ni a beber, pero también intentamos alejarnos de todo lo que no es Dios y vincularnos lo más posible a nuestro Señor. Así que en realidad se trata de ir más allá del simple ayuno técnico para llegar a algo mucho más espiritual. Al escuchar su definición de la Cuaresma, tengo la sensación de que casi podría utilizarse como definición del ayuno espiritual en el islam.

P.- ¿Existe un modelo a seguir durante el Ramadán?

K. S.- Durante el Ramadán, decimos que se trata de seguir el ejemplo de los ángeles, que no comen, ni beben, ni tienen relaciones íntimas, y dedican su tiempo a adorar a Dios. Tenemos esta recomendación de multiplicar los actos de caridad y, sobre todo, de leer el Corán -que fue revelado durante el Ramadán al profeta Mahoma-, que podemos leer íntegramente durante todo el mes.

P.- Sor Juliette, en los últimos años el ascetismo ha vuelto a ser popular entre los católicos, ¿se debe esto a la influencia del Ramadán?

J. P.- Puede haber una tendencia entre los cristianos a pensar que la Cuaresma es solo espiritual y que, por tanto, podemos dejar de lado todo esfuerzo práctico. Creo que, en este tema, los musulmanes sí vienen a interpelarnos. Ver a amigos musulmanes que observan el Ramadán sin la modestia que a veces tenemos los católicos, interpela a los cristianos, que pueden preguntarse: “¿Y yo qué? ¿Cuál es mi Cuaresma?”.

P.- Tengo la impresión de que hoy algunos jóvenes redescubren este tiempo, con sed de prácticas concretas y a veces radicales: una Cuaresma de 90 días, ayuno de alcohol o de carne, duchas frías… La Cuaresma es un viaje hacia la mayor fiesta cristiana, la resurrección de Cristo. ¿Cuál es la perspectiva del Ramadán?

K. S.- El Ramadán es el momento en el que podemos “subir un peldaño”. También es el mes que nos permite reforzar la educación espiritual que todo creyente debe emprender a lo largo de su vida: el objetivo es purificarnos al máximo de los defectos espirituales -como el odio, la malicia, la envidia, la avaricia- para acercarnos lo más posible a la excelencia -“al-ihsân”- o buen comportamiento, es decir, la mejor manera de hacer las cosas. Se trata de domar el ego.

Durante este periodo, la dimensión de progresión está muy presente: muchos jóvenes llevan una especie de calendario para anotar los pasajes del Corán que leen cada día, el número de oraciones que realizan… En realidad, se trata de trabajar el doble, de recargar las pilas para mantener el mismo nivel de constancia durante todo el año. Y subir el nivel al año siguiente.

P.- ¿Es la Cuaresma también una forma de virtuosismo religioso?

J. P.- La noción de virtuosismo es una trampa: en la fe cristiana, para progresar, hay que empezar por abajarse. Creo que, por el contrario, se nos invita a reconocer nuestros pecados y a experimentar la total dependencia de Dios. La dimensión de la virtud moral -aunque esté presente- me parece casi secundaria.

Durante la Cuaresma, viajamos con Cristo a través de su vida: los cuarenta días en el desierto, la Semana Santa que comienza cuando Jesús entra en Jerusalén, y luego le seguimos hasta su Pasión, muerte y resurrección. Es una manera de inscribir el corazón de la fe cristiana en nuestro tiempo y en nuestra carne. Esta noción de progresión está presente y, al mismo tiempo, no está exenta de gracia. Dicho de otro modo, sean cuales sean nuestros esfuerzos, no somos nosotros quienes nos salvamos, es Cristo quien nos salva mediante su muerte y su resurrección.

P.- Hoy en día, estas formas de ayuno pueden asimilarse a prácticas de desarrollo personal que proliferan al margen de las religiones tradicionales. ¿Siguen la misma lógica la Cuaresma y el Ramadán? ¿Se trata de convertirse en la mejor versión de uno mismo?

J. P.- Sí, es una tendencia muy voluntarista que a veces vemos entre los jóvenes cristianos. Sin embargo, creo que ser cristiano no consiste en querer convertirse en la mejor versión de uno mismo, sino en intentar que Cristo viva en uno. Esto significa morir a uno mismo y, en cierto sentido, es lo contrario del desarrollo personal. En el desarrollo personal, tú eres tu propio objetivo: vas a labrarte un cuerpo perfecto, un alma fuerte, etcétera. Pero lo fundamental es nuestra relación con Dios.

Necesitamos discernir lo que nos conviene para profundizar en esta relación, y no caer en la tentación de la omnipotencia o del dominio absoluto. Porque el Cristo que seguimos es omnipotente, pero no de la manera que imaginamos: es la omnipotencia del amor que llega a través de la humildad y la entrega.

P.- Kalilou Sylla, ¿qué significa para usted ese objetivo de convertirse en “la mejor versión de uno mismo”? ¿No es eso lo que se busca durante el Ramadán?

K. S.- ¡Me gustaría decir que sí! (Risas.) Nos basamos en textos importantes para nosotros, en los que el Profeta dice: “Dios ha prescrito la excelencia en todo”. En la tradición musulmana, Dios nos ha dado un marco y, según el contexto y nuestra posición, todos debemos intentar ser lo mejor que podamos. Hasta el punto de alcanzar la excelencia en nuestra forma de vivir. Debemos vivir como si viéramos a Dios, “pues si tú no Le ves, Él te ve” dice la tradición profética, pero a pesar de todos nuestros esfuerzos, sabemos que nunca habremos hecho todo lo necesario y lo que corresponde a la majestad divina.

P.- La Cuaresma y el Ramadán pueden ser tiempos difíciles. ¿Qué encuentran de gratificante en ellos?

J. P.- Es la experiencia de estar más cerca de Dios. La liturgia católica es realmente maravillosa para esto: avanzamos de domingo en domingo, para profundizar en este deseo de Dios, que es muy fuerte, y llegar finalmente a la Pascua. Tengo en la mente una imagen de amor: durante cuarenta días le espero, le espero, le espero… Y finalmente, en Pascua, está ahí, es increíble, es una fiesta.

Durante la Cuaresma, en la liturgia católica, nunca cantamos el Aleluya, porque es tiempo de penitencia. Y en la Vigilia Pascual, durante la noche, tenemos esta larguísima misa en la que releemos toda la historia de la salvación. Y finalmente, escuchamos el primer Aleluya que ha resonado durante cuarenta días. ¡Qué hermoso es poder cantar a Dios! Es realmente la vida que vuelve.

K. S.- Estoy un poco de acuerdo con lo que dice sor Juliette: durante el Ramadán, tomamos conciencia de que otra vida es posible. Vemos que tenemos la capacidad de vivir de otra manera, de privarnos de un cierto número de cosas. Al final del mes, nos damos cuenta de que hemos hecho un gran esfuerzo. Entonces, ¿por qué no continuar?


*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva

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